101. PERSECUCIÓN

2140 Words
Oz Regresábamos a casa Bells, Clyde y yo en el auto de este discutiendo algunos detalles del caso, sin embargo, una vez nos adentramos a la calle correspondiente vi a alguien correr a lo lejos y varias casas más adelante subió a un vehículo cuya matrícula logré ver, se notaba era un auto de alquiler, pero la velocidad con la cual salió me alarmó el doble. —Detén el auto. —¿Qué ocurre? —pregunta Clyde. —¡Detén el maldito auto! Frenó en seco y bajé de inmediato corriendo directo a casa encontrando la puerta a medio abrir, no había que ser un genio para saber lo ocurrido y recorrí rápidamente con la mirada el primer piso, vi la puerta de mi habitación moverse ligeramente y al acercarme con Clyde y Bells detrás de mí vi a Livi arrastrándose a gatas, estaba malherida, la revisé rápidamente en lo que Clyde me ayudaba con ella y Bells llamaba a emergencias informando toda la situación. —¿Dónde está? —Madison… lo… tie…ne —menciona Livi entrecortadamente y cae desmayada. Una exorbitante ola me arrastró a toda velocidad hasta mi auto, siendo las voces de Clyde y Bells las que se perdían entre el colérico oleaje de mi oscuridad que coreaban mis voces; mientras mis demonios alistaban sus armas cual campo de guerra con el enemigo pisando los talones. Me olvidé de todo en ese instante siendo el rostro de Madison con mi hijo en brazos lo único que se repetía en mi mente además del vehículo y la matrícula que vi. Busqué en mi compartimiento secreto la navaja y una pistola robada que aun conservaba conmigo, tenía un par de culebras de las cuales no me fiaba y por eso siempre iba armado, pero con las cosas a este nivel en mi vida era mejor que buscaran a otro y no a mí. Preparé todo en mis bolsillos aumentando la velocidad a la vez que mi adrenalina se disparaba y mis demonios me controlaban. En menos de diez minutos logré dar con el auto ante el desorden en la carretera que había dejado la muy estúpida en su afán de huir. Había cerca de seis vehículos separándonos, mas ella toma un desvío saliendo de la ciudad con rumbo al bosque, no sé si lo tenía planeado o fue algo deliberado, pero tampoco tenía tiempo y mi hijo mucho menos, desgraciadamente él iba con ella y disparar a las llantas no era una opción, así como tampoco a los vidrios sin llegar a lastimarlo. Un recuerdo en específico invadió mi espacio llevándome al día en que me reencontré con Ismael en el bosque y es entonces cuando usé la misma estrategia, de pronto el cielo oscureció liberando una fuerte tormenta que aceleró mi pulso y saqué otra arma del compartimiento, veía a Madison acelerar a la distancia y disparé estratégicamente llevándola por un camino muy especial, esto alargaría mi maldita persecución, pero al menos la llevaría a la boca del lobo. Inesperadamente se escucha el rechinar de las llantas seguido de un golpe, desvié el auto y me bajé corriendo a todo lo que me daba el cuerpo en medio de la tormenta, ahora estaba en mi territorio y aquí solo mandaba yo, nadie se adentra en mi infierno sin conocer cada círculo de este. En cinco minutos llegué a su auto encontrando dos puertas abiertas, cerré mis ojos prestando suma atención al sonido de cada rama, cada gota, cada hoja siendo golpeada con ímpetu y la encontré. Igual que una pantera en la selva, corrí a toda velocidad tomándome diez minutos escuchar el llanto desesperado de mi pequeño y el incontrolable jadeo de su repugnante ser que sostenía lo más sagrado para mí. Saqué la primera arma que había ocultado en mi campera y sin detener mis pasos disparé a un árbol haciéndola chillar asustadiza haciendo justo lo que quería, disminuye su andar y desvía la ruta, apunto nuevamente y disparo; provocando otro chillido en ella que me deleita, nos inunda a mí y a mis voces junto al eco del proyectil. Entonces llega mi número favorito y con ello el lugar que deseaba para ella, mas este tiro debía ser quirúrgico pues de él dependía la forma en que caería mi hijo de sus brazos, en mi cabeza analizaba todos los panoramas, ángulos según su agarre y el terreno al cual nos aproximábamos que ahora quedaría un poco enlodazado. Levanté mis brazos asegurando mi vista al objetivo y vislumbré a mi pequeño quien se removió en los brazos de ella, me veía, entre sus agitados ríos me veía con terror, esperanza, dolor. —¡¡PAPÁ!! El martirizante grito de su aguda vocecilla infantil se mezcló con recelo en la furia del fiscorno musical de mi arma, seguido al alarido doliente de mi presa quien cae escurridiza en un nimio lodazal sirviendo de colchón a mi pequeño, él instintivamente se aleja un poco sin abandonar su desconsuelo quedando sentando en medio de esto sin saber qué hacer y ella se arrastra dándome la cara. —Jamás di tantas oportunidades a alguien como a ti, Madison, y todo porque ellos insistían en poner mi enfoque en algo realmente importante. —¡Púdrete imbécil! Ella intenta tomar a mi hijo queriendo usarlo de escudo y la cuarta bala perfora por segunda vez su pierna alojándose esta vez en el muslo, entretanto, la primera gorgotea su pútrida sangre por debajo de la rodilla. —¡No te atrevas, no otra vez! —bramé en infernal odio. Me acerqué tomando a mi pequeño quien le daba vida nuevamente a mi pecho con su existencia, se aferró a mi cuello ensordeciéndome con su angustia que se tornaba inevitablemente en la mía y un pensamiento movió mi otro brazo, que, pese a la penumbra del atardecer, sabía bien a dónde apuntar y a su vez un coro interno palpitaba la craneal prisión resguardante de mi bestia sedienta de su vino carmesí. —¡No Oz! ¡Así no! —¡Lento y doloroso! —Sabes que no lo quieres rápido, el banquete se disfruta por partes. —No merece ese final, ella no. —¡¡Sácale los sesos!!, pero primero que conozca cada órgano de su despreciable ser. —¡Eres un imbécil por escuchar a esos idiotas! —¡¡¡Sí!!! ¡¡Tortúrala, pedazo de cretino!! Maldigo las voces de mi cabeza. —¡¡OZ!! Estupefacto, abrí mis párpados sin comprender si ahora esa maldita voz era parte del repertorio, había pasado a otro nivel de locura o en verdad estaba a metros de mí. —¡Detente Oz, no lo hagas! —se pronunció una segunda voz. Bastó con ver los ojos de ella desviándose a mi lateral comprobándome que no era parte de mi locura, en verdad estaban Clyde y Bells conmigo. —Hijo, baja el arma, la policía viene en camino —intercede Clyde. —no arruines todo por lo que has luchado, ella no lo vale y lo sabes bien. —Deberían estar con Livi —articulé sin apartar la vista de ella. —Ella va camino al hospital y hablé con Raquel para que esperase por su llegada —informa Bells tan nervioso como Clyde. —Suelta el arma. Se acabó. Ganamos, con esto ganamos —pronunció y negué lentamente con mi cabeza. —No, esto no se queda así, ella no puede salir como si nada… no después de lo que nos hizo. —Oz… Oz, entrégame a Travis, debemos hacer que lo revisen. De reojo, vi a Bells acercarse cauteloso hasta mí, pegué mi mejilla a la cabeza de mi pequeño admirando el odio en los ojos yacientes frente a mí que anhelaban retomar el control. —Debes irte mi pequeño —murmuré en su oído. —debes ir a casa con tu madre. Su agarre se hizo más fuerte, el dolor era inexistente en la carne que él me arrebataba y yo me fracturé en la detestable encrucijada que el destino me puso. —Mi pequeño, debes ir con mamá —hablé con cariño. —vamos a colorear con ella y ver tu película favorita —acariciaba su espalda dándole confort. —comeremos unas galletas con leche y dormiremos arrullados con su voz. Él intenta levantar su rostro, pero interpongo mi mejilla para que no lo haga, no deseo que me vea nuevamente con un arma apuntándole a esa… cosa. —Oz, suelta el arma —ordenó Bells. —yo me encargaré de que no quede ningún registro para ti, alegaré que fue en defensa propia. —¿Acaso no fue así? Pese a la ira desencadenada por sus palabras modulé mi voz para no alterar más a Travis. —Lo fue hijo, tranquilízate. —De todas las malditas personas en mi puta vida, Clyde, justo tú tenías que aparecer, justo tú tenías que alterar mis planes. —Oz… Mi vista pasó a la suya con la lava recorriendo mis venas al recordar tantas cosas de golpe, mis voces bateaban mis neuronas con las memorias más oscuras vividas hasta ahora y con las más siniestras que anhelaban cumplir. —Deja de mirarme como si fuera un maldito psicópata… aun cuando lo sea. —Oz, no te veo de esa manera, pero debes comprender que solo necesitas un segundo para cambiar tu vida… solo uno, hijo. —No soy tu puto hijo, no soy el hijo de nadie. Algo más hablaba por mí, algo muy oscuro se apoderaba de mi voz, de mis pensamientos, de mi alma… y lo dejé, permití que se manifestara concentrando lo único bueno de mí en mi brazo izquierdo donde reposaba mi pequeño, donde lo mantenía a salvo de todo, de ella, de la vida, incluso de mí. —Bells —coordiné mi corazón con mi voz. —toma a mi hijo y llévalo al hospital, este clima empeorará su salud y cuanto más tiempo pase aquí será peor para él, y pide a Raquel que llame a Borson y Renné para que lo atiendan cuanto antes. Retiró su americana, tomó a mi hijo en sus brazos cubriéndolo con esta y en ese instante siento la mano de Clyde tratando de arrebatarme el arma, mas en un rápido movimiento de muñeca lo esquivo y apunto a su rostro sin importarme nada. —¡Llévatelo ahora! —ordené y Clyde le asintió haciendo que Bells saliera de ese lugar con mi pequeño. —¿Acaso piensas matarme? —No sería la primera vez que lo pienso, pero, si lo hago, sería la única vez que lo consiga. Su mirada se pierde en nuestro entorno fijándola en donde estaba Madison y digo estaba, porque al apartar la mirada de ella la escuché escabullirse entre los árboles. Que no vea a mi presa, no significa que la pierda de vista, pasé muchos años viviendo en el bosque llegando a reconocer cientos de sonidos en medio de él y sin importar cuánto tiempo viva en casa de Clyde, mi instinto animal sigue latente. —Lárgate de aquí y cuida de mi hijo y tu nieta, ellos te necesitan más —apunté entre sus ojos. —Ven con nosotros, la policía está aquí y seguirán buscándola, ahora está condenada y lo sabes. —Ella está condenada desde que permitió que me drogaran con esa mierda hace dos años ¡¡la única puta diferencia es que tú no me dejaste asesinarla en todo este tiempo!! —escupí con furia. —Esa fue tu decisión, siempre ha sido tu decisión. La mezcla de mis recuerdos abatía flagelante mi alma cruelmente junto a Cristo. —¿Por qué Clyde? —me mira sin comprender. —¿Por qué me pediste que me quedara? ¿Por qué Ismael me pidió que me quedara con él esa noche? —murmullé en un mar de confusos recuerdos. —Hijo, baja el arma y vamos al hospital… por favor. —Dijiste que si me graduaba me lo dirías y no dijiste una mierda —mi oscuridad me cubrió en su manto una vez más. —Solo son mentiras… igual que todo… eres igual que todos. —No es así. Vamos a casa, nuestra familia nos espera. —YO NO TENGO UNA MALDITA FAMILIA SAMUEL CLYDE ¡TODOS ELLOS ESTÁN MUERTOS! Salí corriendo sin darle tiempo a nada, con sed, con hambre, con el centellear de cada relámpago alumbrando el camino que conocía en el negruzco boscaje que fue mi casa, las tierras de este animal salvaje, aquel que ahora perseguía galopante a la escurridiza alma que osó posar sus falanges en mis tierras, en mi propiedad, en mi tesoro, en lo único bueno que hice bien en mi vida. Bajo la tempestad que baña mi ánima liberaré mis demonios para capturarla… Esta noche, no habrá piedad para nadie.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD