103. LA LETRA CON SANGRE ENTRA

2445 Words
Samuel La última semana ha sido un calvario para todos. Desde aquella noche no supe más de Oz, tan solo vi su silueta perdiéndose en las profundidades del bosque siendo la lluvia la que ocultaba sus pasos. Pensé varias veces en ese momento ir por él y continuar insistiendo en que la dejara ir, pero sabía que sería inútil, realmente soportó mucho tiempo sin hacerle nada por petición mía y quizás, pero tan solo quizás, esta vez era mi turno de hacerme a un lado y dejarlo actuar por primera vez. No digo que no me importe lo que ella le hizo a mis nietos, pero desde hace muchos años me quité la idea de buscar venganza por mano propia y en vez de eso, opto por lo general en recurrir a Bells si las cosas se salen de mi control, mas esta ocasión era diferente, no era mi vida ni mi decisión, pero sí es algo que me afectaba profundamente y más al querer salvar su alma, al desear alejarlo de esos recuerdos tan oscuros de su pasado, aquellos que no quería que volviese a revivir. Aun así, debí permanecer todos estos días en el hospital siendo hoy cuando le darán el alta a Livi y Travis, ella quedó bastante malherida, especialmente en su rostro, pero increíblemente estaba sin ninguna herida severa internamente, quiero creer que Dios y mi familia, en donde quiera que estén, la protegieron tanto como fue posible, pues según la declaración que dio a la policía, era de no creer que hubiese soportado tantos golpes por parte de Madison. En cuanto a Travis. Borson y Renné lograron actuar a tiempo aquella noche, le dieron una ducha con agua tibia, lo hidrataron y aplicaron como refuerzo una pequeña dosis de leucocitos que mantenía Oz reservados en casa. Según dijo, sería importante como precaución considerando su debilidad pulmonar, especialmente a las bajas temperaturas y con la tormenta de esa noche mucho más, por suerte el pequeño está bien, solo lo tuvieron en observación y las pesadillas fueron su mayor tormento, pero físicamente se mantuvo muy estable. —¿Otra pesadilla? Pregunté a Livi al ingresar a la habitación, encontrándola con Travis en brazos quien sollozaba un poco y ella asiente triste en lo que sigue consolando al niño. —Creo que esta vez tardará un poco más en reponerse. —No te preocupes, para eso estamos aquí, entre todos haremos que se vayan sus pesadillas y con suerte no recordará nada al crecer. —Eso espero abuelo, en verdad no quiero que esas pesadillas lo atormenten el resto de su vida, lo que menos deseo es que tenga el más mínimo recuerdo de esa mujer. Ante la profundidad de su voz cada que la mencionaba, era evidente que algo había calado profundo en mi nieta por culpa de Madison, una semilla de odio estaba plantada en ella. No quiero que estos acontecimientos cambien su esencia, porque una cosa es hacerte fuerte ante las adversidades, pero otra muy distinta, es un hecho que te marque tanto que borres todo lo que eres transformándote en alguien completamente diferente. Igual no mencionaba nada de estos pensamientos, todo estaba muy reciente y sé que todavía tardaría un poco en cerrar esa herida en ella, pero no podía relajarme, al contrario, debía estar muy al pendiente de todo y todos. No obstante, era la ausencia de un integrante quien seguía afectándome todavía, temía lo peor y a su vez quería confiar en su palabra, pero mil cosas me rondaban la mente, mil cosas me torturaban, quizás, como las voces de su cabeza… Creo que estoy tan loco como él. (…) —Bells. —¿Oz? ¡Maldita sea! ¿dónde estás? Llevamos toda la semana buscándote como locos. —Te espero en el 29 Hulfish St. Trae la chequera que no creo que te alcance el efectivo en este lugar. —Espera, espera ¿qué está pasando? —¿Tú qué crees? Acabo de volver del infierno. Ahora, sé un buen maldito samaritano y ven acá de inmediato que no tengo mi billetera y mi cuenta saldrá alta después de estar tantos días sin comer. —¿Dónde está Madison? —murmuró Bells al otro lado de la línea. —En alguna parte del acueducto Millstone. La policía va para allá, recibieron una llamada anónima sobre una pareja que discutía muy fuerte y se escucharon disparos en la zona, pero no lo escuchaste de mí. —Mierda, ¿está muerta? —Paga mi cuenta y te lo diré. (…) Una semana antes Oz La lluvia no cesó en las siguientes seis horas transcurridas, pero al menos sí pude llegar a una gasolinera a las afueras de la ciudad donde tenía un contacto que me debía un favor, tomé el auto de él y metí a Madison en el maletero viajando después hasta el cementerio de Riverview, ubicado en la ciudad de Trenton. La ventaja de este lugar es que se encontraba al lado del río Delaware, mismo que separa al estado de Nueva Jersey y Pensilvania, siendo el lugar perfecto para cometer cualquier crimen. Llegados al cementerio busqué un mausoleo en específico, moví la lápida una vez me aseguré que no hubiese nadie e introduje la llave abriendo la compuerta del sótano al cual me dirigí arrastrando el cuerpo de ella, la coloqué sobre un catre encadenándola en las muñecas y tobillos y después fui a una habitación contigua donde hice una llamada al propietario para cobrarme otro favor, el cual no tuvo inconveniente en cedérmelo los días que lo llegase a necesitar. Es increíble que en un año obtuviera tantos contactos en el bajo mundo, pero bien tenía sus ventajas siendo este lugar uno de ellos, pues nadie buscaría en un cementerio y deshacerse de un cadáver aquí era pan comido. Una vez confirmado vi todo lo que había a la mano, teniendo una reserva de comida, enlatada, pero comida al final, también había ropa, guantes y demás utensilios que me servirían bastante para lo que quería hacer. Lo primero que hice fue darme una ducha, aunque solo dejé que el agua fría recorriera mi cuerpo buscando el equilibrio que necesitaba, después vestí un overol n***o que había en un gabinete, otras botas y colgué mi ropa, preparé todas las herramientas que necesitaría y con todo a la mano me vi en el espejo del baño repasando cada línea de mi rostro, me sentía extraño, era como estar lleno de mil pensamientos y a la vez estar vacío, entonces comprendí que quería estar en casa durmiendo con mi pequeño, quería sentir el perfume de algodón que tanto me fascina en él. Busqué una fotografía que guardaba siempre en mi campera y quedé embelesado viendo las mejillas regordetas y sonrojadas de mi hijo. De pronto, el recuerdo de su incesante llanto en mi oído borró la sutil sonrisa que me había sacado su imagen y el odio volvió a mí, entonces supe que debía hacer una llamada más. Ingresé una clave en la línea para que no rastrearan la llamada y marqué al hospital solicitando hablar con Borson, tardó un poco en contestar, pero al final lo hizo quedando un poco asombrado por toda la situación e informándome del estado de Livi y mi hijo. —Dile a Clyde que te lleve un frasco con los leucocitos y aplica un tercio de la dosis, espera las siguientes doce horas para saber cómo reacciona su cuerpo y acorde a eso, le inyectas otro tercio o esperas las siguientes doce horas. —De acuerdo ¿algo más? —Sí, inyéctale a Livi el medicamento en el cual trabajamos el último mes, tengo una muestra en casa lista y aprobada. —¿Y cuándo me hablarías de eso? —preguntó con fingida indignación. —Disculpa cariño, tenía planeado llevarte a cenar para darte la sorpresa, pero una rubia se interpuso en mi camino —solté sarcástico. —prometo que en cuanto termine con ella te lo compensaré llevándote a un lujoso restaurante. —Eres un imbécil —ríe por lo bajo. —Me lo dicen seguido —encendí un cigarrillo al encontrar una paca en un cajón. —Otra cosa Borson, no debes decirle a nadie que hablé contigo, absolutamente nadie. —¿Y cómo le indicaré a Clyde del medicamento? —Él sabe cuál es el de Travis, para el frasco de Livi dile que tome el 1509. —¿Su cumpleaños? —menciona irónico. —¿Celoso? Tranquilo primor, también tengo uno con tu nombre y fecha de nacimiento. ¿Sabes qué? mejor haz una reserva para dentro de una semana en el restaurante que quieras, solo lo mejor para ti mi vida. —Nos divertiremos bastante el otro año en Europa. —Eso espero. Ahora si me disculpas, debo irme, una rubia me espera. —Disfrútala. —No dudes en que así será. Colgué y fui con Madison al escuchar sus gimoteos indicándome que estaba despertando, me acerqué sentándome a su lado e inundé mis pulmones del tabaco corso soltando el humo en su cara, tosió viendo a su alrededor con dificultad y entonces obtuve toda su atención. —Antes de que digas una palabra —mencioné dando otra calada. —te sugiero que te relajes, en este lugar no tienes protección de nadie, solo estaremos nosotros y salir de aquí no será nada fácil. —¿Me matarás? —preguntó haciéndose la ruda. —Desde que volviste a mi vida el año pasado es lo que más he deseado, pero hay dos cosas que lo impiden ¿Sabes cuáles? —No —solté el humo hacia arriba viéndolo mezclarse con la luz desde esta perspectiva. —Le prometí al viejo que no lo haría y también… —vi sus ojos pensando en los meses de su embarazo. —porque no deseo darte ese regalo. Porque la muerte, así como la vida, son un regalo muy especial Madison. Me levanté tensando bien las cadenas en lo que ella gritaba pidiendo ayuda a la vez que lanzaba mil blasfemias a mi nombre, introduje una pelota en su boca y acomodé una correa en su cabeza impidiendo que pueda escupirla, después rasgué sus prendas admirando su cuerpo, especialmente la cicatriz de la cesárea, aquella que me hacía tan feliz al saber que mi pequeño ya no habitaba ese recipiente putrefacto. —Si mi hijo no hubiese nacido con el diagnóstico de mierda que tiene por tu culpa, estoy seguro que me habría inclinado por ser cirujano —mencioné repasando su piel con la yema de mis dedos. —desde que empecé en mi primer trabajo como conserje, comencé a sentir mucha fascinación por el cuerpo humano llegando a tomarle respeto y admiración. Tomé algunas cosas de la pared acomodándolas en una mesa más cercana al catre y aparté su ropa en una esquina. —Dicen que la venganza es un postre que se sirve frío y como postre, es importante saborear cada bocado —tomé un cuchillo de sierra arrastrándolo en sus temblorosos muslos. —lo repasas en tu paladar, dejas que inunde cada papila gustativa, se apodera de tu olfato y entonces, si el postre fue hecho adecuadamente, puedes tener un maldito orgasmo. Tomé su cabello con fuerza acercándome a su rostro con herramienta en mano, presioné lentamente dejando un camino muy superficial y sus lágrimas seguidas de las pequeñas marcas carmesí, brotaron. —Tú cambiaste mi vida, Madison, le diste un vuelco completo igual que lo hicieron otros dos hombres antes de ti. —tomé unas pinzas pequeñas dejando el cuchillo entre sus tetas y las coloqué a un costado de su nariz. —Diría que también te pareces a la mujer que me dio la vida, pero la verdad no es así, al contrario, en parte te respeto más de lo que la respeto a ella, al menos tú tuviste las agallas de adentrarte a la cueva del diablo y darle frente, lo que ella nunca hizo, ¡pero! —moví la herramienta hasta su labio inferior. —al menos ella reconoció previo a morir que prefería verme muerto antes que seguir sufriendo, me deseaba la muerte más rápida posible y quiso darme en adopción para no terminar en las garras de mi creador… lástima que no insistió. Hice tres cortes pequeños en sus labios y arranqué el piercing que colgaba de su nariz, se lo enseñé orgulloso y lo arrojé lejos de nosotros. Dejé todo a un lado moviendo las cadenas permitiéndole quedar suspendida y obteniendo una mejor vista de su cuerpo, repasando bien lo que haría. Considerando el hecho de que no debía asesinarla, tenía que buscar la mejor forma de torturarla, pero también debía crear mi propia coartada, una que dolería bastante. —No te preocupes Maddy, ¿así te decía Viv de cariño, no es así? —retiré el improvisado bozal dejándola hablar. —¿Cómo está ella? Esperaba que viniera contigo para reunirnos en familia —solté jocoso. —¡Maldito enfermo de mierda, no te atrevas a mencionar a esa rata traidora! —tiene un profundo odio por su hermana… interesante. —¿Qué pasó? ¿Se robó tu vestido?, ¿tu novio?, ¿una joya tal vez? ¿Qué hizo para que la odies tanto cuando antes te le pegaste como una sanguijuela para que te protegiera de mí? —¡MUÉRETE! —Ese placer no te lo daré, pero sí disfrutarás de otra función. Como bien sabes, me importa que mis amantes también disfruten del momento conmigo, yo no soy como esos perros egoístas que solo piensan en su propio placer. Retrocedí lo suficiente, retiré el overol quedando completamente expuesto ante ella y tomé un arma apuntándole, temblaba más, pero en un rápido movimiento disparé a mi pierna rozándola superficialmente, soporté en silencio el dolor y di un segundo disparo en mi antebrazo, por poco suelto un quejido, pero tampoco permitiría que ella llegase al orgasmo con mi dolor. —¿Qué estás haciendo? —pregunta con real desconcierto. Omití sus palabras, dejé el arma a un lado y comencé a golpear varias zonas de mi cuerpo con entereza, el sabor de mi sangre inundaba mi boca, el dolor lo contenía entre mis recuerdos y su cara de fascinación y desconcierto era un maldito poema… —Te enseñaré en estos días al maldito psicópata que puedo ser y sobre todo, la lección más importante de todas… La sonrisa más macabra salió de mí al poner mi mano sobre el taladro que yacía tan ansioso como yo en la mesa lateral. —¿Cuál? —preguntó temerosa al escuchar el motor encenderse amenazante. —La letra con sangre entra.
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