Había juzgado a sus hermanas por estar siempre con viejos por dinero, pero, ¿ahora estaba mejor? ¿Permitir que dos hombres la tocaran? Probablemente debería haberse ido, pero le gustaba esa casa, amaba a Ben y de alguna manera a Ezequiel también. Sufriría sin ellos, sin los modales melancólicos de Ben y la ligereza programada de Kiel y no estaba con ellos por el dinero. Recordó la conexión que tenían los dos, si quería el amor de Ben, tendría que aceptar a Ezequiel. Después de ponerse ropa seca, salió de la habitación, encontró a los hermanos abrazados en la alfombra, se acurrucó junto a ellos. – Ángel, pensé que te habíamos lastimado. – Esto es nuevo, solo necesito tiempo, ¿podemos ir con calma con estos contactos más íntimos? – Por supuesto, Bel. Se recostó sobre el pecho de Ben

