Belinda se sintió conmocionada, era una emoción fuerte, sintió mariposas en el estómago al mirar a Ezequiel, pero lo que sintió en ese preciso momento fue devastador, no pudo identificar si era miedo, deseo o algo más aterrador. Ezequiel era alto y fuerte, pero Benjamín parecía un león enjaulado, listo para atacar. Belinda no podía apartar la mirada, cuando se movió, el dolor la hizo gritar, se cortó con los fragmentos de vidrio.
Ezequiel la tomó en sus brazos y la depositó en el sofá, Belinda vio alarmada cómo Benjamín se arrodillaba a sus pies para atender la herida, pero su proximidad la molestaba, era más fácil trabajar con la mirada furtiva de Ezequiel, Belinda se alejó de inmediato.
Ese fue el momento en que el arrepentimiento de haber aceptado ese trabajo, se hizo aún más fuerte.
– No me toque.
La mano de él se detuvo, pero la mirada que ardió sobre ella, contenía una fuerte advertencia.
– Ben, no la asustes.
Ezequiel intervino.
– Me está repeliendo.
– Belinda llegó hoy, nunca estuvo rodeada de hombres de nuestra edad.
Benjamín la miró fijamente y se puso de pie. Belinda dejó escapar el aire que estaba reteniendo en sus pulmones, pero también se sentía incómoda con Ezequiel demasiado cerca.
Era extraña toda esa atención, incluso con un vestido que le cubría las rodillas se sentía expuesta y lamentaba estar en esa situación. Los ojos de Ezequiel brillaron sobre ella, algo menos intenso que lo que había visto en los ojos de Benjamín, pero también estaba allí, un sentimiento que nunca había experimentado.
– Déjame ver la herida.
– No, yo hago eso, después de limpiar el piso.
No quería que la tocaran, era exactamente de eso que huyó cuando se fue de su casa.
Mientras algunas chicas se sentían libres por perder la virginidad, para ella era lo contrario, el mayor acto de rebeldía que había hecho contra su padre era para preservarse, nadie la tocaría sin permiso.
– Si no me dejas sacar los fragmentos de vidrio y ponerle una venda, Benjamín lo hará. ¿Qué prefieres?
No quería que ninguno de los dos se acercara, pero aún prefería al hombre que tenía enfrente, parecía menos volátil, pero sospechaba que Ezequiel era aún más peligroso, su sonrisa fácil escondía profundos secretos. Mirándolo, Belinda tuvo la impresión de ser transportada a una película de acción, donde no existe un chico bueno, sino un villano demasiado guapo para ser odiado.
Y ella había caído en las garras de uno, en su inocencia por huir de su padre.
Cerró los ojos y dejó que Ezequiel le sanara el pie, cuando terminó, Belinda se levantó para encargarse de la limpieza, pero la detuvieron.
– Es mi trabajo.
– Necesitas mantener la casa limpia y la comida caliente, la limpieza pesada alguien viene a hacerla mañana. Te llevaré al dormitorio.
– No, por favor. Si me tocas, te tendré miedo, y ya lo tengo, tu hermano me asusta muchísimo.
Tenía la mala costumbre de hablar demasiado.
– Benjamín no te hará daño, al contrario, ve a acostarte.
Belinda corrió al dormitorio, aún cojeando. Pensaba que toda esa cercanía era extraña.
Ezequiel sabía que no podían acercarse demasiado, tal vez por eso todavía tenía la sensación de que algo faltaba en esa casa. Claramente con la presencia de Belinda algo se había llenado, eso lo supo apenas la vio en la cocina, pero aún quedaba un vacío que necesitaba cerrarse.
Entró en la habitación. La casa era grande y tenía demasiadas habitaciones, pero él y su hermano solían compartir el mismo espacio, así había sido desde la infancia.
Al principio, la división del espacio se debió a que usaban el calor del otro para calentarse en las noches frías, luego fue para protegerse. Los dos lograron mantenerse a salvo a sí mismos y a su madre. Ahora mantenían esa vieja costumbre, no tenían problema en dormir en la misma cama, eran la mitad uno del otro, aunque no eran gemelos.
Benjamín no era muy hablador, pero podían entenderse de un vistazo.
– El pajarito me tiene miedo.
– Ya se le pasará, y ella descubrirá que eres el hermano bueno.
– No somos buenos, y puede ser que ella se escape al descubrir eso.
– Ella no lo hará, no lo permitiremos. La necesitas.
Ezequiel tenía razón, Benjamín necesitaba un punto de control, de hecho, eran el control el uno del otro, pero en los últimos meses no estaba funcionando muy bien. Benjamín estaba perdiendo el control de sus acciones, incluso los hombres más cercanos y leales se estaban asustando.
Siempre bebían e incluso fumaban cigarrillos fuertes, pero Benjamín se estaba volviendo inalcanzable para Ezequiel en esos momentos. Las mujeres no se acercaban demasiado, porque siempre estaban juntos, incluso durante el sexo, y para muchas ser compartida no era aceptable. Cuando eso acontecía no insistían, no cambiarían su estilo de vida por una mujer que no valía la pena.
Cada uno quería formar una familia, pero para que una mujer se casara con un Orlov, necesitaba aceptar y respetar que nunca se separarían, que nunca vivirían en casas diferentes, sería como arrancarles los brazos a ambos. Benjamín no trabajaba sin Ezequiel, y Ezequiel no trabajaba sin su hermano, descubrieron eso muy temprano en la vida y no se separarían.