Capítulo 1

3083 Words
“En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación. Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector.” Ezequiel 28 13-16   —Harper, ¡Todo esto es genial! — —Me imagino, estás en la gran manzana, querida, ¿Qué esperabas? ¿un pueblucho? Por cierto ¿Qué tal todo con Vince? ¿te trata bien? — Pregunto curiosa mientras sostengo el sándwich que será mi cena, recorro la cocina de aquí para allá con mis pies descalzos, la improvisada pijama está compuesta por pantalones de chándal de un gris deslavado y mi vieja sudadera ancha de la universidad, luzco ridículamente cómoda, pero eso de estar con ropa de oficina todo el día es la muerte; a mis escasos veinticinco años debo decir que el mundo de ha tratado a base de patadas en el culo y quizás lo único bueno que hago es mi trabajo como auxiliar de contadora —Vamos excelente, pronto estará haciendo su exposición fotográfica, ¡por dios! Me eligió de modelo para algunas de ellas, en verdad están preciosas, me gustaría que estuvieras aquí para verlas— Suspiro, Samantha, o como prefiero decirle yo, Sam, es mi única amiga en Nueva Orleans, estuvimos juntas en la universidad, ella viene de una familia acomodada, prácticamente lo tiene todo incluyendo este bonito apartamento en el cual estamos viviendo juntas, el trabajo para ella es un chiste, ayuda a su padre en la oficina, tienen una empresa de publicidad y es hija única al igual que yo; es una fortuna el haberme topado con una amiga como ella, más viniendo prácticamente del otro lado del país, dejar Arkansas para venir acá, después de todo, fue buena idea, o algo así; doy un mordisco a mi sándwich y aun con la boca llena respondo —Las personas normales que trabajamos para sobrevivir no podemos estar pidiendo vacaciones, Sam, son las reglas del mundo real— —No seas pesadita, Harper, hay que disfrutar de nuestra vida al máximo, por cierto ¿ya tomaste tus medicamentos? — Suelto una pesada respiración, si algo odio que me mencione son mis medicamentos, me pone de mal humor, aunque ella no tiene la culpa de mi padecimiento, no es algo que me guste tener en mente, bueno, lamentablemente si lo tengo en mi cabeza, pero es algo que no puedo evitar, ¿Qué se puede esperar de alguien con una enfermedad mental? Ya es bastante el haber logrado que alguien me aceptara, pero deben entender que no necesito que estén sobre mi recordándome a cada momento las estúpidas píldoras —Sam, en serio, no empecemos con tu rol dominante de todo bajo control, las tomaré antes de irme a la cama, sabes que me ponen bastante mal, por eso cambie el horario— Una pesada respiración se hace presente a través de la línea telefónica, seguro está molesta, pero de verdad esas cosas me ponen mal —Solo no dejes de tomarlas, recuerda lo que dijo la doctora Murray, debes tomarlas siempre, esta noche estarás sola, solo no quiero que tengas un ataque de pánico como la última vez que olvidaste tomarlas— Mi psiquiatra, la doctora Murray se dice ser una eminencia para tratar a pacientes con esquizofrenia, la verdad no me ayudado mucho a superar mis traumas del pasado y en cuanto a mis alucinaciones, las píldoras solo ayudan un poco, recuerdo ese ataque de pánico hace un mes, realmente tomé las píldoras, lo sé, pero todo en la habitación se comenzó a distorsionar de tal manera que caí presa del pánico, Sam intentó ayudarme, pero lo único que lograba ver era a un horrible monstruo burlándose de mí, tuvieron que inyectarme un sedante, fue horrible, insistieron en que no tome mis medicamentos cuando yo sé que sí, pero no se puede alegar con las personas que te creen loca, jamás tendrás la razón ante ellas, así que decidí seguirles la corriente —Lo sé Sam, en serio, prometo tomarlas ya, estaré bien, te dejo, tengo que trabajar mañana temprano, mi jefa me tiene sacando un mundo de fotocopias y organizando archivos— —¿Archivos? Tu jefa vive en la prehistoria, para eso están los ordenadores— —Lo sé, pero dice que no hay nada más seguro que el papel, bueno, debo irme Sam, es tarde— —Buenas noches Harper— —Buenas noches Sam— Corto la llamada y camino hacia mi habitación con el móvil en una mano revisando mis redes que de sociales no tienen mucho y en la otra llevo mi sándwich, entro y con cierto recelo miro el frasco de píldoras sobre el buró ¿Tomarlas o no tomarlas? Mis ataques aún no han matado a alguien, no estoy de humor y creo puedo sobrevivir sin ellas, aunque le hice una promesa a Sam, decido que esta noche no las tomaré, ¿Qué puede pasar? Aun con ellas veo esas horribles caras distorsionadas y seres que parecieran de otro mundo, suelto una pesada respiración y decido ignorarlas encaminándome directo a la cama, dejo el móvil al lado y tomo el mando de la pantalla, necesito algo entretenido, ya veremos qué serie me llama la atención.       **********                  ***********     —Harper, pequeña corderita, ven aquí— Estoy escondida debajo de mi cama, tengo miedo, escucho la madera del suelo crujir bajo los pesados pasos, estoy temblando, estoy aterrada, no quiero que pase de nuevo, aguanto la respiración unos momentos al ver sus pies cada vez más cerca de la cama, con una mano cubro mi boca tratando de contener un grito, la tenue luz que entra por las ventanas hace que la habitación luzca aún más aterradora que de costumbre, de pronto el tipo se detiene, cierro los ojos apuñándolos como si eso sirviera para hacerme desaparecer —¡Te encontré corderita! — Mis ojos se abren como platos y frente a mí el tipo con cara aterradora, su mano se acerca a mí y es inútil correr, no tengo a donde ir, estoy atrapada, tira de mi fuertemente sacándome de mi escondite —¡Aléjate! no me toques Richard, por favor ¡no! — Mi atacante se ríe de una manera siniestra, trato de forcejear, pero es más grande y más fuerte, me sujeta con fuerza lastimándome —Vamos corderita, no seas tan frígida, ya eres una mujercita— Me tira sobre la cama y trato de rodar sobre ella, miro hacia la salida, debo escapar, me muevo rápido, pero de un solo movimiento me atrapa de nuevo y arranca mi blusa —¡No! — Suelto en un sollozo, mis manos van a él tratando de alejarlo, sus labios recorren mis pechos y mi pulso se dispara, tengo miedo, asco, vergüenza y muchas cosas más que no puedo explicar con facilidad; sacudo mis pies y logro alejarlo un momento, me lanzo hacia un costado de la cama y corro, corro lo más rápido posible, pero la salida se aleja a cada paso que doy, no entiendo lo que pasa, no puedo llegar a ella, me pongo a llorar y me detengo, agacho la mirada viendo la punta de mis pies, me siento pequeña, muy pero muy pequeña —Tengo dieciséis años, Richard, solo soy una niña, por favor no me hagas daño — Mis manos van a mi rostro y comienzo a llorar con más fuerza, mis hombros tiemblan y de nuevo sus pasos se escuchan tras de mi al igual que su risa escalofriante, el vello de mi nuca se eriza y sus manos van a mis hombros, trago en seco al sentir como sus dedos juguetean con lo que queda de mi blusa —Te va a gustar, solo hay que quitar lo que estorba— Me abrazo a mí misma, no quiero que pase otra vez, ya fue suficiente —¡No! — Suelto en un grito y mis ojos se abren de golpe, siento que el corazón se me saldrá del pecho, me miro sola en mi habitación, fue solo una maldita pesadilla, una de mis manos va a mi frente, estoy sudando, a pesar de estar a finales de otoño creo que el miedo me hizo sudar, mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas, odio recordar esos momentos, es quizás el trauma más fuerte de mi adolescencia y duele demasiado, ha arruinado mis relaciones interpersonales al máximo, al grado de casi ser una ermitaña, doy una mirada con cierto rencor al frasco de píldoras sobre el buró, ¿tomarlas o no tomarlas?, frunzo el ceño, no me ayudan en lo más mínimo y sé que pueden hacerme más daño que beneficio, no me convertiré en una adicta, quizás he sido muchas cosas en mi vida, pero adicta jamás; me pongo en posición fetal sobre la cama, cierro los ojos y tomo una profunda respiración, debo calmarme Vamos, Harper, fue solo una maldita pesadilla, haz tenido peores me llamo la atención a mí misma abro los ojos nuevamente y lo primero que observo es el espejo colgado en uno de los muros de mi habitación, Jake, el hijo de mi jefa me lo regaló en mi cumpleaños pasado, recuerdo el intento de fiesta sorpresa en la oficina, fue de los pocos días que lo pasé bien, ni las alucinaciones lograron arruinarlo esta vez, después de la oficina me invitó a salir, pero rechacé la invitación, no me veo saliendo con él, a pesar de ser un hombre atractivo, cuerpo musculoso de un metro noventa de estatura, ojos grises y cabello rubio, quizás lo más cercano a la utópica revelación de un ángel, me parece algo ilógico, ¿Quién querría salir con una chica rota?, no soy atractiva, lo único lindo son mis ojos azules que se ven opacados por mis gafas de marco grueso, sí, estoy más ciega que un bendito murciélago, mi piel es demasiado pálida, Sam insiste en que necesito salir más al sol, pero no tengo mucho tiempo que digamos; me levanto de la cama y decido ir a tomar agua, pero antes reviso la hora en mi móvil, curioso, son las tres y treinta y tres de la madrugada, recuerdo algunas historias relacionadas con esa hora en particular, aunque en verdad soy una persona muy escasa de fe, en su tiempo creo que dios ignoró mis suplicas por completo ¿Qué me hace pensar que el diablo me escuchara, niego con la cabeza ante absurda epifanía, ni dios, ni el diablo, ni ninguna de esas cosas sobrenaturales existen, solo son invenciones creadas para que los humanos pudiéramos expiar culpas; me acerco a la cocina y enciendo las luces y justo frente a mí, una de las ya usuales alucinaciones —Hola Harper— El tipo frente a mí no tiene cara, es una silueta alta como si fuese una sombra, su voz distorsionada eriza mi piel, le temo, pero es usual verla, en cierto punto puedo decir que estoy acostumbrada a que me ronde, pero prefiero ignorarla, camino pasando de largo, tomo un vaso de uno de los gabinetes y me sirvo un poco de agua del grifo —Estoy sola, no hay nadie más en este lugar— Suelto en voz alta después de beber mi agua, me giro en mis talones y esa entidad espectral sigue en su lugar sin moverse, finjo que no la miro, tratando de actuar como las personas normales que no ven este tipo de cosas y camino nuevamente hacia mi habitación, solo tengo tres horas más de descanso antes de ir a trabajar.     *************                           *************     —Harper, necesito termines de acomodar estos archivos— Suelto una pesada respiración al ver aquel montón de carpetas con documentación por acomodar en orden alfabético y cronológico, tan sencillo que sería usar el ordenador para estos menesteres, de hecho, todos los archivos que tenemos estás digitalizados, pero mi jefa, la señora Mitchell, está empecinada en seguir usando los archivos físicos —Ya casi termino señora Mitchell— Respondo terminando la última pila de folders que me había dejado con anterioridad acomodándola en su respectiva caja con nombre, fechas de periodo y quien fue la última persona en revisar; tengo desde mis practicas universitarias trabajando como auxiliar contable en este despacho, la rubia platinada frente a mi es la dueña del lugar, Loraine Mitchell, una mujer pasada de sus cincuenta, divorciada, con bastante dinero y muchas pero muchas operaciones, fácilmente llama la atención con sus exuberantes curvas y bótox en el rostro, pero es astuta y se ha sabido mover en el medio, a pesar de ser un despacho arquitectónicamente pequeño, trabaja en función de ser así para no llamar la atención y brindar confianza a nuestros clientes en cuanto a discreción y evasión de espionaje corporativo, una idea que ha funcionado y de ahí la gran cartera de clientes que existe   —Harper, querida, en verdad te ruego que no falte ningún expediente como la última vez, este es un cliente importante que nos confió sus finanzas— Suelta poniendo sus manos juntas en señal de súplica, me sonrojo al instante al recordar ese error, olvidé un comprobante fiscal que por poco y nos cuesta una multa, agacho la mirada y comienzo a revisar los nuevos folders —No se preocupe señora Mitchell, no pasará de nuevo, creo que el señor...— leo el nombre en las carpetas y continuo —Andrew Wargner estará complacido de tener su contabilidad en regla— —Eso espero porque tú te encargaras de atenderlo— —¡¿Que?!— Grito escandalizada alzando la mirada de inmediato, mis gafas se mueven quedando chuecas, mis manos temblorosas las acomodan torpemente, un mechón de mi improvisado peinado cae, soy un desastre, soy solo una auxiliar contable, no soy agradable a la vista, no creo que a los clientes les guste lidiar con alguien como yo, suelo llevar la contabilidad, pero no tengo un contacto directo con ellos, todo es por correo electrónico o llamadas, pero por lo regular es Jake o su madre los que presentan los resultados ante los clientes —Mamá debo irme, mi vuelo sale en dos horas— Dice Jake acercándose a nosotras, le da un beso a la señora Mitchell en la mejilla —Si, Cariño, nos veremos en Seattle por la mañana, por favor, no salgas con alguna de tus bromas durante la cena con el congresista— El chico rueda los ojos, bueno, no tan chico, está por cumplir treinta, me lleva cinco años y no me explico el porqué de su soltería, pero los rumores de ser un mujeriego no se hicieron esperar cuando recién entre a trabajar a este lugar —Tranquila, mamá, lo haré bien, te veo mañana, Harper, suerte con el cliente, cualquier duda sabes que puede llamarme y te ayudaré en todo— —Gracias Jake— Respondo mientras me da una sonrisa con guiño, solo doy una ligera sonrisa y veo que la señora Mitchell rueda los ojos, Jake besa su mejilla nuevamente y toma de nuevo su portafolios —Hasta luego, Harper— —Cuídate mucho, Jake— Sale de mi cubículo hacia el pasillo dejándonos solas de nuevo a la señora Mitchell y a mi —Mi hijo actúa de las maneras más extrañas, pero, en fin, volviendo a nuestro tema, tienes que atender a este cliente, Harper, es tu responsabilidad y es de suma importancia para este despacho, es un empresario nuevo en la ciudad, un millonario que nos confió la contabilidad de su negocio y no solo eso, Dominick Stargees nos ha recomendado, así que no podemos quedar mal, el nombre del despacho está en juego— —Pero…— Trato de responder, pero me veo interrumpida al ella levantar la mano para silenciarme —Tú tienes la capacidad, tienes buenas bases y has llevado la contabilidad de bastantes personas, niña, ¡Dios! No te van a comer, solo has lo de siempre y por favor has algo con esas horrendas gafas — Ruedo los ojos al escuchar lo último, no voy a usar lentes de contacto solo para satisfacer las necesidades estéticas de un cliente, si yo me haré cargo y confían en mi trabajo a nadie tienen por qué molestarle mis gafas rosas, aun así, trato de zafarme de esto con un último intento —Le agradezco su fe en mí, señora Mitchell, si bien sé que tengo las capacidades y e lidiado con muchos clientes, pero sin necesidad de tratarlos directamente, sabe lo nerviosa que puedo llegar a ser— —Solo hazlo ¿Quieres? confío en que lo harás bien— Suelto una pesada respiración, no me queda de otra, la jefa manda, espero no meter la pata teniendo alucinaciones o cosas así, debo esforzarme, quiero una jodida vida normal una vez —Está bien, prometo esforzarme— —Esa es la actitud, ahora a terminar con el expediente niña— Asiento y recibo una sonrisa de su parte, suspiro y ella se encamina a la salida mientras vuelvo al ataque con la encomienda de los folders, tomo la caja y reviso el expediente del señor Wargner, los números a manejar son muy grandes, quizás es de esos viejos que se creen sugar daddys, es una fortuna considerable o será quizás que venga de familia; reviso la documentación y aparece una fotocopia a color de su identificación, mis ojos se abren como platos al ver al tipo, un joven según su fecha de nacimiento de treinta años, piel morena, cabello castaño, rasgos que lo hacen lucir como un modelo, pero lo que más llama la atención son esos ojos verdes, ¡Madre mía! Es ardiente, un cumulo de fantasías se hacen presentes, pero no dejan de ser solo eso, fantasías, nadie se fijaría en Harper Collins, y Harper Collins quizás nunca pueda llegar a tener sexo con alguien, gracias Richard, maldito hijo de puta por romperme así.       ********            *********
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