63. MEDIDAS EXTREMAS

2947 Words
Después de obtener una copia del historial médico y revisarlo a profundidad con Diggs, llamé de inmediato a Clyde para que nos viéramos en la cafetería del hospital, por suerte no tardó mucho en llegar y nos reunimos Livi y yo con él para explicarles todo lo ocurrido. —Esa mujer es una desgraciada ¿No puede siquiera esperar dos meses hasta el nacimiento para hacer todas sus porquerías? —comenta Livi bastante enojada. —Sí, es increíble todo esto que nos comentas Oz, pero si las cosas están en ese nivel, entonces lo mejor será que actuemos cuanto antes, no sabemos si los golpes fueron producidos por algún amante o por ella misma para inducir el aborto —complementa Clyde con la misma frustración y enojo. —Además que puede lastimarse con golpes suaves para evitar las marcas, pero cualquier cosa terminará afectando al bebé. —Hagamos algo Oz, ve a la casa de su hermana y habla con los vecinos para saber si puedes conseguir información sobre sus parejas o alguna pelea que se haya visto recientemente. Livi, tú te quedarás en el hospital cuidando de ella, sé que no te agradan, pero debemos asegurarnos que no abandonen el lugar. Por mi parte iré con un viejo amigo, él es abogado y me ayudó con todo el trámite de la tutoría de las chicas, quizás él pueda ayudarnos también con tu caso Oz. —De acuerdo, veámonos entonces en una hora aquí y si el abogado tiene buenas noticias para nosotros, entonces dile que vaya a casa en la noche para hablar con más calma, tengo un par de ideas que quiero discutir con él, pero primero necesito saber su perspectiva y también llévate el historial por si llega a solicitarlo. Todos afirmamos ante lo que haríamos y no perdimos un segundo más, Clyde se fue con el abogado después de acompañar a Livi hasta la habitación donde se quedaba Madison con su hermana, sabía que ella debía irse pronto a la universidad y así Livi tendría vía libre de esa víbora. En mi caso me dirigí hasta el vecindario, sé que Viviana no pondría un pie aquí hasta entrada la noche; así que sería más fácil moverme evitando que ella me descubriera. La ventaja de tener que soportar a Madison en las visitas, es que siempre tenía alguna queja por gritar a los cuatro vientos y ya sabía quiénes eran las mujeres más chismosas del lugar, la casa en la que vivían y cuánto la detestaban, pero lo mejor de todo, es que si algo aprendí bien en estos años es a endulzar el oído de una mujer, en especial las mayores. —Buenos días, estoy buscando a la señora Díaz. —Soy yo ¿Qué necesita? —sonreí encantador y estiré mi mano la cual tomó un poco desconfiada, entonces besé su dorso sin cortar el contacto visual dejando una suave caricia. —Me llamo Oz, verá, no quisiera hacerle perder su valioso tiempo, sé que una mujer tan encantadora como usted tiene cosas más importantes que hacer, pero su vecina Madison se encuentra en el hospital, al parecer ha tenido altercados con alguien que llegó a maltratarla y como entenderá, es un delito mayor golpear a una mujer embarazada, por eso le suplico su ayuda señora Díaz, no quisiera que nada malo le ocurriera a ella o al bebé. Tenía cara de afligido y mis ojos cristalizados producto de mi acto, uno que surtió efecto pues ella estaba sorprendida y muy conmovida. —Pasa por favor y dime Micaela —contestó dulce… ahora es mía. Nos dirigimos a la sala donde ella sirvió un té que sabía asqueroso y se sentó a mi lado para “consolarme” por mi pena. —Disculpe mi ridícula actitud señora Díaz, sé que debo verme patético ante una dama tan encantadora como usted, pero le pido me comprenda, no soporto estas injusticias y menos cuando se trata de un bebé —tomó mi mano dejándola entre las suyas aprovechando que ésta yacía en mi pierna. —Tranquilo Oz, no tienes que avergonzarte por ser sensible, se nota que eres un amor de muchacho y alguien de buen corazón. —No sé si lo sea señora Díaz, pero intento ser un buen hombre, alguien que pueda hacer feliz a la mujer de su vida. —¡Oh! mi muchacho, claro que lo eres y estoy segura que cualquier mujer sería feliz contigo, pero por favor deja de decirme señora Díaz que me haces sentir vieja. —Usted es una dama y merece respeto, y por favor, no diga que es vieja está muy joven todavía, se ve hermosa y creo que antes usted es una mujer con un corazón de oro, por eso esperaba que me ayudara. —Bueno —palmeó mi mano corriéndola unos centímetros más hacia arriba, pero no dije ni hice nada. —La verdad no sé cómo podría serte útil Oz, no me hablo con Madison ya que es una joven antipática y grosera, me encantaría decir lo contrario, pero no puedo. —Sé que ella es difícil, pero ha tenido días muy duros y más porque ha recibido visitas indeseadas, como le dije, alguien la ha frecuentado hasta el punto de llegar a lastimarla y no puedo permitir que esto siga pasando, hoy fue un golpe, pero mañana puede ser la pérdida del bebé, señora Díaz —comenté desesperado y con la voz entrecortada. —Por Dios, no pienses así Oz, eso no pasará y menos porque tú estás al frente para cuidarlos, mira, sí hay un sujeto que la ha visitado bastante, suele venir en las noches y otras ocasiones en la mañana cuando su hermana no está, se quedan encerrados por varias horas y sí se han escuchado discusiones fuertes, así como también… —coloca su mano en la mejilla mostrándose apenada ante lo próximo que dirá, pero igual evita decirlo. —Se lo suplico, dígame qué más pasó. —No lo sé Oz, no quiero sonar chismosa ni meterme en problemas —coloco mi otra mano sobre las suyas ejerciendo un poco de presión y pongo la cara más lastimera posible. —Micaela usted es mujer y sabe mejor que nadie cuánto sufren las mujeres en manos de tipos… es que ni tipos, bestias que se atreven a maltratarlas, que las ultrajan y menosprecian como si no fueran nada, cuando las mujeres son los seres más maravillosos del mundo. Deberían darme un maldito premio por esta actuación… quizás ya sé en qué me inscribiré para las electivas de ahora en adelante… —Verás, es que se escuchan… amm… ya sabes… gemidos en la casa de ella, son bastante fuertes y bueno, muchos vecinos están fastidiados con esa situación. —Comprendo, pero ¿ha pasado algo más? ¿Algo de lo que deba preocuparme? —Creo que sí, estas dos últimas semanas las cosas han sido muy intensas, los gritos son más fuertes, se escuchan cosas romperse y cuando están juntos… bueno… a leguas se nota que es bastante salvaje lo pasa en ese lugar. Tras algunas preguntas más pude obtener la descripción y los nombres de tres personas que han visitado a Madison con frecuencia, también me informó que quizás la vecina de enfrente podía darme mejor información al estar todos los días en casa, ya que ella muchas veces debía salir. —Le agradezco inmensamente por su valioso tiempo y su colaboración, no imagina cuánto me ayudó hoy. —Para mí es un placer colaborar en lo que pueda Oz, espero que puedan atrapar a ese desgraciado y que esa muchachita se comporte mejor, en especial ahora que tendrá un hijo. —Dios escuche sus maravillosas palabras Micaela, estoy seguro que el día que ella tenga en brazos a su hijo, será una mujer entregada a él y cambiará para bien. —Eres increíble, hasta pareces un sueño con lo encantador que eres, ojalá mi esposo fuera como tú. —No diga eso, estoy seguro que es un hombre muy afortunado por tenerla de esposa, sé que yo lo sería, una mujer con su carisma, colaboración y ese bello corazón que tiene no es fácil de conseguir. Ella se emociona más al escuchar todas esas babosadas y me abraza muy fuerte en lo que restriega su pecho en el mío, pero yo sigo en mi papel de inocente paloma, luego me levanto dispuesto a salir y nos dirigimos a la puerta, pero antes de salir vuelve a hacer lo mismo en lo que baja sus manos a mi cintura para pegar nuestras caderas hasta que me separo de ella y tomo sus manos. —No olvidaré nunca el gesto que ha tenido conmigo —besé sus manos muy sonriente sin apartar mi vista de ella y luego dejé otro beso cerca a la comisura de sus labios. —Mujeres como usted son difíciles de olvidar y conseguir Micaela, espero ser tan afortunado como su esposo —susurré a su oído provocando un sutil gemido y salí pronto de allí sin borrar mi sonrisa lobuna con mirada de cordero. Debí repetir la misma actuación con dos vecinas más, aunque la segunda sí llegó a sobrepasarse conmigo lanzando su mano a mi entrepierna, pero yo solo me hice el virgen en el asunto hasta sacarle la información que necesitaba, ahora el problema sería visitar a Madison sin que ellas se dieran cuenta, pero en fin, ya después me encargaría de ese asunto y cualquier cosa podía acostarme con ella, al menos debo admitir que no está nada mal para tener cincuenta y seis. A pesar de que me tomó un poco más de tiempo del establecido, logré volver al hospital encontrándome a Clyde y Livi en la habitación de Madison, él salió informándome que los dolores habían disminuido y que nos veríamos en la noche con el abogado. Así, me encargué de volver a hablar con Diggs sobre la condición de ella, algunos cuidados y demás cosas, planeaban dejarla en el hospital un par de días más para tenerla en observación y después le darían el alta. En la noche nos vimos con el abogado dejando sobre la mesa todo el panorama plasmado entre lo dicho por Diggs, la actitud de las hermanas y lo que supe por las chismosas del barrio. —Sería excelente si pudieras conseguir evidencia como conversaciones grabadas, fotos o videos donde ella está con esas personas o que revele lo que hace y su actitud hacia el infante. —Eso es lo de menos, en todo este tiempo llevo recolectando evidencia de nuestras conversaciones y tampoco he permitido que nos veamos sin que esté alguien conmigo. —¿Hace cuánto llevas grabándola? —pregunta Clyde desconcertado. —Desde que tuvimos la primera cita médica, no quería que ella usara la ventaja de ser mujer embarazada para clavarme una demanda injustamente, así que grabo todo lo que ella dice asegurándome de que quede clara cada palabra que suelta con desprecio sobre mi hijo. —Cuando quieres puedes ser encantador, pero también alguien de temer —suelta Livi con un dejo de picardía que me sube el ego y quizás algo más. —¿Qué quieres que te diga nena? Soy un maldito bastardo que no dejará que lo pisoteen tan fácilmente y menos sin pagar las consecuencias. —Como diría mi madre, mejor con el diablo que en su contra —comenta el abogado con un dejo de orgullo haciéndome sonreír. En los siguientes días Clyde me ayudó a buscar a los hombres que se veían con Madison, fue un poco complejo, pero al final dimos con ellos, después contraté a un par de sujetos que frecuentaban el mismo bar que yo y buscamos uno a uno a esos imbéciles sacando valiosa información (todo esto a escondidas de Clyde obviamente), pero así mismo, también aumentaba mi odio hacia Madison a medida que ellos soltaban la lengua. Me desahogué bastante con esos tres, pero la sangre que quería ver correr era la de ella, quien por desgracia retenía a mi hijo en sus entrañas imposibilitando esa opción, pero sé que pronto pagará por lo que ha hecho y estaré muy complacido de verla sufrir. (…) Una semana después —¿Cómo sigues del dolor? —Bien, pero esta cosa sigue moviéndose bastante en algunas ocasiones y en otras suele patearme muy fuerte. —Pronto terminará este calvario para ti, no te preocupes. —Siempre dices eso, pero siento que esto nunca acabará y cada vez es más insoportable sentir esta asquerosa cosa dentro de mí moviéndose como un parásito. Respiré profundo en lo que veía por la ventana a unos niños jugar al otro lado de la calle, estaban bañándose con una manguera, reían muy felices y se perseguían sin preocupación alguna, gracias a ellos me calmé un poco de la rabia que ella me producía. —Oz, escuché que algunas mujeres tienen a sus bebés en el séptimo mes ¿no sería mejor adelantar el parto y acabar de una vez con esto? —menciona con voz suave creyendo que eso me convencerá. —Sería muy arriesgado, es mejor esperar. —Claro que no, de ser así entonces todas ellas estarían muertas, solo mencionaron que sus hijos estuvieron en una incubadora un tiempo y después volvieron a casa con ellas como si nada, podemos intentarlo. De no ser por la vida de ese niño; ya la estaría estrangulando. —Te dije que no Madison, esperarás hasta el noveno mes y punto. Hablé lo más tranquilo posible a sabiendas de que ella explotaría. —¡No pienso seguir soportando esta mierda Oz, yo soy quien tiene que lidiar con esta cosa, yo soy quien sufre y no tú, es mi vida la que arruinó, en cambio tú puedes librarte fácilmente de este parásito! Me fui hacia ella como un jaguar a punto de despedazar a su presa, ella se asustó, pero procuró mantenerse tan firme como le era posible. —Será mejor que no te atrevas a cometer una estupidez Madison o lo vas a lamentar, ya te dije que solo tienes que esperar un poco más. —¡No voy a esperar una mierda más y si no me quieres ayudar, entonces yo misma me sacaré este problema de un tiro, tú decides! Su mirada era tan frívola que reviví en mi cabeza la mirada de mis progenitores, incluso del progenitor de Isma. —Adelante Madison, atrévete siquiera a intentarlo, es más, hazlo ahora mismo frente a mí, pero te aseguro que si pones un maldito dedo en contra de la vida de mi hijo, te encerraré en un psiquiátrico las veinticuatro horas hasta que él nazca —mi voz era suave, profunda e intimidante. —Tú no puedes hacer eso, no puedes privarme de mi libertad. —Claro que puedo, porque te recuerdo que ese bebé también es mío y si atentas contra su vida, entonces estarás cometiendo asesinato contra un no nato, lo que te llevará a la cárcel de inmediato e incluso si llega a tener alguna lesión, dado el caso que salga con vida, igual terminarás allá y créeme, no quieres estar en ese lugar para descubrir lo que les hacen a las mujeres como tú. Esta vez era el puto terror el que invadía su semblante, uno que era delirante para mí hasta el punto de querer hacer realidad mis palabras, al menos en lo que respecta a su castigo. —No tienes pruebas de nada y mi hermana puede testificar para comprobar que todo fue un accidente, incluso puedo decirles que tú me golpeaste. —Inténtalo, pero eso no cambiará el hecho de que terminarás en un psiquiátrico hasta que des a luz y después irás a prisión —me alejé de ella sin apartar mi odiosa e intimidante vista de su asqueroso rostro. —¿Qué decides Madison? —se lo piensa un minuto y lanza nuevamente su veneno. —Entonces dame dinero para soportar un poco más estos meses, es lo mínimo que puedes hacer ya que estoy llevando tu parásito. Cuánto deseo asesinarla lenta y dolorosamente, incluso sacaría a mi hijo de su cuerpo si supiera que él estaría a salvo al hacerlo. —Lo que te voy a dar Madison son diez segundos para que abandones esa idea, o en este preciso instante llamaré a la policía dando aviso de que has perdido la cordura y planeas asesinar a mi hijo, además de que me encargaré de encerrarte en el manicomio y permanecerás amarrada a la cama los próximos dos meses, suponiendo que un juez no te dé más tiempo. Voy hacia el teléfono que tiene en la habitación y me quedo mirándola fijamente, ella se debate sobre qué hacer, desea continuar con su plan, pero al verme tan decidido también duda de la situación. —Te quedan cinco, cuatro, tres, dos… ¿Segura que quieres continuar con tu idea? —silencio absoluto. —Muy bien —descolgué el teléfono y comencé a marcar a la línea de emergencias. —¡Está bien, está bien maldita sea, tú ganas! —colgué y volví a acercarme a ella. —Si te atreves a hacer algo en contra de mi hijo te refundiré en la cárcel, Madison, así que te sugiero que te enfoques en leer tus putas revistas de moda los próximos dos meses o te arrepentirás el resto de tu vida por lo que sea que le pase a él. —Eres un infeliz. —Te lo advertí desde el comienzo, no te metas conmigo o te mostraré al maldito psicópata que puedo llegar a ser y te aseguro que no has visto nada todavía.
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