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2301 Words
Eleonor.   Verme entrando por aquella puerta por tercera vez me parecía demasiado, la diferencia era que las dos veces anteriores lo había hecho sola en busca de mi hermano, y esta lo hago junto a él.   Michael era mayor que yo por dos años, siempre ha sido mi aleado, mi primer amor. Ha cuidado de su hermanita pequeña desde siempre y por eso me siento mal por pensar que algo en este mundo le pueda suceder. Nos enteramos de que pelea hace unos meses, pero al parecer lleva años practicando el boxeo como deporte. Una noticia que a mis padres le ha parecido dolorosa, pues ellos quieren que solo se mantenga enfocado en terminar la universidad y temen por la vida de mi hermano tanto como yo, donde en ese aspecto los entiendo. El boxeo es peligroso, es demasiado anti-divertido para mí. Se puede perder la vida en el ring. Sin embargo, hoy he aceptado verlo pelear con el corazón en un hilo, y lo he hecho para convencerme si de verdad apoyar a mi hermano en lo que le gusta aunque hiera a mis padres, o negarme rotundamente a este salvajismo.   Michael me sienta en la primera fila del público, con la excusa de que desde el ring podrá ver que nadie se propase conmigo. Como siempre me ha dicho que "No hable con ningún extraño" y se va a prepararse para la lucha con su contrincante.  Yo me quedo allí viendo como cada vez llega más gente al lugar, personas de todo tipo, pero en especial de aspectos algo bruscos y exagerados para mí. Algunos fuman, otros toman y muchos ya hacen sus apuestas. Por lo que veo a mi hermano lo conoce mucha gente y al parecer no pelea desde hace poco como nos dijo a mi familia y a mí.   Analizo cada espacio de la ratonera como le llamo yo, hasta que mis ojos chocan con los suyos. Tan de pronto su mirada se apodera de la mía puedo sentir el agarre de ayer en mi brazo, su voz demasiado gruesa llamarme "Nena" incontables veces solo para provocarme y su egocéntrica y brusca actitud. Lo miro recostado en la entrada del mismo pasillo de ayer y se me hace imposible negar que después de verle me pasé pensando en la situación de nosotros hasta quedarme dormida anoche.   Creo que se llama Zeus, y si es así, no se equivocaron en nombrarlo de esa manera porque parece un Dios, pero tanta arrogancia le hace perder el interés.   Fui yo la que decidí romper el lazo de mirada que teníamos y llevé mis ojos a otro espacio, traté incluso hasta de voltear mi cabeza para ni mirarlo de reojo, me emputó que me minimizara ayer.   —¿Puedo invitarte de tomar, preciosa? — un hombre de algunos treinta años se acercó a mí.   —No, gracias— traté de ser lo más amable posible pero creo que solo me salieron muecas con el rostro.   —Anda linda, ¿andas sola o acompañada? — se atrevió a tocar mi cabello.   De inmediato eché de mi cabeza hacia un lado y tiré de su mano.   —Tienes medio segundo para que te alejes de ella —su voz puso a temblar al hombre en frente de mí.   Me volteé para confirmar que era él.   —Disculpe señor— inmediatamente el tipo desapareció de mi vista.   En ese momento confirmé por completo que había sido Zeus el que me había salvado la campana. ¿Pero por qué? Pensé que le tenía fobias a las "Nenas" como yo.   —Gracias— fue tan solo lo que le dije mirándolo fijamente a los ojos.   Miró a todos lados y agachándose a la altura en donde estaba sentada se acercó lo suficiente a mi oído como para dejarme tiesa por la reacción de mi cuerpo ante su respiración en mi cuello.   —Te dije que este lugar no es para nenas— me susurró.   Se me hizo imposible no rodar los ojos. Se esfumó como polvo de mi lado y sólo podía pensar, QUE ARROGANTE. ¡Ay! ¡Que pedante es!   Tan solo quise ser agradecida, pero ahí iba él con su misma idiotez de ayer, dañando el maldito momento en el que iba a pensar que en realidad no era tan malo. Creo que solo quiso hacerme quedar como una indefensa. Tampoco fue que le pedí su ayuda, yo podía quitarme aquel hombre verde de mi vista.   Todo el espacio comenzó a tomar vida, el bullicio me hizo darme cuenta de que los contrincantes estaban haciendo su entrada. Mi hermano siempre ha sido muy guapo y llevar poca roba no ayudaba a que las mujeres no enloquecieran por él. Su "enemigo" era delgado, a penas más alto que él, no me preocupaba mucho la verdad si con ese pelease.   Las campanas sonaron dando inicio a la pelea, no sin antes encontrarme con la mirada de mi hermano, confiaba mucho en él y apostaba a él. Pero no dejaba de sentirme nerviosa por lo que pudiera suceder.   En realidad no soy narradora así que no voy a detallarles lo que ya se imaginan. Muchos golpes seguidos de grandes gritos por el público fue lo que sucedió en ese ring. Claro, hubo partes en donde cubrí mis ojos para no ver, aunque disimuladamente para que el Zeus ese no me fuera a ver y no me llamara con más razones por "Niña". No me gusta para nada esta actividad, no puedo ver como golpean a mi hermano y el también ágilmente comete la misma acción a su contrincante.   Finalmente escuché a las personas gritar el nombre de mi hermano repetitivamente. Creo que me perdí en los pensamientos sobre, ¿qué diría mi madre si viera a mi hermano luchar?, ¿que pensaría mi padre si me viera apoyándolo en algo que solo le hace daño? ¿Sería una mala hija y también una mala hermana, no?   Eufóricamente también aplaudí junto a los demás que no bajó del ring muerto. Una manilla de dólares le entregaron a Michael tras ganar la pelea.   Escoltado por unos hombres lo ayudaron a volver a su camerino, como ellos le llaman, impidiendo que todas las mujeres se lanzaran sobre él.   —Vamos— otra vez su voz, otra vez estaba detrás de mí.   —¿Qué? — le pregunté mirándolo sin entender a que se refería con su "Vamos"   Rodó los ojos, bufó cansado y me tomó por el brazo.   —¡Animal! ¡Suéltame! — le hablé entre dientes tratando de no llamar la atención de nadie, aunque dudaba que lo hiciera pues, todos estaban pendientes a sus bebidas, la preparación de la siguiente pelea y sus ligues de la noche.   —Michael te quiere dentro en el camerino. ¿No entiendes que el lugar no es para nenas? — ¿pero quién se creía? ¿Mi padre? ¿La mano derecha de Michael?   —¡Ya suéltame! Bestia— su agarre en mi brazo no era del todo brusco pero tampoco suave, yo creo que él no sabe lo que es "Suavidad"   Al adentrarnos en el mismo pasillo, me hizo pasar a la habitación en donde se encontraba mi hermano, sin embargo, no entró conmigo.   —¿Puedes decirle a ese imbécil que no me toque? — miré a mi hermano tratar de curar alguna de sus heridas.   —No le llames así, Eleonor. Tienes que respetar — fue la respuesta de mi hermano ante mi queja.   Me acerqué a él y le miré los no muy graves moretones de su cara.   —Déjame ayudarte, Michael — yo empecé a curarlo muy despacio.   —¿Ya viste que si soy bueno?, ¿qué quieres que te compre? Pídeme lo que sea— él siempre ha sido así conmigo, a veces no creo que de verdad haya escogido este camino.   —No quiero nada Michael. Esos golpes tarde o temprano te van a afectar, no importa las peleas que ganes, algún día sufrirás las consecuencias — trataba de hacerlo entrar en razón.   —Eleonor, ¿no me apoyas? — sus ojos verdes estaban ahí pidiéndome a gritos ser su único bastón.   —Siempre, Michael— continúe limpiando sus leves heridas. —¿Qué haces para taparlas? — le pregunté para nivelar el momento. Nunca ha llegado golpeado a casa.   —Una base de ultra cobertura que me robé de tu gavetero — ambos reímos por su ocurrencia.   —Me la compras entonces — le dije sabiendo que hace un tiempo noté que se desapareció mi base favorita pero, pensé que la había perdido en mi último viaje.   Mucha euforia se escuchaba fuera.   —¿Por qué tanta algarabía? — le pregunté a mi hermano sin entender.   —Lo más probable es que haya ganado Zeus — me contestó con simplicidad.   —¿Peleaba hoy también? — le pregunté   —Si, por eso tan lleno el lugar. La gente ama verlo pelear, no dura ni diez minutos en el ring, acaba con todo contrincante muy rápido — me contó.   Pues no me extraña. Parece un monstruo con ese gran cuerpo.   El teléfono de mi hermano vibró sacándome de los provocativos pensamientos sobre ese tipo. Sacudí mi cabeza, quería evitar todo contacto con ese animal.   —¿Me esperas aquí unos diez minutos, por favor? Me quieren ver unos entrenadores, al parecer les gustó la pelea de hoy— rápido se puso de pie muy contento.   ¿Tanto significa esto para él?   —Aquí te espero— besó mi frente.   —No te muevas de aquí, Eleonor. No voy a tardar, luego te cuento— asentí tras sus palabras.   Lo vi marcharse apresuradamente, y se me hizo imposible no sentirme bien en parte por mi hermano, a mí me gustaba verlo feliz y la mayoría del tiempo en casa está apagado porque mis padres lo presionan mucho y no lo dejan ser. Me siento bien al menos viéndolo emocionado porque yo estoy con él hoy apoyándolo. Sin embargo, a nuestra madre le dijimos que iríamos con unos amigos al cine.   La puerta del camerino se abrió. Un Zeus muy sudado fijó su mirada en mi pero avanzó hacia su locker por alcohol. Llevaba un sangrerío en la ceja izquierda.   —Mierda— lo escuché maldecir entre dientes cuando se le cayó el algodón de las manos.   —Déjame ayudarte— me agaché y yo misma levanté el algodón para evitar que la sangre le bajara aún más.   Se sentó justo en el banco en donde estuvo mi hermano. Yo humedecí el algodón con alcohol y lentamente sin acercarme mucho a él le curé.   —No te voy a comer— su voz me hizo espantarme. Estaba muy concentrada en curar su única herida.   No emití palabra alguna.   —Que conste que solo hago esto para no estar en deuda contigo. Me salvaste hace rato de aquel hombre — él río irónicamente.   —Gracias— fue tan solo lo que me dijo.   —De algo sirvió una nena en este lugar, ¿no? — lo dije con su mismo tono arrogante. Volvió a reír. Sus muy blancos y perfectos dientes alardearon de una hermosa sonrisa.   —¿Cuál es tu nombre, nena? — me preguntó mirándome fijamente a los ojos.   —Tú no te interesas por nenas, al menos eso me dijiste ayer. ¿Qué sucede? — me crucé de brazos mirando la herida totalmente limpia.   —¿Acaso por querer saber tu nombre crees que estoy interesado en ti? — es un pesado.   Ayer mi hermano había mencionado mi nombre delante de él. ¿Realmente no lo sabe?   —No me meto con niñas, ¿qué te hace pensar que por querer saber tu nombre ya quiero algo contigo? — ¿se burlaba de mí?   —Créeme que a la que no le gustaría para nada que sintieras atracción por esta nena, es a mí. Pareces un monstruo, das asco, y mucho miedo. Yo no me lio con ogros — le hablé muy despacio encarándolo en todo momento.   Se puso de pie, me tomó de repente por ambos brazos y me acorraló contra la pared. Todo pasó muy rápido que se me fue imposible aceptar lo que estaba sucediendo. No entendí como tan rápido pasé de estar al frente de él a estar encarcelada entre sus brazos a cada lado de la pared sobre mi cabeza. Pegó su frente con la mía, fue brusco, podía sentir y escuchar su agitada respiración tal y como llegó luego de haber boxeado, sus ojos negros estaban totalmente conectados a los míos como si quisiera apoderarse de ellos o meterme miedo, no lo sé.   Le iba a reclamar pero sus labios me callaron. Si, su boca también acorraló a la mía. Su mano la llevó a mi cabellera y empujó mi cabeza para profundizar el beso mientras enterraba sus dedos en mi melena. Sin embargo, fue un beso como tan autoritario, y a la vez tan apasionado pero tan corto, que solo me hizo quedarme a medias. Me soltó de pronto y me dio la espalda, yo tan solo pude formar una o con mis boca y limpiar la comisura de mis labios.   ¿Que había sido eso? Maldición... me besó.   —Eleonor tenemos que irnos, linda— mi hermano llegó por mí a la habitación, y cuanto hubiese querido que se tardara más tiempo con esos entrenadores.   —Felicidades Zeus, nos vemos mañana— se despidió mi hermano tomando sus cosas.   El de los ojos negros carraspeó.   —Nos vemos mañana, te estaré esperando. Muy buena pelea, viejo— Zeus se despidió de mi hermano.   Él se giró cuando estuve a punto de irme con mi hermano y mirándome a los ojos lo sentí llamarme mentalmente.   —Adiós Eleonor, pórtate bien, nena. — ¡AHHHHHHHHHHH!
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