Ve en mi un amigo

1597 Words
CAPÍTULO OCHO: EL PRIMER ALMUERZO Y LOS OJOS MARRONES (Parte 2) Narrador Omnisciente. El aire dentro del taxi no respiraba una tensión de malas vibras. Lo que allí adentro existía era una inquietud de nerviosismo y el sonido de dos corazones latiendo con fuerza. Avy estaba nerviosa por lo que estaba sucediendo y, sobre todo, por las sensaciones que continuaban bajo la presencia de Ethan. Todo era nuevo para ella. No sabía qué era con exactitud la emoción que la acechaba por dentro, pero le agradaba. «Ethan me atrae», pensó, reconociendo ese sentimiento, aunque inmediatamente se corrigió: «No estoy enamorada», afirmó para sí misma. ¿Cómo podía sentir algo más por él si apenas se habían visto durante un mes y las únicas palabras que habían cruzado eran las de un simple pedido y un "muchas gracias"? Ella le sonreía con discreción mientras él la miraba. El silencio lo rompía el motor con cada rugido, mientras el coche se alejaba del Coffee Coffee y se aproximaba más a su destino. —Ya vamos a llegar —pronunció él, rompiendo finalmente el silencio. Avy solo asintió, mirando por la ventana. El auto se detuvo en el estacionamiento del restaurante. Ethan salió primero y extendió la mano para que ella se apoyara en la suya y pudiera salir sin dificultad. El contacto fue breve, pero la tensión fue intensa, eléctrica y punzante. Ethan sacó el dinero de su billetera y pagó al hombre mayor, agradeciendo por su servicio. Se dio la vuelta y se encontró con la mirada de Avy, con su rostro ligeramente colorado. —Entremos —propuso, posó su mano en la parte baja de su espalda y la guio hacia la entrada. Se detuvieron. —Es... es hermoso —pronunció ella con su voz suave. Avy miraba la fachada del restaurante, su diseño de madera y el nombre de color caoba. —Sabor a casa —mencionó, bajó la mirada que la tenía a la altura del letrero y buscó la de Ethan. —Sí, es un lugar que a simple vista se siente el aire a hogar —comentó él—. Además, es discreto y acogedor. Avy asintió, todavía admirando el lugar. Ethan y Avy se adentraron. En el trayecto, se encontraron con una mujer de aproximadamente cuarenta años, risueña. —Bienvenidos, jóvenes —manifestó con cortesía—. Pasen, pasen y tomen asiento, por favor. —Gracias —respondieron ambos al unísono. Ella los dirigió a una mesa apartada, un espacio más íntimo y discreto con música suave. A Avy le agradó el lugar. Cuando tomaron asiento, se fijó en la decoración. —Nunca había entrado a un lugar así —confesó con un hilo de voz. Miró alrededor: las decoraciones y cada detalle le agradaban más. Ethan sonrió y la dejó disfrutar con la mirada. Por dentro, el lugar era amplio, pero con divisiones en tres salones: uno para reuniones de altos ejecutivos, otro familiar y el último, más romántico, para parejas. Había mesas y sillas de madera, imágenes boscosas dibujadas en la pared, plantas y un sinfín de detalles que reflejaban la naturaleza. Aunque este no era un plan de pareja, ellos se encontraban en esa zona exclusiva para el romance. —Te traeré más seguido, si me lo permites —le comentó Ethan, inclinándose ligeramente. La encargada permaneció en silencio, dejando que ambos jóvenes se familiarizaran y contemplaran el lugar. Esto le complacía y la llenaba de satisfacción. Después, intuyó que era el momento de romper el silencio. —¿Desean ordenar? —dijo, formulando la pregunta. Ethan le respondió que le diera un par de minutos para elegir el menú. Quedaron solos, y Avy tomó la carta que reposaba sobre la mesa. —¿Qué te gustaría ordenar? —le preguntó él, apartando la mirada del menú para centrarse en ella. —No sé —dijo avergonzada—. Nunca he comido en un lugar así. Además, todo aquí se ve delicioso —comentó tímidamente. Ethan asintió con comprensión. —Deja que elija por ti, ¿sí? —sugirió. Ethan volvió a la carta. Eligió un plato clásico, uno que él no había probado, pero que elegiría para acompañarla. Ethan alzó la mano y fue atendido enseguida. Hizo la orden y, aparte, pidió un vino suave para acompañar el plato. Cuando la joven se alejó, Ethan cruzó los dedos sobre la mesa. No sabía por dónde iniciar para romper el hielo. Observó a Avy con sus brazos cruzados y la cabeza baja. —Avy —llamó su atención, y ella levantó la mirada—. Cuéntame de ti —le hizo saber. Ethan no sabía qué decir, y fue lo primero que se le vino a la mente. —¿Cómo qué? —habló ella con palabras cortas y directas—. No hay mucho que decir. Mi vida se reduce a dos cosas: de casa al trabajo y del trabajo a casa —pronunció, encogiendo los hombros. —Eso es algo, ¿no? —dijo esbozando una sonrisa—. Digamos que estoy casi en lo mismo. A diferencia de ti, de casa a la universidad y visitar diariamente el Coffee Coffee. La intención de Ethan era brindarle confianza a Avy. Ella era una chica tímida, por eso pensó en ser él quien le contara algo de su vida sin entrar en detalles. —Hace poco regresé a la ciudad. Mis padres se quedaron en Manchester. Estoy aquí por mis estudios y porque nunca me adapté a otra ciudad —confesó con soltura y naturalidad. —Me alegra mucho que tengas a tus padres —le dijo—. ¿Los extrañas? —Sí, efectivamente los extraño. Son mis padres. Pero ellos tienen sus compromisos y yo mis obligaciones y deberes —respondió con sinceridad. Ethan nunca dejaba de mirarla y de observar su rostro: cada gesto, cada movimiento de su boca al pronunciar palabras. —¿Y tus padres, Avy? —preguntó y, de pronto, rió con nerviosismo—. Te has dado cuenta de que te he tuteado todo este tiempo, ¿verdad? —le dijo de repente—. Espero que no haya sido mucho atrevimiento de mi parte, y me disculpo ante ello. —Ah, no, no te preocupes —dijo, restándole importancia con un movimiento de la mano. —También puedes tutearme, al menos cuando estemos fuera de tu responsabilidad laboral —agregó él. Avy asintió, abrió la boca para responder la pregunta anterior, pero solo quedó en un gesto, pues fueron interrumpidos por su orden. Cada plato fue abarcando la mesa y llenando el aire con el olor que desprendía, junto con el calor humeante. Un gesto casi parsimonioso salió de Avy cuando cerró los ojos, un gesto genuino que salió desde su interior. Aspiró ese aroma a especias, mismo que hizo que su saliva se aguara, imaginando el sabor. Gimió involuntariamente y se dio cuenta de ello. Abrió los ojos, avergonzada. —Perdón —exclamó por lo bajo. Los platos estaban servidos, esperándolos. Una carcajada le salió a Ethan, con diversión. —No te preocupes, Avy, a mí también me pasó lo mismo —pronunció para que ella se relajara aún más—. La verdad, tengo mucha hambre. ¿Comenzamos? No creo poder esperar más. Avy sonrió y asintió. El tintineo de los cubiertos comenzó a llenar el espacio. Avy estaba más tranquila, pero aún conservaba algo de pena y nerviosismo, aunque lo estaba sobrellevando a medida que pasaban los minutos. Por dentro, sin embargo, seguía igual, con las emociones que le hacían palpitar el corazón de manera diferente. Ethan, por su parte, se sentía bien, con más confianza y satisfecho porque todo estaba saliendo bien, sin tener nada planeado, excepto pasarla bien y disfrutar de la compañía y la comida, por supuesto. —Soy huérfana —dijo de pronto ella. Ethan levantó la mirada y tragó el nudo que se le formó, junto con el bocado. Tomó vino y pasó el atoro. Pero Avy continuó sin entrar en detalles. —Desde entonces, vivo sola. Trabajo para mantenerme, no tengo familia. —Ella continuó comiendo, pues no era que le doliera en ese instante, sino que, a medida que lo ha mencionado tantas veces, ya no le afectaba tanto como antes, aunque el dolor verdadero lo llevaba por dentro. Fue entonces cuando Ethan comprendió a lo que ella se refirió la noche anterior: "debo hacerlo". No tenía a nadie más, y solo se tenía a sí misma. Soltó los cubiertos y le tomó las manos con un suave agarre. Ambos sintieron el temblor. Buscó sus ojos, y su mirada se fijó en ellos, tan brillantes y tan marrones que reflejaban en ese instante más que nunca. —Ve en mí un amigo —dijo con sinceridad—. Lo que necesites, estaré para ti. —No me tengas lástima —expulsó Avy sin pensarlo. Ella no quería sentir ese sentimiento de otros hacia ella. —No lo es —devolvió Ethan de inmediato—. Nunca sentiría lástima por ti. Lo poco que he visto de ti es que eres una joven trabajadora, y más allá de eso, tu belleza. Nunca le habían dicho esas palabras, y se sintió bien al oírlas. Le causó nostalgia y admiración al mismo tiempo. —Gracias. El almuerzo continuó con conversaciones, lejos de la incomodidad, conociéndose uno al otro. Avy reía con discreción, y tosió cuando probó el vino por primera vez. Las risas fueron cómplices de un almuerzo de dos jóvenes que disfrutaban de su propia compañía.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD