Un disparo, seguido de otro, se escuchó por todo el callejón. Eros había regresado a sus andadas y California estaba pagando por cada una de sus descargas de furia. Habían pasado meses desde que despertó, desde que supo que su hermano simplemente regresó para acabar con su paciencia y su calma. Cada noche soñaba con Rose, no había una sola vez en la que no se imaginara su vida sin ella y el bebé que no pudo ver la luz del sol ni una sola vez.
Siempre iba a la misma colina de siempre para ver el anochecer y emborracharse hasta perder el conocimiento. La mano de Kaleb en su hombro le hizo regresar a la realidad, sus ojos estaban fuertemente cerrados y tenía deseos de perder el control y matar a quien se le pusiera enfrente.
— ¿Quieres ir a casa?
— Sí, creo que hoy es día festivo —caminó h
