Capitulo 6 – Construcción

1269 Words
Aunque ya había mantenido contacto s****l con algunas mujeres, no soportaba vivir rodeado de mujeres semidesnudas, que creían que insinuarse a él le agradaría, le gustaba tomar la iniciativa, pero pocas mujeres retenían su atención por más de una noche. Ellas disfrutaban del sexo y de su billetera, pero no de su compañía. Cuando las mujeres con las que tenía una relación ganaban confianza, creían que una vida de lujos y fiestas glamurosas estaba garantizada, pero los hermanos no tenían por costumbre mantener económicamente a las mujeres, aunque fueran exageradamente bellas y sensuales. Otro factor era que los hermanos compartían a sus mujeres entre sí, y ellas pensaban que eso significaba que podían estar con otros además de ellos, aunque Ezequiel y Benjamín advertían lo contrario. Entonces descubrían que no solían repetir una advertencia, y lo descubrían de la peor manera posible. Increíblemente, incluso en ese mundo, las relaciones sexuales que tenían no eran muchas. Esas orgías a las que estaban acostumbradas las mujeres que frecuentaban el club nocturno era demasiado incluso para ellos, significaba poner en riesgo su salud. Ezequiel y Benjamín tenían un código inquebrantable entre ellos, que era nunca estar con una mujer sin condón, eso les evitaría futuros problemas, tanto de salud como de tener un hijo que no querían. Benjamín estuvo unos minutos en la piscina, cuando logró calmarse adecuadamente, salió y se puso las Bermudas. No encontró a Belinda en la cocina y supo que el pajarito se estaba escondiendo de él. Ezequiel llegaría más tarde, tal vez su hermano podría calmar los temores de ella. Se acostó en el sofá de la sala de estar y encendió el televisor para ver un partido de fútbol americano. Después de unos minutos, notó su movimiento en la cocina. – Vamos a pedir pizza. – Ok. Voy a mi habitación. – Linda, tenemos que hablar. Nadie la llamaba Linda, siempre era Belinda o Bel. Benjamín se sentó, en ese momento entró Ezequiel y ella aprovechó para alejarse de esa conversación, fue a la cocina y comenzó a guardar los platos. Ezequiel se acercó y saludó a su hermano con un piquito. Al principio le pareció muy extraño, dos hombres enormes saludándose así, pero con el pasar de los días dejó de molestarle. La parte de arriba del traje de Ezequiel cayó al suelo, se tumbó en el sofá y apoyó la cabeza en el regazo de su hermano, esos momentos también eran comunes, siempre eran cercanos. Vieron el partido de fútbol abrazados. Belinda se había retirado a su habitación, se había tomado un vaso de jugo y no iba a volver por pizza, todavía quería mantener su distancia de los dos hombres, que no se estaban comportando como sus patrones. Después de la ducha se puso el pijama, no era elegante ni sexy, ni siquiera tenía dinero para ello. Estaba leyendo un libro cuando escuchó que tocaban la puerta, estaba en silencio, así se darían por vencidos, pero la puerta fue abierta por Ezequiel. – Ven a cenar con nosotros, no te puedes quedar sin comer. – Tomé un jugo. – No es suficiente. No te voy a lastimar, ni yo ni Ben. Sólo queremos protegerte. Belinda lo miró como si decidiera si creía en la palabra del hombre. Si quisieran lastimarla, probablemente ya lo habrían hecho, nadie los detendría, ni siquiera ella, no tenía la fuerza para detenerlos. Y tenía que admitir que le gustaba la pizza. – Solo me voy a poner algo de ropa y voy. – Puedes venir así, no hay problema. Pero ella negó con la cabeza. Benjamín estuvo aún más tentado a estar cerca cuando Ezequiel informó que Linda se negaba a sentarse a la mesa y vistiendo una pijama. Por lo general, las mujeres que lo rodeaban no tenían vergüenza, se sentaban con ellos incluso desnudas. Pero el pajarito para el que planeaba construir una jaula de oro todavía la tenía, y eso era bueno, no quería una mujer promiscua. Era femenina, incluso con el pelo más corto, llevaba un cintillo blanco en la cabeza para sujetar los mechones que empezaban a crecer. La chica era delicada, y eso era sexy, estaba casi seguro de que la mujer sentada en la mesa estaba sin tocar y él sería el primero, solo necesitaba encontrar la manera de ser aceptado. Cuando terminaron, ella se ocupó de los platos, pero justo cuando estaba a punto de refugiarse en su habitación, sonó el timbre. Nadie los visitaba, los guardias de seguridad que estaban en el portón principal dejaron entrar a la persona, Belinda vio a una mujer en tacones bajarse del auto. La postura de Benjamín se puso rígida. Los senos de la mujer estaban prácticamente afuera. Belinda se sintió avergonzada por ella. Para salir de la sala, tenía que pasar junto a Benjamín, pero su postura la alarmó. Algo andaba mal. La mujer entró sonriendo. – ¿Qué haces aquí? – Vine a pasar unos días contigo. – Fuera. El gruñido que salió de la garganta de Benjamín fue doloroso, pero también aterrador. – ¡Cassandra! Ya te hemos prohibido aparecer aquí. – Sentí nostalgia. Benjamín se movió, pero Ezequiel lo detuvo. – Ben, ella te quiere desestabilizar. – La quiero fuera de aquí, ya le dije a esta… Se detuvo, no quería ofender a una mujer, no delante de Belinda. El cuchillo con el que estaba comiendo pizza todavía estaba en sus manos, Benjamín lo giró con una facilidad y una frialdad que hizo que Belinda tragara en seco. La mujer pareció entender el peligro en el que se encontraba, los guardias de seguridad habían olvidado una orden dada, su auto no debía pasar. Benjamín sacó un puro del estante, no fumaba cigarros, pero el puro siempre estaba ahí, Ezequiel sabía que estaba tenso. – Belinda, ¿puedes sacar a Ben de aquí? – ¿Yo? – ¡Por favor! Belinda no sabía qué hacer, pero se dio cuenta que la mujer frente a ella de alguna manera estaba en peligro, hizo lo único que parecía posible, tomó su mano y tiró de él, pensó que sería repelida, pero para su sorpresa, Benjamín tiró el cuchillo en la mesa y la siguió como si lo hicieran todos los días. En el momento en que llegaron al pasillo, Benjamín la colocó contra la pared. – Voy a besarte. No era una petición, pero aún así ella no lo permitiría, no se convertiría en su puta de lujo. Y cuando se cansaran, la tirarían, igual que hacían con la mujer de la sala, ella había huido de eso. – Si me tocas, me voy mañana mismo, no soy prostituta. – No dije que lo fueras. – Pero están tratando de transformarme en una, y no lo permitiré. Belinda pasó por debajo de los brazos de Benjamín y corrió hacia la recámara, esta vez cerró la puerta con llave, si no encontraban otra forma de convivir, tendría que salir de esa casa. Ya se había dado cuenta de que los hermanos compartían todo, incluso las mujeres y no viviría algo así. Estaba segura de que lo que querían era pasar el tiempo, nada más. Estaría herida, sola y sin trabajo. Y su padre la convertiría en una cualquiera si regresaba a casa, y encima no cumpliría la promesa que le hizo a Beatriz de sacarla de allí. En algún momento, solo limpiar y cuidar todo en la casa no mantendría a salvo a su hermana, Belinda lo sabía. Tenía miedo de bajar la guardia y dejar que Benjamín o Ezequiel se acercaran, y cuando despertara al día siguiente, el arrepentimiento la dejara depresiva.
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