Rose no le dio una respuesta en ese mismo momento, esperó estar en un lugar seguro... como si la casa de Eros lo fuera. Pero en cuanto llegaron, fue llevada a una habitación. — Ninguna de las tres —se removió intentando soltarse—. No soy una prostituta a la cual tengas que pedirle a través de un trato que se acueste contigo. — No tienes otra opción, Hazinem —la soltó—. Disfruta de la habitación y piensa en lo que hablamos. Es hacer lo que te pido o no trabajas, de todas formas tendré lo que quiero y algo más. — No —dijo firme—. Ya no soy la misma ingenua a la que manejas a tu antojo en la Universidad, a la que le hacías todas esas porquerías y no podía negarse a nada que no fuera la comida que me dabas —lo encaró—. Tu sigues siendo el mismo idiota al que todos quieren cerca para tener u