Luego de guardar la nota en el bolsillo interno de su chaqueta se dirigió a la puerta principal para informar al mayordomo que requería un caballo. No era momento de utilizar un carruaje y la intensidad de sus sentimientos le gritaban que se moviera o sino enloquecería. ‒ ¿Hacia dónde se dirige, milord? Edward levantó una ceja sin siquiera molestarse en voltear a mirar a Max, mientras se ponía los guantes junto a su caballo. ‒ ¿En serio crees que debo responder a esa pregunta? ‒ dijo en tono burlón. ‒ No, milord… por supuesto. ‒ ¡Venga! Escúpelo, muchacho ‒ le dio una palmada en la espalda, un poco más fuerte de lo que pretendía. ‒ Me parece que debería ir a Casa de Lady Bellingham primero. ‒ ¡Ah, sí! ¿Y eso por qué? ‒ aunque Edward creía saber la res

