Muy temprano en la mañana, Kaidan ayudo a Elina a tomar su baño, procurando enseñarla de forma adecuada para que ella pudiera hacerlo por sí misma en el futuro, cada vez más intrigado por la falta de conocimiento que mostraba, tomando como proyecto el poder enseñarla para así poder cumplir con el objetivo de averiguar por qué en el reino de Virelia tratarían de tal forma a una de sus princesas, lo que volvía más extraña esa situación era que aun a sabiendas del estado de la mujer, fue casada con él, como si se hubieran desecho de un peso muerto que simplemente les estorbaba.
Algo que no le gustaba mucho cada vez que lo pensaba, a pesar de ser conocido y temido por sus acciones en batalla, Kaidan odiaban el sufrimiento innecesario, ¿Qué sentido tenia herir a una mujer inocente?, matar a guerreros durante la guerra en el campo de batalla, era distinto a torturar de forma física y psicológica a una persona que no deseaba luchar.
Las sirvientas vistieron a la mujer y luego está bajo a desayunar acompañada por Kaidan, quien de forma paciente le insistió a la mujer en su práctica, quitando de la mesa la cesta del pan hasta que no pronunciara la palabra, una vez la hubiera dicho y memorizado, pasaron a la siguiente, día tras día repitieron ese ciclo de aprendizaje hasta que luego de una semana la mujer podía decir doce palabras, entre las cuales se encontraban: agua, cesta, pan, comida, día, noche, baño, boca, mano, ojo, pies, cabello y el nombre de Kaidan.
Luego de esas primeras palabras, cada semana procuraba enseñarle la misma cantidad y que esta las memorizara, al igual que procuraba repetirle las que ya sabia y que las utilizara de forma obligatoria. Transcurrido el mes y aumentando un poco más la rutina de aprendizaje, logro que memorizara setenta y cinco palabras, mezcladas entre objetos, colores, formas y emociones.
Pasaban todos los días juntos, mientras Kaidan realizaba su investigación, la cual no había brindado mucha información, Elina se mantenía a su lado mientras este aprovechaba de enseñarle cada vez más, acerca de su entorno, poco a poco la mujer fue volviéndose más habida para diferenciar su alrededor, llegando a crear intereses propios, uno de ellos se vio expresado en la pintura, algo que Kaidan pudo fijarse, al percatarse en la forma en que la mujer observaba con vehemencia los retratos familiares y pinturas de escenas, que se encontraban en la biblioteca y el resto del castillo.
- ¿Te gusta? – le pregunta Kaidan a la mujer que se encontraba observando un busto del antiguo rey de Ophiria.
- Si, gusta – le responde la mujer, su mirada mostraba pasión y felicidad mientras lo veía.
- ¿Te enseño? – le dice haciéndole señas- ¿quieres aprender a hacerlo? – le dice entre señas tratando de ser entendido.
- SI, aprender querer – le dice sonriendo efusivamente
- Bien, vamos a comprarte todo lo necesario para que puedas comenzar a pintar – le dice acariciando su cabeza, algo a lo que Elina ya parecía estar acostumbrada, dado el hecho de que no se asustaba como solía hacerlo antes.
En lugar de ordenarle a los sirvientes que compraran los implementos de pintura, Kaidan decidió que sería bueno observar el comportamiento de la mujer en espacios con muchas personas, el día de la boda la plaza estaba a reventar y su conducta fue tranquila, pero dado que desde entonces ha podido conocer las pocas o quizás inexistentes facultades sociales que la mujer posee, este sería un gran momento para poder comprobar hasta qué punto pudiera llegar.
Mando a preparar un carruaje, aunque la mayoría del tiempo salía solo a caballo, en esa ocasión no podría hacerlo, dado que Elinia ira con él, ayudo a subir a la mujer y le indico al cochero el destino al que debían ir, quien sin más premura se puso en marcha en cuanto el príncipe se terminó de subir.
Al llegar al mercado del pueblo, un lugar ruidoso y multitudinario, Kaidan abrió la puerta del carruaje y le extendió la mano a la mujer para ayudarla a bajar, Elina la tomo y bajo el escalón, luego vio a su alrededor y se sintió aturdida por la gran cantidad de personas, ruido y objetos desconocidos que solo provocaban dolor de cabeza, tal y como Kaidan los había pensado, la mujer poseía pánico a los exteriores, algo que no es nada común en ningún tipo de princesa o cualquiera de la alta sociedad, ya que desde muy pequeños son adoctrinados para socializar entre grandes multitudes, manteniendo la calme, el porte y finura que los debía caracterizar, algo que la princesa Elina no mostraba en su posición de conejo asustado escondiéndose tras el cuerpo del hombre.
- Vamos, te prometo que no te sucederá nada – le dice extendiendo su mano hacia ella.
De forma dudosa la mujer tomo su mano y enseguida Kaidan comenzó a caminar a través del mercado, caminaron por todos los puestos viendo las nuevas mercancías, también algunos que otros objetos necesarios para él, mientras buscaban las mejores herramientas que serían necesaria para impartirle a Elina las diferentes técnicas de pintura que él dominaba.
Todo ese tiempo se mantuvieron tomados de la mano, aunque la mujer al recibir uno que otro encrespamiento apretaba de ella con mucha fuerza, como si su vida dependiera de ello.
Debido a la tardía hora que llegaron de vuelta al castillo, por las múltiples distracciones que tuvieron en el mercado mientras realizaban sus compras, no tuvieron más remedio que las enseñanzas quedarían pospuestas para la mañana siguiente e ir directo a cenar.
Para alguien que desde su nacimiento había recibido tan solo un plato de comida al día, y que desde hacía un tiempo se le alimentara varias veces al día, era igual a recibir la gracia divina, ya que ahora su estómago no dolía hasta hacerla llorar o gritar, tampoco sentía la necesidad de morder sus uñas.
Desde que se encontraba al lado de Kaidan no había sentido dolor alguno, así que para Elina ese hombre se había vuelto su lugar seguro. Algo que para el propio Kaidan resultaba hilarante, ya que incluso en su propia tierra era temido y procuraban no acercarse al por el mito que se había esparcido por todos los reinos acerca de su crueldad y despiadada personalidad, es por tal motivo que decidió aislarse de todos, incluso de su propia familia, pero ella era distinta a todas esas personas, la inocencia que se reflejaba en su mirada podía revelarle la certeza y sinceridad de sus sentimientos puros hacia él, es por ello que no le molestaba en lo más mínimo tenerla a su lado, solo si se trataba de ella.
Al día siguiente, tal y como lo había prometido, comenzaron las lecciones de pintura, un buen estímulo para lograr enseñarle también la pronunciación de todos los colores, de igual forma los diferentes objetos que estarían utilizando y uno más que otro que fuera de interés. Igual que en todas sus lecciones, Elina mostraba una fuerte determinación al aprendizaje, guiada por las enseñanzas de Kaidan quien, aunque solo poseyera el conocimiento básico del arte de la pintura, puso todo su empeño en enseñar de manera adecuada a la mujer.
Agregando la actividad a su itinerario para poder llevar un control de la nueva actividad que, en tan solo una semana Elina demostró poseer facultades para plasmar paisajes, logrando recrear con algunas pinceladas torpes, pero seguras, el panorama que se podía observar fuera de su ventanal, luego sus sueños comenzaron a hacerse presente en sus cuadros, plasmando ha vivido detalle lo único que conocía desde que tenía memoria, algo que al verlo Kaidan quedo totalmente sorprendido.
- Elina, ¿Qué simboliza esta pintura? – le pregunta señalando la pintura mientras observa a la mujer agregándole los últimos detalles en n***o
- Casa – le dice sin vacilar o dejar de mirar hacia el cuadro. Mientras Kaidan se preguntaba ¿Cómo una celda de un calabozo podría representar la palabra casa para una princesa?