Capítulo 5. Sin Vigilancia

2754 Words
La alarma del despertador suena a lo lejos, abro los ojos para descubrir que me quedé dormido viendo televisión, el despertador continúa sonando en mi habitación, con mucho esfuerzo me levanto lentamente y camino a detener el sonido antes que mis tíos se despierten del ruido y comiencen a golpear el techo con el palo de la escoba.   Me desnudo y me meto a la ducha con afán, me baño rápidamente y me visto para ir al trabajo, me doy cuenta que he olvidado alistar mi uniforme, de manera que tengo que correr alistando todo, cojo mi maleta y reviso que todo lo que necesito esté dentro. me pongo los zapatos, abro la puerta y salgo, luego me aseguro de cerrar bien la puerta de manera que no esté todo el día pensando en si cerré bien, bajo las escaleras y abro la reja, salgo y halo hasta ajustar bien, pero no me preocupo por llaves y salgo lo más rápido posible rumbo al paradero, a lo lejos al bus, lo identifico por el número grande y digital que lleva al respaldo, corro para alcanzarlo y veo que aún hay fila de subida, respiro mientras es mi turno de pasar el torno de acceso del bus y cuando subo, veo que hoy me ha tocado de pie todo el viaje   Una hora y cuarto más tarde, me bajo del bus y camino las siete cuadras al sur hacia mi trabajo, son las siete y veinte minutos, justo a tiempo para subir y estar a la hora precisa en mi puesto; miro en todas direcciones al entrar en el ascensor y sin reconocer a ninguno entro y giro para el frente, salgo en el piso 19 y al llegar a la oficina, sólo está Samuel, lo saludo y voy a mi puesto a continuar mi trabajo. Pocos minutos después llegan los demás de a uno en uno y la oficina cobra vida, se rotan documentos, se discute algún tema del trabajo o de política del país, se continúa trabajando sin parar hasta las 10 a.m. cuando salen algunos a tomar una merienda en la cafetería pequeña del mismo piso, y aunque Claudia y los otros me invitan, evito ir; ya que si bien no he desayunado, quiero evitar verme con Andrea. Lo sé, es un poco inmaduro, pero como le prometí a María Dolores ayer, quiero meterle el hombro a la relación.   Al almuerzo subo al piso 21 y tomo mi almuerzo al igual que el día anterior, de nuevo me siento con Laura, quien me cuenta un poco más de su familia, es la mayor de tres hijos, pero ella es la única hija del matrimonio, sus dos hermanos menores son hijos solo de su madre y de otro hombre, del cual no le apetece hablar, le comento que mi relación la estoy percibiendo en un buen momento y le comento además que esa tarde saldremos sin la vigilancia de los padres de María Dolores, por lo cual me felicita, nuevamente me insiste en querer tener una cita para algo rápido, pero sin compromisos con cualquier hombre bueno que llegara a su vida, pero afirma rotundamente que no ha llegado ninguno bueno que solo quiera eso, de manera que cerrando la charla solo puedo decirle: - Ya llegará tu día. Sonreímos y quedamos de almorzar de nuevo el lunes.   El resto de la tarde me la paso juicioso en mi oficina, casi no me meto en las discusiones de los muchachos por más divertidas que parezcan, así que el trabajo me rinde un montón. Unos minutos más tarde, volteo a ver la hora en el ordenador y veo que faltan cinco minutos para las 5p.m., comienzo a alistar mis cosas y en ese momento se levanta Andrés, sale afanado de la oficina y regresa a las 5 en punto de mal genio. Me despido de todos, pero él no me responde, lo que haya sido le daño el día, pues antes de salir estaba casí llorando de la risa de algo que dijo Felipe, así que hago de cuenta que no ha sucedido nada y sigo mi camino hacia el ascensor.   Ingreso y desciendo con la misma indiferencia que al subir, cuando siento que un dedo me puya en las costillas del lado derecho, me sobresalto y veo que diagonal a mí con una persona de por medio, una mujer disimula mirando al techo del ascensor y tiene una sonrisa dibujada en su rostro, evito mirarla mientras termina el descenso, y al salir pauso un momento para saludarla.   - Hola Andrea, ¿Cómo estás? - Hoola tu, no te había visto, ¿Cómo estás? Veo que ya empezó a jugar - Bien gracias Andrea, hoy ha sido un día largo. Caminamos mientras hablamos a la puerta del edificio, al cruzar la puerta se asegura que no haya nadie y me dice: - ¿Vamos? Quiero responderle, pero en ese momento veo una camioneta 4x4 que reconozco a distancia y cuya conductora hace sonar la bocina mientras me sonríe.   Alcanzo a decirle adiós con la mano a Andrea, mientras camino hacia la camioneta, y siento que una mirada desde la espalda me acusa de algo no muy agradable, voy sonriendo y al llegar a la camioneta, abro la puerta y saludo a María Dolores, quien ya no me sonríe y me dice: -          Amor, ¿Quién es esa mujer? -          Es Andrea, la mujer de la que te hablé ayer, y también estoy bien gracias. -          Hola amor, ¿Cómo estás?, perdona es que si estaba pendiente de ti, pero esa mujer nos mira muy feo, ¿Qué le hiciste? -          Yo amor, nada, o nada que yo sepa. Con esto iniciamos nuestro viaje hacia un centro comercial y nuestra charla continua -          ¿Cómo te fue hoy amor? – Dice ella -          Bien amor, estuve juicioso concentrado todo el día -          ¿Estás llegando a tiempo? -          Si amor, llego justo a las 7:30, apenas para poder arrancar a tiempo y salir a tiempo también. -          Eso está bien amor, eso lo ven los jefes y así te ven como responsable. -          ¿Estás desayunando? -          No amor, no alcanzo, estoy llegando muy cansado a la casa, anoche me quedé dormido en la silla de la sala viendo televisión, ni sé cuándo me dormí, no pensé nunca que trabajar en una oficina fuera tan agotador. -          Ja ja ja, Si amor, es así, yo te había dicho, pero tu creías que te esquivaba. -          Si, perdón por eso. -          Bueno, pero al menos comes algo al llegar, ¿Verdad? -          No amor, bueno, ayer si, pero hoy no, me invitaron pero no quise ir -          ¿Por qué no, estás enfermo? -          No amor, es solo que como hablamos ayer que no te gusta que hable mucho con Andrea… No puedo terminar de hablar y ella me interrumpe. -          ¿La señora que vimos a la salida? -          Si amor, como me dijiste eso, decidí no ir, aunque me invitaron los compañeros. -          Humm amor, gracias por comprender, pero no, no puedes evitar reunirte así con tus compañeros de oficina, eso te quita puntos, pues te empiezan a ver como el parche n***o de la oficina, busca que se equilibre, unos días sí y otros no, vale?, y si puedes seguir evitando a esa señora tan rara, te lo agradezco mucho. – Por cierto que no es que se cuide mucho, ¿Verdad? -          Je je amor, en lo que te fijas. -          No amor, no es en ánimo de criticar, no me malinterpretes, sino que como te ves, refleja lo que te quieres, y no, no lo digo por estereotipos, sino que científicamente se ha comprobado que un cuerpo sano, puede no estar lleno de músculos, pero definitivamente se ve más dinámico. -          Bueno amor, de eso sabes tú más que yo, tú eres la que lee esas cosas, pero no sé si sea el caso de ella. -          Bueno como sea, entonces ¿Qué estilo quieres tener el domingo? -          No sé amor, quizás un traje elegante con chaqueta y todo n***o, eso sería genial. -          No amor, eso es muy triste, ni que fueras a un entierro, debes verte juvenil, si eres menor que yo, no te vas a ver como mi papá, ja ja ja. -          Está bien, entonces ¿Qué?¿Un jean y camiseta? -          No amor tampoco soy tu mamá, debes verte juvenil, pero elegante, más dinámico, vamos a ver ¿Vale? -          Si vale Seguimos discutiendo otros temas mientras uno a uno los semáforos permiten el avance del caos de tráfico de la ciudad a plena hora pico, al cabo de media hora llegamos y entramos al parqueadero subterráneo,  y subimos por el ascensor al centro comercial. Es un lugar muy bonito, todo es reluciente y brillante, muy bien iluminado y se respira un aire a dinero y lujo, entramos a varias tiendas de ropa y de cada una nos llevamos algo, al final María Dolores me compró dos conjuntos de pantalones, sacos y camisetas muy bonitos, uno de ellos en específico le causó una mirada que no le había visto nunca, como si me viera realmente bien y un toque de picardía en sus claros ojos verdes. Volvemos al parqueadero con las compras, y volvemos a subir, vamos a comer a un restaurante, ella quería algo sencillo, y yo una hamburguesa gigantesca, y sin embargo, algo le ocurrió a su conciencia y al final optamos por comer en la plazoleta de comidas, pedimos un par de combos con todo, y ella miraba su comida con un placer que no le conocía, reímos mucho y luego de un rato fuimos por helado, terminamos en el cine viendo una película de terror, algo que a ella le aterra, pero nos abrazamos mientras la película, y al finalizar veo que tiene sus ojos apretados y tiene el pulso acelerado, la consiento y la abrazo y por un impulso le doy un beso en la frente, ella levanta la mirada y con sus ojos húmedos me mira y me da un beso en los labios. Tanto ella como yo hemos quedado sorprendidos, pero es bueno saber que por parte de ella las cosas se están afianzando, yo por mi parte también estoy feliz y decido que es hora de ir dejando ir el recuerdo de Esmeralda. Se encienden las luces, y los acomodadores nos van indicando las filas que deben ir saliendo para agilizar la salida, luego nos toca nuestro turno de levantarnos y salir, llegamos afuera y ella va al baño, yo por mi parte hago lo mismo aprovechando el momento. Al salir, veo que aún se encuentra dentro y decido esperarla, veo que muchas mujeres salen pero ella no, luego la veo desde la puerta en el reflejo del espejo del baño y veo que tiene los ojos rojos y las pestañas húmedas, espero a que salga y le pregunto si está bien, solo asiente y me dice que si, es solo que se dio cuenta al igual que yo, que se está enamorando. Sólo puedo sonreír y decirle que siento lo mismo de mi parte y la abrazo de frente, y siento por primera vez todo su calor, todo su cuerpo, es tan delgada que la puedo abrazar y siento que puedo llegar a apretarla más contra mí; nos quedamos un rato abrazados, yo con mi cabeza en su hombro, y ella con su cabeza en la mía. Al cabo de un tiempo nos soltamos y nos agarramos de la mano, le doy un beso suave sobre sus labios y sonreímos al tiempo, vamos al ascensor y bajamos al parqueadero, ella paga la salida y nos subimos a la “Duster” blanca, arranca el motor y pone música. Nunca había escuchado música como esa, es de alguna artista nueva que a ella le gusta, parece pop, pero hasta donde mi inglés alcanza, habla de un nuevo amor; me lleva hasta mi casa y al bajar me da un beso más especial, le correspondo con pasión y luego se sonríe y me dice: - Despacio amor, me ha gustado mucho ésta cita contigo. Veo que mis manos le están consintiendo los senos sobre su blusa azul claro, bajo su saquito blanco y sintiendo como crece algo en mis pantalones y un calor me sube por el rostro, asiento con la cabeza, le robo un último beso y le digo: -          Hasta el domingo amor, me llamas cuando llegues a tu casa. Abro la reja y subo rápido a mi apartamento y al entrar veo que arranca su auto, entro rápido y sin cerrar voy a la ventana y lo sigo con la mirada hasta la salida de la avenida principal, luego que gira, vuelvo mis pasos y voy a cerrar la puerta, me descalzo y me quito mi uniforme, parece un traje azul medianamente formal, y realizo mi rutina para organizar mi ropa, cojo la cesta de la ropa sucia y la ordeno para llevarla a lavandería al día siguiente. Al cabo de unos cuarenta minutos suena mi teléfono, ya estaba buscando en el televisor algún nuevo programa interesante cuando entra la llamada de María Dolores. -          Hola amor, acabo de llegar -          Hola amor, eso está bien, ¿Ya entraste a tu casa? -          No amor, estoy aún en el carro, pero ya voy a salir, estaba atendiendo una llamada de mi jefe que quiere que la apoye en un negocio el domingo, pero le dije que justo tengo un compromiso familiar, así que no puedo verla. -          Ah bien, pero amor, tú no tienes horario los domingos. -          Lo sé, pero no creas que todo es lujo y comodidad en mi trabajo, aveces toca hacer ciertos sacrificios para mantener el empleo, y como sabes ya llevo 5 años en esa empresa, no quiero ponerme ahora a pasar hojas de vida. -          Claro amor, pero tú no necesitarías eso, puedes trabajar en las empresas de tu papá. -          No amor, no empieces, sabes que los amo, pero no soportaría estar con ellos las 24 horas del día los siete días de la semana. -          Bueno, en eso si te comprendo completamente, yo vivo a seis cuadras de mi padre, pero parece que lo tuviera también encima mio. -          Eres un exagerado, tu te alejas bastante de tus padres. -          No amor, es cierto, mañana después de una mañana de aseo en la casa y de llevar la ropa a lavar, debo ir a almorzar con mis padres. -          Bueno, pero ¿Hace cuánto no los ves? -          Desde el domingo pasado. -          Está bien, tú ganas, nos tienen igual de controlados. Sabes qué, hoy entendí tu queja, disfrute mucho nuestra salida, sólo porque no tenía que estar llamándolos, creo que es hora que ellos también sean conscientes de eso. -          Si amor, y es que no quiero echarle más leña al fuego, pero somos adultos, sabemos lo que queremos, no es necesario que nos vigilen tanto. -          Si pero bueno “señor quejas”. – Dice esto último poniendo énfasis en esas palabras, lo que hace que me sienta un poco incómodo, pero me causa gracia.- Tampoco te quejes que para tener una relación arreglada te vi bastante contento y rápido con esas manos. Un calor me sube por el cuerpo y no puedo evitar sonreír cuando me dice esto, y sólo acierto a decirle: -          Si amor, perdón, es que me dejé llevar. -          Tranquilo, te estoy molestando, la verdad me gustó todo hoy, incluso eso, pero sigamos despacio, que mira todo como nos va saliendo de bien. -          Si amor, lo que tu digas. -          Te amo -          Yo te amo más Con esto cuelga la llamada y siento que tengo una cara de bobo de todas las cosas bonitas que estoy viviendo con María Dolores. Dos horas más tarde, mientras me preparo para dormir, me doy cuenta que ella tiene razón, despacio nos vamos conociendo mejor, que ella está haciendo todo para que yo esté feliz cuando estoy con ella, y que yo debo seguir poniendo lo mejor de mi; me siento en la cama, verifico la hora del despertador a las 7 de la mañana y apago la luz de la lámpara que tengo encima de la mesita de noche, me acomodo una mano detrás de la cabeza y cierro los ojos, y mientras revivo lo ocurrido con María Dolores en la tarde, me quedo dormido con una sonrisa.
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