—Vicky, espera un minuto —me pidió de repente Víctor mientras Mar y Pablo subían a mi coche. —¿Qué pasa? —pregunté, extrañada. —Dale las llaves a Pablo, que ellos regresen al pueblo. Nosotros necesitamos hablar... Luego te llevaré yo mismo al Pazo. Por un instante, tontamente me ilusioné pensando que, por fin, Víctor había decidido confesarme sus sentimientos. Así que, sin pensarlo dos veces, le entregué las llaves a Pablo con una sonrisa, pero no sin antes advertirle en tono de broma: —Recuerda, estás libre bajo fianza. Si vuelves a romperle la nariz a alguien, no saldrás tan fácilmente la próxima vez. —Me reí, intentando quitarle un poco de tensión al momento. —No le pegué a ningún funcionario, solo a Kiko... un par de veces —respondió Pablo con un gesto de exasperación, intentando

