Capítulo 4

1985 Words
Había pasado el fin de semana y con ello había llegado el lunes, lo que significaba una nueva semana de clases. La rizada estaba lista para irse a la universidad, lamentablemente su padre la había abandonado otra vez ese fin de semana. Desde que su madre había muerto, su padre se había vuelto distante y alejándose de todo lo que se refiere a la rizada, cada vez que tenía una cita o actividad en la Universidad donde estudiaba su hija mandaba alguna de sus secretarías o simplemente no iba a esas reuniones. Suspiró con pesadez y salió de la casa, cuando salió de esta vio a Eros parado, mirándola con los brazos cruzados y  recostado en la puerta del conductor con una sonrisa divertida. Rose por instinto corrió hacia los brazos abiertos de Eros y besó sus labios de forma tímida. — Hola —se sonrojó la omega. — Hola, estos recibimientos me gustan bastante, me encantan. Espero que me recibas así cada vez que venga a buscarte —besó castamente los labios de la omega. — Es un gracias por lo de anoche, me gustó mucho el lugar donde me llevaste, era muy lindo —se separó un poco de él, pero rápidamente el alfa la detuvo con sus brazos. — No es nada, Hazinem, también hay más lugares así de lindos. Te llevaré a todos, pero ahora te llevaré a desayunar antes de irnos a la Universidad —se despegó de la omega para ir abrir la puerta del automóvil—. Me gusta que uses lentes para ir a la Universidad, así nadie se podrá fijar en ti y eso me hace feliz—. Tomó su mochila y luego entró en el auto una vez que Rose había entrado. Emprendió el viaje hacia una cafetería donde hacen unos desayunos ricos y deliciosos. Pero, sobre todo, donde nadie pueda molestarlos y juzgarlos porque Eros es mucho mayor que ella, y también poder besarse sin ninguna interrupción. — Sabes que nadie puede saber que estamos juntos —le recordó y Rose asintió. — Si, Eros, ya me lo dijiste la noche anterior —se cruzó de brazos. — Es bueno que aún lo tengas presente, así no tengo que repetir lo mismo una y otra vez —suspiro—. Hago esto para protegerte, no es que me avergüence de ti, eso es basura total. En esta vida hay personas que harían hasta lo imposible por encontrar algún punto débil y no les he dado el gusto de verme destruido, sí saben que tengo una debilidad harían de nuestra vida un infierno —se lamentó. — No sé porque hasta ahora te interesaste en mí, tú mismo dijiste que me veías en la Universidad sonriendo con Mary, pero jamás te animabas a hablarme o mirarme cuando estabas cerca de mí —le reprochó. — Siempre intenté mantenerme alejado, pero cuando Kaleb cometió el error de meterse con la rubia esa, no pude contenerme y me acerqué a ti —suspiró, mirando hacia la carretera. — Eso lo explica todo, o bueno no mucho ¿Por qué los profesores y el director les tienen miedo a ti y Kaleb? —preguntó curiosa. — Nosotros no estamos en la universidad para estudiar una carrera o algo parecido, estamos allí porque necesitamos pasar desapercibidos para la policía, y no dejaré de hacer lo que hago porque alguien me lo pida, no hago esto por gusto, es por necesidad. Lo que te voy a decir no se lo he dicho a nadie —sonrió tristemente—. Mi mamá tiene cáncer en los pulmones, hace unos años la diagnosticaron y desde ese entonces ella no ha podido ser la misma. Ha estado en una clínica especial, dice que antes de morirse quiere verme de novio con una bella y buena mujer para irse feliz —negó riendo. Diciendo la verdad a medias. — ¿Y tu padre? — Lo mataron cuando tenía cinco años, era un drogadicto, abusador y un violador —dijo entre dientes. — Oh lo siento, no debí preguntar —se encogió en su lugar. — No te preocupes, Hazinem, me sentí bien en contarte esto, gracias por escuchar —sonrió de lado, y Rose le devolvió la sonrisa. Llegaron a la cafetería y se adentraron en ésta, escogieron una mesa rápidamente, una vez sentados pidió el desayuno del día para ambos sin esperar que la rizada dijera algo. Cuando su pedido llegó comenzaron a comer hablando de cosas triviales sin sentido alguno para ambos, se sentían bastante bien hablando entre ellos en ese lugar agradable. ✨✨✨✨✨ Para cuando llegaron a la Universidad Rose bajó sin decir una sola palabra a una calle antes y comenzó a correr porque ya era un poco tarde y era la primera vez que llegaba a esa hora. En cambio, Eros se fue con toda calma del mundo hacia la Universidad después de ver como Rose salía de su auto no pudo evitar reírse por lo tonta que se veía corriendo. Entró al aula sin tocar y fue directamente hacia donde estaba su grupo de "amigos". Aunque el único que consideraba su amigo real era Kaleb, él siempre está en las buenas y en las malas, jamás se han traicionado. Dirigió su vista a Rose y le guiñó un ojo, logrando que ésta se sonrojara hasta las orejas. Un carraspeo a su lado le hizo voltearse hacia donde Kaleb, quien lo estaba viendo con una ceja levantada. Kaleb negó riendo en voz baja, Eros era un caso perdido. Por otro lado se encontraba Rose y Mary hablando de lo que sucedió la noche del sábado para ambas. — Eros fue muy lindo, me llevó a la colina a las afueras de la ciudad —dijo en voz baja—. A la colina de la que todos hablan porque nadie sabe quién es el dueño. Me dijo cosas muy bonitas, a decir verdad, me trató de la mejor manera —le contó con una sonrisa boba. — Me alegro que te haya gustado, debes de aprovechar ahora que está así, porque cuando comience con lo del nombre que te dio estarás jodida —negó con la cabeza. — Tú no sabes nada, hasta el momento se está portando muy lindo conmigo, me trata bien. Así que deja de decir esas cosas de él —masculló, enojada. — Tú crees que lo conoces, pero no lo haces, sabes que tengo razón y eso te molesta —insistió seria. — Ya cállate, no sabes nada... — ¿Algo que compartir con la clase, señoritas? —dijo el profesor. Absolutamente todos las estaban mirando con las cejas arqueadas y con sonrisas burlonas que las hicieron ponerse rojas de vergüenza. Rose estaba muy sonrojada en esos momentos, quería que el mundo se la tragara viva, pero antes tenía que matar a Mary por semejante momento. — Nada, profesor —murmuró sonrojada. — En ese caso guarden silencio o salgan de mi clase —habló, antes de darse la vuelta y seguir con el tema. Mary estaba roja, pero no de vergüenza sino por la cara de horror que tenía Rose cuando el profesor les reprochó. Rose volteó su rostro hacia donde estaba Mary y le dio un zape en la cabeza, está chilló alto y claro, llamando la atención del profesor una vez más. — Coleman, fuera de mi clase, ahora —señaló la puerta. La omega miró por última vez a Mary antes de pasarle por el lado y casi tumbarla de la silla con la mochila. Salió del aula maldiciendo por lo que Mary le había dicho, fue directamente hacia las escaleras que daban a la parte de atrás de la Universidad, justo en donde estaba el campus de soccer, que gracias a Dios no había nadie jugando en ese momento, se sentó debajo de las gradas donde había una pequeña roca. Ella siempre se sentaba ahí, ese era su lugar de relajación único y especial. Se quitó los lentes y desarreglo su pelo, abrió su libro de lectura justo en donde había marcado con una pequeña tira para que no se perdiera la página anterior. Buscó sus auriculares y puso una de sus canciones favoritas.  No se había dado cuenta de que alguien había entrado donde estaba, tampoco que esa persona había detenido sus pasos al verla cantar de esa forma tan hermosa y única en ella. Su pelo desarreglado le daba un aspecto inocente. Se acercó a ella dejando un casto beso en sus rosados labios. La omega soltó un pequeño grito de sorpresa cuando sintió los labios del alfa sobre los suyos. — No sabía que estabas allí —murmuró, apenada, y apagando la música. — No te quería molestar —sonrió de lado. — ¿Qué quieres? —preguntó de repente. — ¿Qué dices de irnos de la universidad por dos días? Comenzando desde hoy... — No quiero saltarme las clases que me faltan —dijo bajito y Eros río—. No te rías, estás acostumbrado a salirte con la tuya cada vez que deseas, yo no estoy acostumbrada a escaparme de clases. — Venga, Hazinem —tendió sus manos hacia la chica—. No será la primera vez que te escapes de clases y tampoco la última, estás conmigo ahora y las reglas de este lugar me las pasó por el trasero. — Yo... —Eros la miró con bastante seriedad—. Está bien, iré contigo. — Eso pensé —se pasó una mano por el cabello—. Verás que no te arrepentirás de esta decisión. — Ya lo estoy haciendo —sonrió sin ganas, ajustando la mochila en su hombro. Eros bufó, abriendo la puerta del auto e hizo que la chica entrara. El viaje no fue tan largo, la había llevado por el mismo camino de la colina de la otra vez, pero no se detuvieron, sólo unos cuantos metros la omega vio maravillada una pequeña cabaña en medio de unos árboles frondosos. Dejó su mochila en el asiento trasero del auto, Eros la esperó y cuando abrió la puerta de la cabaña atacó sus labios como si su vida dependiera de ello. La omega estaba sin aliento, no entendía a qué se debía el cambio de Eros hacia ella, pero el amor es ciego y le siguió el beso. — Iremos despacio —eso ni él mismo se lo creía—. Sólo porque es tu primera vez, hermosa. — Gracias —sonrió, y alzó los brazos para que Eros le quitase la blusa Eros le quitó toda la ropa a la chica, dejándola desnuda por completo, la omega apenas podía moverse sobre la cama. El enorme cuerpo de Eros se posó sobre el suyo sin importar que su cuerpo estuviera caliente por la vergüenza de sentir el pene del alfa en su abdomen. Su cuerpo fue girado con brusquedad y su trasero fue puesto en alto, escuchó como el envoltorio de un condón fue abierto. Hizo puños con las sábanas, le dolió todo el cuerpo al sentir todo el m*****o de Eros entrar de golpe en su interior. No se suponía que fuera de esta manera, cayó muchas cosas sobre la mejor posición para perder su virginidad, y esa era la del misionero. Pequeñas gotas salieron de sus ojos, estaba más que claro que no estaba realmente lista para tener su primera vez de esa forma tan brusca y menos al estar con Eros. Eros comenzó a moverse suavemente, la omega se quejó por completo, sentía que la sequedad de su interior se debía a la falta de excitación. Parecía que el alfa no estaba en busca del placer de ambos, sólo del suyo. Aunque sentía como algo dentro de su interior era tocado una y otra vez, pero el dolor era más que suficiente como para que no disfrutara absolutamente nada.
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