Eros miró con ira a su esposa, quería darle unas buenas nalgadas, pero sus planes fueron revocados en el momento que Ashton entró a la habitación. Ella siempre tenía la última palabra en todo, nunca podía llevarle la contraria y por más que deseaba decirle que estaba acabando con su paciencia, fracasó miserablemente. — ¿Alguna otra cosa que quieras decirme, mi amor? —preguntó Rose, alejándose un poco. — No, no hay nada que quiera decirte —Eros tensó la mandíbula—. Siento decirte que en este momento no eres más que mi mujer y que si no deseo discutir es por respeto a nuestro hijo que no tiene la menor idea de lo que pasamos. — ¿O de lo que tú me hiciste pasar? —lo empujó, y luego se dirigió hacia donde estaba su hijo—, ¿Terminaste de hacer tus tarea? ¿Tienes algo pendiente por hacer? —