CAPITULO 4

2307 Words
EROS Entro en la oficina como un huracán, cerrando la puerta de un golpe que resuena en toda la planta. Camino hacia el escritorio y desato el caos: la laptop vuela y se estrella contra la pared, los papeles quedan desparramados en el suelo. Rompo y destruyo a cada paso, pero no consigo calmar el ardor que me consume desde dentro. Los músculos me laten de la tensión, el pecho se me contrae, cada latido es un puñetazo. El aire se me escapa, y, cazzo, esta ira es un veneno que recorre mis venas, prendiendo fuego a cada rincón de mi cuerpo. El aire comienza a faltarme, y joder los celos son como un veneno que se está esparciendo rápido por mi cuerpo. Verla y no poder tocarla, no poder besarla me estaba matando. El puñal que me clavaba con cada palabra, hacia que mi pecho doliera. Está tan bella, pero tan venenosa como siempre. Pego un grito frustrado, me volví loco cuando vi como el idiota que dice tener por novio pasaba sus asquerosas manos por su cuerpo, me enloquecí aun mas cuando me dijo que seria él, el que la tocaría esta noche. Grito, dejando que mi frustración resuene en cada rincón de esta habitación, sin ningún alma que me escuche, pero ¿Qué más da? Nadie puede entenderlo, nadie tiene una puta idea de cómo consumo. Cada palabra se enterró en lo mas profundo de mí, sabia que puntos presionar, y es que siempre ha sido así. Masha Lander sabe que botones picar para llevarme al límite, a veces siento que me conoce tan bien que me aterra. Cazzo las manos me tiemblan. No sé si pueda aguantar más. El auto control que tenia se ha perdido por completo me tomó todo de mí, no echármela al hombro y obligarla a venir conmigo a mi oficina. Solo quería hablar con ella, quizás disculparme por todo lo que dije y por la forma en que me comporté hace tres años, pero Masha, al igual que su familia tiene el orgullo lo tiene demasiado grande, y yo la lastimé. —¡Cazzo! —pateo el escritorio con toda la fuerza que me queda—. ¡Quiero que sea mía, maldita sea! Los celos, el odio, el deseo... son un cóctel envenenado, y mi sangre se convierte en gasolina con su aroma clavado en mis fosas nasales. Ese perfume, su cabello, esos malditos ojos grises, la sonrisa maliciosa que me da cada vez que clava un dardo... Todo en ella me enciende y me destroza al mismo tiempo. La vista se me nubla, golpeo cualquier cosa que se me cruce. Quiero poseerla, marcarla, gritarle al mundo que es mía, que nunca será de otro. Me quema verla dedicándole a alguien más lo que debería ser mío, verlo a él donde debería estar yo, y sé que es una locura, una necesidad, pero, al diablo. No me importa. La quiero para mí. No me importa si ese pobre infeliz piensa que tiene algún derecho sobre ella; Quiero escuchar su voz romperse con mi nombre, la quiero en mi cama, temblando por el placer que le pueda brindar, la quiero siendo mía. Me paso las manos por el cabello, intentando calmar el huracán que tengo dentro, pero el corazón me golpea el pecho, desenfrenado. —¡Joder! —La puerta de la oficina se abre de golpe, y el marcado acento ruso de Vladislau resuena en el aire— ¿También tenemos que tranquilizarte con una pistola de dardos? Ruedo los ojos; se me había olvidado por completo que hoy había reunión con el Consejo. El ruso entra y silba, evaluando el desastre que he dejado tras de mí. —¡Vaya! —Silba ahora Darko, desde el pasillo—. Y yo soy el que se descontrola de repente. Tengo todos los nudillos en carne viva, de la rabia no me había dado cuenta de que también me había hecho daño yo. La imagen de ella regresa a la mente, y tomo el ultimo vaso de cristal y lo lanzo contra la pared, me importa una mierda que mis amigos ahora piensen que estoy loco. — ¿Qué le pasó? —pregunta Koji, recostado en el marco de la puerta, observando con curiosidad. —Se está ahogando con todo lo que tiene en el pecho — responde una voz suave, y todos volteamos hacia Kali— los deseos de querer algo y no poder tenerlo lo está consumiendo. Envenenándolo como una droga, haciéndolo preso del deseo. Me giro hacia ella y entrecierro los ojos. La muy hija de perra me está mirando con los brazos cruzados y una sonrisa arrogante en el rostro, como si supiera algo que nadie mas sabe. — ¿Qué haces aquí? —escupo, lleno de rabia. Ella termina de entrar a la oficina y ladea la cabeza, puedo ver la burla en sus ojos. Para mi mayor tortura sus ojos también son grises, pero no es el gris que me enloquece, mientras que Kali, tiene el color de un día gris antes de cada tormenta, Masha tiene el color plomo, el de una bala que es capaz de enterrarse en lo mas profundo de tu ser. —¡Buenas noches! — Se escucha otra voz, con un marcado acento— ¡Eh ave Maria, mijo! ¿Estamos como de mal humor? Ruedo los ojos, joder, se me había olvidado por completo que hoy tendrías una reunión con el Cruz. —Manito, ¿A qué no sabes a quién me encontré? —dice el costeño, entrando y echando una ojeada al destrozo de la oficina, silbando divertido—. ¡Nojoda! ¿Qué fue esta monda? Nos descontrolamos un poquito, ¿eh? Necesito calmarme, recuperar el control. Masha no puede seguir afectándome de esta manera. —¿A quien viste? —pregunta Kali con esa diversión cruel que le gusta lanzar cuando sabe que alguien está al borde de explotar. Julián termina de entrar a la oficina, se mete las manos en los bolsillos. —A la hermanita del zarco —dice, y siento cómo mi cuerpo se tensa al instante—. Esa culicagada se puso buena. Casi no la reconozco. Iba con un pelao que parecía un muñequito de pastel, todo formalito, como un principito... igualito al rubio —señala hacia Vladislau. —¿Qué estaba haciendo? —no puedo detener la pregunta cuando ya ha salido de mi boca. Me maldigo internamente. A mi que diablos me importa que está haciendo esa mocosa. —Bueno... — Julián responde alargando la pausa, disfrutando demasiado— ella nada, el chico... se iba divirtiendo mientras le metía mano. Quien fuera ese pelao... ¡Esa pelaita es un bollito! Aguanta su noche de locura. El comentario me cae como un balde de agua fría, y el enojo se enciende de nuevo. La imagen de otro tipo tocándola, disfrutando de lo que yo... Cazzo, esto me está matando. ¿Qué tan bajo he caído, que hasta los comentarios de Julián pueden destrozarme? Me paso una mano por el cabello, intentando sofocar el impulso de salir de aquí y arrancarla de los brazos de cualquiera que se le acerque. Aprieto los dientes, quiero meterle un tiro en la frente por siquiera creerse con el derecho de imaginarse poder tener una noche de esas con ella. ¡Cazzo, esta situación va a acabar conmigo! —Vuelve a hablar así de ella y te meto un tiro en el frente —las palabras salen antes de que mi mente las procese, llenas de una frustración que no logro contener. Kali sonríe de medio lado, Vladislau arquea una ceja, Darko ladea la cabeza con el ceño fruncido. —Mijo —interviene Cruz, sacudiendo la cabeza con una media sonrisa—, deberías echar un polvo para que se te bastante ese mal genio. Blanqueo los ojos, eso es lo que he estado haciendo, pero nada me quita la presión que siento en el pecho. Las ganas de ir tras de ella, de obligarla a que hable conmigo. A que me escuche. —Ya follé... gracias —respondo con un tono irritado, desviando la vista. —Pero entonces la hembra fue un mal polvo —Julián se carcajea, sacudiendo la cabeza— Nojoda, yo hubiera echado un polvo, y estuviera nítido. Relajadito, tranquilito. Bufo, yo llevo follando tres años, y sigo igual. No logro sacarme a esa maldita de mi cabeza. Y verla hoy no hizo mas que avivar las llamas del deseo que me consume. —¿Qué pasó aquí? —pregunta una voz grave desde la puerta. Todos nos giramos para ver al hombre que viene con un traje de tres piezas, los ojos verdes le brillan, y el ceño fruncido que siempre lo acompaña. Escanea el lugar. —El italiano tuvo una pequeña crisis —Responde Kali. —El espíritu de Darko lo poseyó —se burla el Vladislau. Mattia arquea una ceja y me mira. Mi cuerpo se tensa y simplemente me encojo de hombros. —Todos tenemos un mal día —respondo intento sonar tranquilo. —O un mal polvo —se burla Julián. En ese momento una las notas de una canción comienza a sonar por los altavoces de mi club. —¡Nojoda, que cule de tema! —grita Julián— manito ¿Cómo es que se canta? Lo veo mirar a Cruz que comienza a gritar a todo pulmón. —Delirante, obsesionado, con cerebro imaginario y dosis de locura, veo cosas absurdas —comienza a cantar Cruz— guárdame un secreto. En mi hombro hay un diablito que me agobia. Lo veo caminar hacia Kali, tomarla de la mano y con la que tiene libre le toma el mentón obligándola que lo mire. —Me impulsó a mandarte flores —ahora le canta a ella— que te llame por las noches y que viole las reglas, aunque seas ajena. Que no se me ocurra aceptarte ni un segundo como amiga. Mi cuerpo se tensa ante la letra de la canción. Julián quita a Cruz, y ahora es él, el que toma a Kali entre sus brazos, guarda una distancia prudente entre sus cuerpos, le toma el cabello con una mano y Kali le sonríe divertida. —Necio porque tienes dueño —le canta Julián con una sonrisa— y yo soy un loco, hablando con reflejos que no están. Necio porque no eres mía. Mi fruta prohibida. Me despierta el deseo de probar. —Sencillamente usted amada mía —finaliza Cruz— me pone necio. —Que canción tan oportuna —comenta Kali lanzándome una mirada de reojo, el toque de burla claro en sus ojos— demasiado oportuna. Bufo, y les doy la espalda. Me pongo frente al ventanal, ignorando sus estupideces. Necesito que esto termine rápido, para poder averiguar por qué no se me notificó que Masha regresaba, también necesito saber. Donde vive, con quien está viviendo, a que regresó. Tengo tantas preguntas y necesito respuestas. —Si ya terminaron el patético concierto —la voz grave de Mattia corta la escena, y todos se giran hacia él— me encantaría comenzar. Tengo una mujer que me espera en la casa, a la cual quiero irme a follar. Bufo. Mattia tuvo mellizos hace tres años, y de allí no quiso tener más. Ahora que los niños han crecido, se la pasa como un conejo, no hace falta preguntar dónde está cuando se desaparece. —Bueno —dice Kali— el aburrido tiene razón. Terminemos con esto, que mi marido me espera en casa, para enseñarme a cantar con su micrófono. Julián y Cruz se miran y sueltan la risa. Esa frase la trajeron ellos, y ahora Kali no deja de decirla. Yo comienzo a desesperarme. Mattia comienza a hablar de todos los negocios que vamos a llevar a cabo con los colombianos, pasaran mas tiempo en Londres, dado que han expandido su organización, Koji nos dice que le han informado que ha habido movimientos extraños en los bajos mundos, que han comenzado a traficar personas como esclavos, niñas y niños como venta de órganos y que se dicen que hay un capo que ha comenzado a entrenar a lolitas asesinas. Después de que Koji nos pase toda la información sobre las lolitas asesinas, y la venta de esclavos, Mattia da por terminada la reunión. —Antes de irnos —se detiene Mattia en la entrada— el viernes hay una cena en mi casa. Como saben Masha ha regresado de Rusia, terminó su carrera y ha venido a involucrarse en la organización. —¿Va a ver fiesta para darle la bienvenida? —pregunta emocionado Julián. Mattia sacude la cabeza. —No. Solo dijo que organizáramos una fiesta con los mas allegados que tenia que darnos una noticia. Mi cuerpo se tensa ante esas palabras. Algo me dice que no me a va a gustar lo que va a anunciar, y necesito hablar con ella lo antes posible. Necesito que me escuche. Con esa noticia Mattia sale de la oficina. Vladislau se acerca a mí, y me palmea el hombro. Darko salé como alma que lleva el diablo. —Tienes que calmarte ome, pues italiano —dice Cruz sacudiendo la cabeza antes de salir. Detrás de Cruz sale Julián, ambos van murmurando algo, y chocan las manos. Quien sabe que se traerán esos dos. —Será demasiado divertida cena —canturrea Kali mientras camina hacia la puerta— por si algo lleva calmantes. Mira que los infartos están dando de repente. La muy hija de perra sale de mi oficina con una sonrisa burlona en el rostro. Cuando quedo solo me llevo las manos al rostro. Todo esto no me gusta nada. Necesito hablar con Masha, por las buenas o por las malas va a escucharme.
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