Capítulo 3

2393 Words
Eran las diez de la noche y Rose aún daba vueltas en la cama. Si ella dijera que estaba tranquila y no nerviosa ni asustada, estaría mintiendo. Con un gruñido se levantó de la cama, buscó ropa en su closet para luego salir de la casa. Llamó a un taxi que iba pasando en ese instante y le dio la dirección del lugar donde se realizaría la carrera. Desde que Mary había dejado su dramático mensaje no había podido dormir. Llamó a su padre para que la acompañara, pero como siempre, estaba ocupado en el trabajo. El taxi se detuvo en el lugar indicado, la rizada le pagó lo acordado y éste solo negó con la cabeza mientras se alejaba del lugar. La rizada metió sus manos en su suéter, para luego caminar hacia la multitud. Había personas que gritaban "Rey" por todos lados y está sólo se preguntó en qué lugar estaba metida Mary y la había metido a ella, para que la rescatara. Rose miró hacia todos lados intentando encontrar o ver la cabellera rubia de su amiga por algún lado, pero no la vio por los alrededores. Lo único que podía ver era mujeres con poca ropa encima de los carros, con hombres tocando partes de su cuerpo. Negó con la cabeza, asqueada antes de sentir una nalgada y su instinto, como cualquier persona, fue darle una cachetada a quien le había hecho eso. Pasó saliva al darse la vuelta y ver que era un hombre musculoso mucho más alto que ella El hombre la miraba con la mandíbula tensa. — No debiste hacer eso, niña —la voz del hombre sonó furiosa, mientras se acercaba a la omega. — No quise hacerlo, lo siento —se disculpó mientras se alejaba del hombre. — Un lo siento no arreglan las cosas, niña —la tomó del brazo, y Rose chilló. — Suéltame por favor —suplicó. — Eso no será posible, dulzura —comenzó a caminar con ella agarrada del brazo, llevándolo lejos de la pista. Rose estaba muy asustada, en ese instante quería estar debajo de sus suaves sábanas, donde estaba segura. Su otro brazo fue jalado suavemente, deteniendo los pasos de ambos. — Suéltala, Ryan —esa voz la reconoció al instante. Rose pensó que nunca se había alegrado de verlo, pero este era el momento en que en verdad estaba agradecida con él. — Yo la vi primero, Rey —dijo el hombre, jalando del brazo a Rose hacia su cuerpo. — Pues resulta que vino conmigo y es mía —amenazó, con voz potente, y jaló a la omega hacia su cuerpo otra vez. — Te salvaste de esta, niña —y se fue, dejándolos a los dos solos. Rose volteó su rostro hacia Eros y éste la veía serio y con los ojos chispeantes. Eros veía a la chica con los ojos entrecerrados, estaba realmente furioso, su límite y tolerancia estaban por los suelos. — ¿Se puede saber qué demonios haces aquí? —preguntó apretando su brazo. — Vine a buscar a Mary —dijo nerviosa. — Yo creo que Mary está muy grandecita como para que le andes de niñera —masculló sarcástico. — Tienes razón, mejor me voy a mi casa —intentó soltarse del agarre de Eros. — Eso no será posible, Hazinem —rió sin gracia. — En serio, Eros, ya me tengo que ir —su voz tomó un poco de valor. — Ya te dije que no —dijo brusco—. Irás conmigo a la carrera y después te llevaré a casa —se dio la vuelta y luego se llevó a la rizada con él. La omega pasó saliva ruidosamente, sintiendo las miradas de los demás en él y esperando a que un milagro pasara. Veía como algunos se le quedaban viendo fijamente, como si fuera la cosa más rara que han visto en toda su vida, es que no podían creer que el rey de las calles estaba con esa niña, era algo imposible. Eros se abría paso entre las personas, dejando que todo su cuerpo fuese el centro de atención ante los demás. Se detuvo en la línea de meta, donde se encontró con su mejor amiga y con Kaleb. — Pensé que te habías perdido, pero veo la razón por la cual saliste corriendo —miró brevemente a la rizada, pero el tono de su voz era burlón, algo que enfermó a la omega. — Si, fue por ella —se encogió de hombros, restándole importancia al asunto. — Recuerda sacar a la puta que está en tu carro —señaló posando uno de sus brazos alrededor de los hombros de la pequeña rubia—. Creo que es lo mejor si vas correr con rizos. — Eso no es problema para mí —dijo socarrón, y caminó hacia donde estaba su carro y abrió la puerta del mismo. La rizada trataba de seguirle los pasos al alfa, pero este parecía no importarle que fuese de estatura pequeña y que sus piernas no fuesen de mucha ayuda. La chica abrió los ojos sorprendida cuando la puerta del carro se abrió y Eros apareció junto con la omega. — Fuera —dijo Eros con simpleza. — ¿Qué? —preguntó incrédula. — Te dije que largo —gruñó, y esta abrió la boca indignada—. La próxima vez que lo repita será cuando te ponga un tiro entre las cejas, perra. La chica bajó del carro totalmente indignada, pensaba que iba a pasar una buena noche como anteriormente hacía con el castaño, pero este tenía otros planes, y ella no quería ser la persona que lo hiciera enojar. Ayudó a la rizada a entrar y a colocarse el cinturón de seguridad, como si fuera una niña pequeña. Rodeó el auto y entró al asiento del piloto, y vio como Kaleb se acercaba a la ventanilla. — La mitad es tuya, y la otra parte sabes a quién pertenece —sonrió, de forma fraternal. — Gracias, hermano, eres el mejor —dijo agradecido. — Lo sé, lo sé —le guiñó un ojo—. Te deseo toda la suerte del mundo. — No la necesito, porque ya la tengo justamente a mi lado —miró de reojo a la rizada. Kaleb negó con la cabeza, y se fue junto con la rubia, a la cual no había soltado en toda la noche, debía de cuidar de lo que es suyo. Eros observó como la rizada sujetaba el cinturón de seguridad, como si su vida dependiera de ello. Una chica vestida de forma provocativa se posó frente a los autos, y se dio cuenta que todo iba a empezar. — Tranquila, Hazinem, estas con el mejor —se aludió. — No estoy segura de eso, es mejor prevenir que lamentar — su voz sonaba llena de miedo. — Ya dije, estas con el mejor —y la bandera cayó al piso. ✨✨✨✨✨ Si le dice alguien que no estaba nerviosa y muerta de miedo, estaría mintiendo en ese momento, sentía que en cualquier momento saldría volando por el parabrisas del auto. No negaba que la adrenalina salía por cada parte de su cuerpo. Ver como Eros doblaba en cada esquina, como esquivaba los obstáculos, era impresionante. Los edificios pasaban como flashes frente a ella, las calles de la ciudad de Los Ángeles estaban desoladas a esas horas, por lo que los corredores tenían más oportunidad de ganar sin tener que matar a alguien en el proceso. Oh, vamos, eran los barrios bajos de ese estado, nadie estaba allí después de las ocho de la noche. En cambio, ellos dos eran parte de esa estupenda carrera, y como uno de ellos está con el alma en la boca. La meta estaba en su campo de visión, Eros estaba divirtiéndose al ver la cara de horror que tenían la chica a su lado, sus facciones cambiaron por completo cuando frenó de golpe al ver un obstáculo digno de una muerte segura. La chica tenía los ojos bien abiertos al ver cómo varios carros caían en picada por ese barranco. Diablos, sí que estaba asustada. La omega apenas podía procesar todo lo que estaba ocurriendo, ahora de la nada los otros autos caen y chocan. Y como todos los esperaban Eros ganó, esquivando de manera única el obstáculo que acabó con las vidas de esas personas. Todos rodearon el auto dándole la bienvenida al rey de los barrios bajos de california, pero éste se abrió paso para irse lo más rápido de allí. No tuvo que decirle a Kaleb hacia dónde se dirigía porque éste sabía que Eros no llegaría a casa esa noche. Mientras tanto Rose aún tenía sujetado con fuerza el cinturón de seguridad. Eros se río otra vez al ver lo adorable que se veía Rose en ese estado. — Ya puedes soltar el cinturón, Hazinem —habló divertido. — Cuando esté sana y salva en mi casa lo soltaré —negó Rose con la cabeza asustada. — ¿Quién dijo que vamos a tu casa, Hazinem? —preguntó con voz burlona. — Pues para allá es que vamos, ¿Cierto? —preguntó confundida. — No, Hazinem, iremos a un lugar mejor. — Está bien... ¿Por qué me dices Hazinem? —preguntó con bastante curiosidad. — Porque lo eres —Eros se encogió de hombros. — Hay más chicas en la Universidad que desean estar en tu cama todas las noches, no entiendo porque te has fijado en la nerd de la clase —comentó la omega sin pensar. — Porque me interesas Hazinem, no eres igual que las otras chicas de la Universidad, eres única y te ves hermosa Hazinem cuando no tienes esos horribles lentes puestos —habló con voz suave. — Pero siempre los he usado, desde que tengo uso de razón —frunció el ceño. — Pero no son necesarios, si en verdad los necesitaras no estarías arrugando los ojos para poder verme o poder ver por dónde vamos —dobló por una curva para después subir una pequeña calle que estaba cerrada para los visitantes. — Es que no me gusta que pienses así, porque, a decir verdad. Odio cuando alguien más se fija en lo que es mío, eso me cabrea y en grande —apretó los puños en el volante. — Pero aun no entiendo que te atrae de mí —insistió. — Bien, Hazinem, encontré en ti lo que no hay en otras personas cuando las tengo cerca. Eres única y eso me gusta —la miró de reojo—. Siempre mostrando tus adorables hoyuelos y tus ojos hermosos —finalizó, y Rose se sonrojó. — Sin palabras —desvió su vista hacia la ventana y Eros río. El auto se detuvo enfrente de la ciudad o mejor dicho donde se podía apreciar la gran ciudad y eso era emocionante. La omega se bajó del auto sin esperar a Eros, quien no hizo nada para impedirlo. Estaban en el único lugar de todos Los Ángeles donde la contaminación no había afectado. Ese lugar le pertenece a Eros que con algunos arreglos pudo comprar esos terrenos y mantenerlos a salvo de las personas. Sintió los brazos tatuados de Eros alrededor de su cuerpo abrazándola de forma cariñosa. — Gracias por traerme aquí, es un hermoso lugar —apoyó su cabeza en el pecho del alfa. — No es nada, Hazinem —el alfa besó su coronilla—. Sólo lo hago porque este lugar se parece a ti —confesó. — ¿Por qué se parece a mí? —se dio la vuelta para mirarlo. — Porque eres libre de contaminación, eres pura como este lugar —cursi, pero sincero. Pensó Eros. — Es muy lindo lo que me acabas de decir —sonrió de lado y con las mejillas rosadas levemente. — Es la verdad —colocó las manos de la omega en su cuello—. Tengo que besarte, mejor dicho, lo deseo. No esperó a que la omega se negara a la petición que había hecho, porque ya estaba devorando sus labios de forma apasionada. Metió su lengua en la cavidad bucal de la omega sin pedir permiso. Movía sus labios de forma sincronizada dando un aspecto de erotismo al momento, sus manos se movieron hasta el trasero de Rose donde lo apretó y la acercó más a él para que esta sintiera su creciente erección. Rose se asustó cuando sintió algo duro en su vientre. Así que intentó alejarse lo más que pudo, pero éste la sostuvo. Eros siguió acariciando el trasero de la omega y apretando de forma posesiva. Rose quería que sucediera un milagro, estaba segura de que si el beso seguía con la misma intensidad con la que había iniciado terminarían en una situación poco usual para ella. Un rayo cayó haciendo que ambos se separaran de ese fogoso beso, corrieron al auto del alfa para no mojarse más de lo que ya estaban, aunque no era mucha lluvia, pero no querían coger un resfriado por algo así. Se colocaron el cinturón de seguridad otra vez. — Espero que no seas así de tímida en la cama —se mordió el labio mientras su vista seguía en la carrera. — No sé cómo soy en la cama, porque nunca lo he hecho —se sonrojó de sobremanera. — La noche se me acabó de arreglar —dijo para el mismo. Rose no entendió bien lo que quiso decir Eros así que no le dio importancia. No le tomó mucho tiempo a Eros llegar a la casa de la rizada por el exceso de velocidad de alfa. Rose estaba nerviosa por lo que podía pasar esa noche con Eros cerca de ella. — ¿Quieres pasar? —preguntó y se maldijo por decir eso. — ¿Y qué vamos hacer allí dentro? —preguntó divertido, y la cara de la chica se llenó de pánico—. Era broma, Hazinem. Tengo que ver otra cosa ahora antes de ir a mi casa con Kaleb —se encogió de hombros. — Está bien, gracias por traerme a mi casa —le dio un beso en la mejilla antes de bajarse del auto con las mejillas sonrojadas. Eros sonrió antes de irse y perderse por la calle.
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