IRINA.

3185 Words
—Yuri, lleva lo que está en la alacena. —Irina, ¿qué vas a comer tú? —Sabes que en la cafetería me dan comida —era la misma mentira de siempre, en la cafetería no le daban nada de comer, pero era mejor decirle aquello a su hermano menor para que se comiera lo poco que tenían sin remordimiento. Yuri e Irina salían cada mañana a las 6, muchas veces con la nieve en su contra, pero tenían unas actividades muy específicas. La meta de la rubia era hacer que su hermano se graduará de la preparatoria, ella por su parte hacía lo mejor que podía con los 3 trabajos que tenía. En las mañanas cuidaba de un pequeño niño, hasta las dos. Luego a las 3 debía estar en una cafetería que colindaba entre la entrada y la salida de ese pueblo y en las noches debía trabajar en las oficinas de una construcción nueva llenando hojas de cálculo para un ingeniero perezoso y vago. Sus pasos eran rápidos pues perder el tiempo no era una opción para ella, ese día especialmente percibió una sensación realmente amarga, pero salió de su casa con el mismo optimismo de siempre, sin embargo en un punto del camino Irina sintió que alguien la seguía, aceleró su caminata sin mirar atrás, tenía algo de miedo, no vivía precisamente en un barrio seguro, así que la rubia había aprendido a defenderse, giró en una esquina y se escondió para asegurarse de que no la siguiera más. Fue entonces cuando vio la figura alta y corpulenta de su padre. —¿Qué quieres? ¿Matarme de un susto? —Irina, hija. —¿Hija? ¿Eres un padre? —Ella nunca dejaría de reclamarle por la ausencia y la violencia. —Lo siento, yo… —¿Qué? ¿Qué excusa me vas a dar esta vez? Llevas una semana desaparecido, bebiendo obviamente, mientras tu hijo y yo morimos de hambre, sabes que lo que gano es una miseria y es para pagar las cuotas del préstamo de la casa. Es invierno y no puedo dejar que nos saquen a Yuri y a mi a la calle. —Es que yo… —No quiero escucharte más. —¿Puedo ir a casa? —¿Te vas a quedar? —preguntó aún con la ilusión de que un día su padre volviera a ser el mismo buen hombre que estaba en los recuerdos de una pasado más prosperó. Pero él desvió sus hermosos ojos al cielo y tuvo su respuesta. —En casa no tenemos comida, ayer tuve que pagar la cuota de esta semana, Yuri está en la escuela y se llevó el último pedazo de comida, alcohol sabes que tampoco tenemos, así que no se que esperas encontrar allí. —Tienes razón. —¡Se que la tengo! No te quiero en casa, la última vez te llevaste mi moto para apostarla y eso no te lo puedo perdonar, sabes lo mucho que me ha costado tenerla. —Hija, lo siento, estaba ebrio. —Siempre con la misma justificación, ¿no crees que es suficiente? No te engañes más, todo el tiempo estás ebrio. Debo irme o llegaré tarde a mi trabajo. Le dio la espalda, una acción dolorosa y que la hacía batallar contra sí misma, pero necesaria, no podía seguir viviendo en torno al vicio de su padre, durante años lo estuvo sacando de bares, lo recogía de la calle, pagaba sus deudas y se metía en problemas por su culpa. Ella era solo una niña que tenía que actuar como adulta. Pero todo cambió cuando su padre golpeó a Yuri, que apenas era un niño. Lo golpeo tan fuerte que lo sacó de casa. Esa noche su padre llegó ebrio a casa, Yuri lloraba por culpa del hambre, tenía 6 años apenas. Ella le había preparado una sopa, pero el hambre era mordaz, una sopa durante todo el día, Irina se la había dado en la noche para que pudiera dormir profundamente, sin embargo el plan no funcionó porque Yuri era un niño, un niño con hambre. Y era normal que llorara y pidiera comida. —¡Calla a ese mocoso! —el hombre gritó desde el sofá en el que estaba dormitando. —Tiene hambre papá —tenía un nudo en la garganta, se sentía impotente y miserable, era una niña. Ella también tenía hambre, pero primero y como siempre pensaba en su pequeño hermano. Siempre había sido así para ella desde la muerte de su madre. "Primero todos, luego yo" —Si no lo silencias, lo haré yo —Irina sabía que eso no era una amenaza, era una advertencia y tembló de miedo. La pequeña intentó de mil maneras hacer que Yuri se durmiera, le dio agua caliente con azúcar, jugaron un rato, pero fue imposible distraerlo. Su padre se levantó furioso y lo golpeó tanto que el pobre niño estuvo dos días en el hospital, del que tuvieron que huir, porque no había modo alguno de pagar la cuenta. Desde ese día, eran solamente Yuri y ella. Desde ese día, Irina trabajaba todos los días a todas horas, para poder sobrevivir. —Ya me voy —se despidió de su jefe en la cafetería. A ese lugar llegaba a las 3 de la tarde para tomar el turno largo, la paga no era la mejor, pero era un trabajo estable. Para llegar hasta allí, tenía que hacerlo en su motocicleta, porque era lejos y salía muy tarde en la noche, el peligro estaba en todas partes, de allí viajaba otros 30 minutos hasta la construcción en la que era recibida por un hombre canoso que le abría la oficina en la que le dejaban las hojas de cálculo que debía organizar todos los días. Ese último trabajo, era temporal, mientras que la mujer que se encargaba de eso en el día regresaba a su lugar, pues había tenido bebé recientemente. Estaba profundamente concentrada en mi tarea cuando escuchó un par de gritos afuera, lo que era extraño, pues era una zona en construcción, así que no era usual escuchar ruido en la noche. Menos con el invierno en las temperaturas que estaba, nadie trabajaba en ese frío. —¡IRINA! —Su hermano, el pequeño Yuri era el que estaba gritando. Salió corriendo de la oficina sin ponerse el abrigo pesado que la calentaba, solo llevaba el gorro. Se di cuenta que el hombre que le abría la puerta siempre estaba golpeado e inconsciente en el suelo. ¿Qué carajos estaba pasando? —¡IRINA, AYUDAME! —podía escuchar el dolor en la voz de mi pequeño Yuri. Lo busco con premura y entonces la imagen la horrorizó. El pequeño Yuri traía la cara llena de golpes, sangre en la camisa y apenas si estaba abrigado. —¡¿Qué carajos pasó contigo?! —Irina miraba por todas partes a su hermano y su corazón dolió, ella solo quería que el joven fuese feliz. Ella solo quería que su hermano tuviese una vida diferente. —Es... Pa-Papá. Llegó ebrio a la casa y como no le abrí intentó entrar por todos los medios, me golpeo y yo... solamente logré escapar. —¿Qué dijo? —la pregunta era concreta porque sabía que su padre no iría a casa de no necesitar comida o dinero. —Es-esta en problemas, dijo que necesitaba la camandula de mamá y... —¡Carajo! —Irina sabía el costo de la camándula, eran perlas genuinas, esmeraldas y oro. Ella sabía que su padre lo cambiaría por 3 centavos. Pero también sabía que si iba a casa, perdería el trabajo que le estaba ayudando a llegar a fin de mes. —Yuri, yo... —Es la camandula de mamá, esta rompiendo toda la casa Ina —así era como el chico le decía a su hermana. —¡Vamos! Irina se puso el abrigo y encendió la moto, Yuri se sentó a sus espaldas y ambos aceleraron tan rápido como la moto y el frío se los permitía. Cuando se fueron acercando a casa se dieron cuenta del tumulto de gente que había allí, muchos solamente mirando, otros riéndose de las vieja casa de los Smirova. La rubia dejó la moto medio puesta en la calle y entro corriendo a la casa. Sus ojos se llenaron de lágrimas y de ira, el lugar era un desastre, ella de por sí ya hacía un trabajo duro tratando de mantener todo en su lugar y las paredes de pie, pero su padre había destrozado cuadros, sillas y mesas, la cocina ya no era una cocina, algunas partes del viejo piso de madera estaban levantadas, las escaleras que conducían al segundo piso y las habitaciones estaban rotas, todo era un caos. —¡¿Dónde está?! —Gritó con violencia el padre de Irina que estaba ebrio. —Vete —ella apenas susurró mientras alzaba del suelo varias cosas que ya no tenían arreglo. —¡Entregamelo! —Vete —seguía sin alzar la voz, ya estaba bastante avergonzada del espectáculo y de los vecinos mirando y cuchicheando. —¡Es mío y lo quiero! ¡Dame la maldit@ camándula! —No, quiero que te vayas —Irina tenía lágrimas en sus ojos, una de sus manos sostenía con fuerza un pesado jarrón que no había caído del todo al suelo y la otra era un puño de nudillos blancos. No quería usar la fuerza, pero no se iba a contener mucho más. —¡Eres una put@ igual que tu madre! ¡Necesito esa cosa o me van a matar! —¡Y a mi me importa una mierd@ si te matan o te mueres! —Ya no pudo contenerse más—. ¡Quiero que te largues y nos dejes en paz, viejo maldit0! Solo vienes a jodernos y a destruirnos, mira lo que hiciste —Irina le señalo el lugar, pero eso solamente pareció enfierecerlo más. Al punto de que el grande y gordo hombre con aliento a Vodka y pescado se abalanzó sobre ella. Yuri chilló y tiró de su hermana, pero ella lanzó el jarrón sobre la cabeza de su viejo padre, sin embargo eso no fue suficiente para detener la violenta actitud del hombre que terminó con el puño cerrado sobre el rostro de Irina, la chica golpeó el suelo con su trasero y Yuri se metió entre ella y el hombre para protegerla de la patada que estaba por lanzar al abdomen de su hermana. Pero ella con la fuerza que solía caracterizarla logró empujar a Yuri y recibir la patada en la espalda, cayó de rodillas intentando buscar el aire, su hermano la tomó del rostro y ella se sintió decepcionada, por primera vez sintió que la vida era mucho más grande que ella y que ella había sido una inútil incapaz de mantener a su hermano a salvo, tal como se lo había prometido a su madre. —Per-perdóname pequeño —su hermoso rostro estaba lleno de lágrimas y su hermano lloraba junto a ella. Fueron separados por el nuevo ataque de su padre, que tiró de la melena y larga rubia de Irina hacía atrás, dejando su rostro al descubierto y arrastrandola por el suelo, le pegó un par de bofetadas que hicieron que sus oídos se ensordecieron y solamente permaneciera allí un pitido incómodo que no la dejaba conectar con la realidad. —¿Dónde? ¡Dime dónde está! —Irina levantó la mirada y vio a su hermano tirado de nuevo en el piso tocándose la mejilla. —N-no lo sé —estaba mintiendo. —¡Mientes! —gritó el hombre aún más desesperado y volvió a golpear el rostro de Irina que para ese momento ya sangraba. La lanzó como si fuera un saco de papas y luego la pateó un par de veces más, la rubia estaba muy lastimada, pero extrañamente seguía teniendo fuerzas para al menos intentar ponerse de pie. —Ve-vete, por favor —estaba suplicando por paz, una que nunca le habían dado. Por que a Irina la vida no le había dado tregua. —Entregame... Pero la voz de su padre fue interrumpida por aplausos. Sí, aplausos lentos, fuertes, medidos, uno a uno, era más bien como un conteo. Un hombre alto, muy alto, entró a la casa y se puso de pie junto al umbral, miró despectivamente a Yuri y lo sacudió con el pie para saber si estaba vivo, dejo de hacerlo cuando el chico gimió. Por un momento, Irina que había abierto los ojos pensó que había muerto y estaba viendo a un ángel, uno con tatuajes hasta en el alma, pero un ángel al fin y al cabo. —Se-señor —su padre comenzó a titubear. —Dmitri, Dmitri, Dmitri —dijo el hombre que caminaba por el destruido lugar con elegancia y altivez, mirando y despreciando al mismo tiempo—. Tenías hasta las 11 de la noche para entregarme lo que me debes y viniste a refugiarte a este moridero. —No, no es lo que usted cree, tengo el dinero pero... —Entrégamelo entonces —el hombre se arrodillo junto a Irina, la tomó del rostro sin un ápice de delicadeza, lo observó con atención, limpio la sangre que salía de su labio y ella que estaba petrificada no podía dejar de mirarlo. hacía todo con una elegante pausa, tomándose su tiempo, paciente y meticuloso. Miró su dedo lleno de sangre y lo llevó a sus labios. —Sangre fresca —dijo y ella solo pudo tragar el nudo en su garganta. —Irina, entregame... —Vete a la mierda —Irina dijo con los dientes apretados y abrazando sus costillas con dificultad para ponerse de pie. —¡JA! —dijo el hombre rubio—. Tiene carácter, ¿quién es? —Mi hija. —¡Vaya, vaya! —Se acercó a Irina que retrocedió sobre su trasero porque aún no podía ponerse bien de pie y estaba asustada por la mirada fría de ese hombre—. Tu padre me debe dinero, mucho dinero, si el dice que tu lo tienes entonces debes pagarme. —¿Qui-quién? —pregunto ella y el hombre pareció no entender. —¿Que? —¿Quién te debe el dinero? ¿Mi padre o yo? —Una sonrisa ladina, sensual, pero malévola se pintó en los labios del rubio. —Entonces me cobraré la deuda con una vida. Irina abrió los ojos asustada, sorprendida, perdida y vencida. Por primera vez en sus 20 años de vida, Irina se sintió vencida por la vida. Dejó caer una lágrima por su mejilla y el hombre la tomó entre sus dedos, la bebió y se acercó al padre de Irina. —Dos meses te di para reunir el dinero, pero en lugar de trabajar y pagar te fuiste de bar en bar, a meterte con cuánta put@ se te atravesó por delante. Me dijiste que era para tus hijos el dinero, para comida y pagar esta... casa —Irina que ya había logrado acercarse a su hermano quedó suspendida en el tiempo al escuchar la bajeza de su padre, por haberlos usado para obtener dinero que ahora no podía pagar o que pretendía pagar con lo único que les quedaba de su madre—. Sin embargo llegó aquí y tu casa es un desastre y tus hijos parece que llevan semanas sin probar bocado. ¿Qué hiciste Dmitri? ¿Por qué me mentiste? —En ese punto el hombre ya lo sostenía del cuello con una sola mano, lo estaba asfixiando y sus ojos se estaban apagando. Irina estaba asustada, frente a sus ojos un hombre estaba acabando con la vida de su padre, de su verdugo, del hombre que debía protegerla y la había abandonado, su hermano la abrazó con fuerza y ambos lloraban. —Sabes que no soporto a los mentirosos —el hombre soltó a su padre y lo dejó caer—. Así que vamos a jugar un juego. Sacó un arma, levantó una mesa y una silla. Sobre la mesa colocó el arma y se sentó en la silla. Irina y Yuri estaban abrazados en una esquina y su padre en otra. —Dmitri, tu o tus hijos. —¿Qué? —el hombre pareció recobrar el sentido, dejó caer lágrimas y miraba a sus hijos que ya no lloraban, solamente parecían esperar el disparo en medio de sus cabezas. —No me vas a dar el dinero, tu hija tiene más b0las que tu y no me va a entregar eso tan preciado con lo que puedes pagar, así que no pienso perder mi tiempo. Te mueres tu o se mueren ellos. —Por favor, yo... —Entonces serás tú. El hombre tomó el arma y disparó. Fue un sonido seco, no había eco, pero parecía que no salía de los oídos de Irina y Yuri que miraban el cuerpo de su padre muerto en el suelo, un hilo de sangre salía de en medio de su frente y parecía que había muerto mirándolos a ellos, sus ojos tenían una triste expresión como si les hubiese estado pidiendo perdón. Era un silencio desolador, no había vida más que muerte allí en ese lugar. Era como si el tiempo se hubiese congelado. —Arriba —fue una orden del hombre que tenía una voz gruesa y ronca. Esa orden los sacó de su estado de trance, parecía que les había dado tiempo para asimilar todo aquello, pero en realidad habían pasado menos de dos minutos. Dos hombres entraron a la casa, uno tomó a Yuri separándolo de Irina y como en cámara lenta los jóvenes empezaron a pelear por intentar permanecer juntos, pero es que las fuerzas no les daban, ni las energías. Ambos lloraban como si fueran pequeños cachorros abandonados, se necesitaban y era todo lo que tenían. Irina vio como el rubio se acercó a su hermano y lo golpeó en la cabeza dejándolo inconsciente y luego a ella. La miró fijamente, buscando algo, intentando descifrar algo, limpio de nuevo las lágrimas que no la estaban dejando ver bien y del mismo modo que a su hermano, un golpe de esa tatuada mano fue lo que la puso a dormir. Salieron de la casa y por una especie de acto de cortesía y burla el hombre cerró la puerta de esa vieja casa, todos los vecinos miraban y murmuraban muy bajito, de pronto el hombre levantó sus ojos a los curiosos y el lugar se llenó de miedo en un segundo y fue cuando esas personas sintieron verdadero terror. EL hombre río y se despidió con un simple movimiento de cabeza. —Súbanlos a mi auto. —Señor, son deudores —dijo un hombre joven. —Y me van a pagar, eso es cierto. Aunque aún no se como —levanto el rostro de Irina en dirección al suyo y parecía buscar algo más. Chasqueo con su lengua y dio una sonrisa ladina y macabra. —Llevenselos. Ya sabes que hacer Poseidon.
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