Cuando entraron en el ascensor, ella permaneció en silencio. Se sobresaltó cuando Benjamín la levantó y la presionó contra la pared de metal.
Incluso con el aviso de él, sus manos subieron a su pecho, pero Ezequiel intervino.
Puso su mano entre ellos.
– Aquí no, Ben. El personal de la revista estará afuera. Se pondrá sonrojada y los dos estaremos excitados, lo van a percibir. No la expongamos.
Ben retrocedió tres pasos.
– Lo siento, ángel.
Ezequiel una vez más lo estaba salvando. Vio el dolor en los ojos de ella, sería peor si estuvieran solos, no se detendría hasta que fuera demasiado tarde y alguien se diera cuenta.
Pero ahora no tenía tiempo de disculparse, habían llegado a su destino.
Alguien los detuvo para tomar una foto.
Los tres se dirigieron a la lona. Después de unos fla
