Capítulo 2  – Ezequiel

981 Words
Pasaron seis meses y Belinda era realmente feliz, para algunos era una vida simple y sin emociones, pero ella estaba protegida de los planes sexuales de su padre. Pero todo era demasiado bueno para ser verdad. La dueña de la pensión le arrojó un balde de agua fría sobre su pacífico presente, apenas llegó a casa después de estar en el gimnasio: – Hija mía, siéntate aquí. Estaban en la enorme cocina de la posada, era grande, pero era muy sencilla. – ¿Sucedió algo? ¿O hice algo mal, doña Benta? – No, eres como un ángel que cayó del cielo, me ayudas mucho, pero es hora de jubilarme, mi hermana me pidió vivir con ella. Belinda conocía a Rita, era una señora agradable y solo tenía un hijo que estaba planeando casar. – Y voy a vender esta posada, si fueras mayor la dejaría a tu cargo, pero es muy joven y hermosa, serías una tentación para los hombres alrededor. La señora tenía razón, simplemente Belinda no sabía dónde viviría después de eso. El dinero ahorrado le duraría un máximo de 6 meses y solo había podido ahorrar esa cantidad porque toda su ropa era usada, andaba de tienda tienda (de segunda mano), pero le encantaba caminar por la ciudad en busca de esas ropas. Su guardarropa tenía piezas exclusivas y reconocidas que habían costado menos de cinco dólares. – Voy a buscar trabajo. ¿Cuando se va a retirar? – La próxima semana. Pero tengo una oportunidad de trabajo para ti. Belinda le dio a la señora una sonrisa y doña Benta se sintió culpable, podría estar ayudando a acabar con la vida de aquella dulce y valiente niña. Sin embargo, no le quedó de otra, resistió por mucho tiempo la presión que le hizo Benjamín Orlov para que Belinda fuese a parar en su casa. Belinda había estado allí durante 6 meses y el hombre la había estado presionando durante exactamente 5 meses y 15 días. Benta sospechó que estaba viva, ya que era una mujer, una anciana y la tía de un hermano lejano de ellos, de lo contrario, el hombre la habría asesinado. Pero ahora ya no daba para inventar más retrasos, primero, porque le habían dado su ultimátum y segundo, porque los Orlov habían hecho algún tipo de acuerdo con el sobrino de Benta, Rodolfo. Benta, solo rezaba para que la chica sentada frente a ella no se rompiera al estar cerca de esos hombres que los enemigos e incluso los amigos temían. Eran llamados “los terribles”. – ¿Dónde es el trabajo? – Es para trabajar en una casa de dos jóvenes, y necesitan a alguien que haga las tareas del hogar y la comida. – ¿No están casados? – No, son solo los dos hermanos. Uno de ellos viene esta noche y si estás de acuerdo, te mudas para allá. Belinda no sabía qué hacer, si no aceptaba, dentro de unos días estaría sin hogar y sin trabajo. Si no encontraba otro rápidamente, se encontraría en un callejón sin salida. No volvería a la casa de sus padres y necesitaba sacar a Beatriz de allí, antes de que fuera demasiado tarde, la última vez que habló con su hermana, la encontró triste, pero Beatriz juró que ella estaba bien. Tenía que aceptarlo, aunque pensó que era una locura trabajar para dos hombres. – ¿Estaré segura con ellos? Benta pensó por un momento, nunca supo que los hermanos atacaran a las mujeres. – Pues, niña, son intimidantes, pero no te harán daño. Benta deseaba fervientemente no estar engañando a la chica, pero ella misma no tenía otra opción. Belinda subió a su habitación pensativa, no tenía otra opción, no realmente. Eran casi las 7:00 pm cuando escuchó el timbre, los invitados eran casi todos ancianos, ya estaban en cama. Entonces supo que había llegado el momento de conocer a su nuevo empleador. Bajó las escaleras con aprensión, el hombre en la sala, al lado de doña de Benta era enorme, vestía traje y ella se sentía intimidada. Quería correr cuando el hombre se acercó para darle la mano. – Ezequiel Orlov. Era el dueño de la academia. En el tiempo que pasaba en su establecimiento, nunca había visto a ninguno de los hermanos. Ella no quería ningún contacto con él, el hombre inspiraba peligro. Sabía que la gente como él no era cordial, ella era joven, pero no idiota. Dio un paso atrás, pero el hombre le dedicó una sonrisa tan afectuosa, que Belinda se sintió desarmada. Belinda en verdad no era tonta, pero era demasiado joven para entender que los hombres como él no buscan a sus criadas en posadas sencillas y mucho menos las recogen personalmente, lo que hizo Ezequiel fue atacar sin que ella lo supiera. Llevaba mucho tiempo buscando a alguien como ella, la primera vez que la vio supo que estaba destinada a ocupar uno de los espacios de la casa Orlov. La casa que habían construido con tanto cuidado era una fortaleza, pero un castillo para la mujer que viviese allí. De hecho, ni siquiera necesitaban una empleada doméstica, cada dos días una empresa enviaba a cuatro empleados a limpiar. El césped se cortaba cada quince días, pero necesitaba a Belinda, primero porque le gustaba lo que veía cuando la miraba, y segundo, porque era la primera vez que Benjamín mostraba verdadero interés por una mujer. Su hermano incluso cuidaba de ella, incluso le rompió la nariz a dos hombres que se acercaron mucho a ese pajarito asustado por el mundo que ahora tenía frente. Belinda pertenecía a los hermanos Orlov, probablemente le pertenecería más a Benjamín que a él, pero a Ezequiel no le importaba, necesitaba ofrecer algo de luz a la oscuridad de Benjamín, porque si Benjamín continuaba así, pronto se quedaría sin su otra mitad y él también sucumbiría...
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