—¡Vicky! —gritó Mar al verme mientras yo perseguía al hombre por el pasillo de su casa—. ¡Pero qué alegría verte! Pablo me llamó preocupado porque no te veía en el pazo, y aquí estás, refugiada en la casa de Víctor. Hola, Víctor. —Saludó al hombre con una sonrisa que no alcanzaba a ocultar su sorpresa al vernos juntos. La expresión de Mar cambió rápidamente de entusiasmo a una mezcla de sorpresa y diversión al observar mi rostro. —¡Madre mía, Vicky! ¿Qué te ha pasado en la cara? Intenté mantener la compostura mientras respondía, aunque la furia se cocinaba a fuego lento en mi interior: —Larga historia. Abejas locas y su poco amigable dueño. —Ya veo —respondió Mar, con una sonrisa maliciosa—. Pero no te preocupes, estás en buenas manos. Víctor es un experto en estos temas. —Ja, expert

