Capítulo 22

1359 Words
-De acuerdo Rosa Inglesa, te desataré- le dijo- solo recuerda que somos muchos, que jamás lograrías escapar de nosotros, que si lo intentas no habrás llegado muy lejos antes de morir y que si sales de mi alcance, no podré protegerte de las. . . necesidades de estos hombres- Isabella, se estremeció ante sus palabras. No sabía que le aguardaba en el futuro, solo deseaba que Dios, o Alá, como ellos le llamaban, tuviera compasión de su vida y le permitiera regresar junto al hombre que amaba. El hombre la desató y se giró hacia aquel grupo de hombres que le seguían. -Bien- dijo en un semi grito- acamparemos aquí. Pongamos manos a la obra, necesitamos fuego urgentemente o no sobreviviremos esta noche. Zabdiel. . . La angustia me abate y siento que mi corazón está oprimido por la pena llevamos horas cabalgando y no he visto rastro de Isabella, ni de los hombres que se la llevaron. Quisiera poder llorar y desahogar este terrible dolor que siento, pero no hay tiempo para lágrimas, necesito hallar a mi amada lo más rápido posible. No me puedo ni imaginar qué cosas pudiera estar viviendo, solo rogaba porque no se hubiesen atrevido a tocarla, sería una marca espantosa para ella y seguramente querría salir huyendo de Norusakistan, a penas pudiese. Aunque después de esto no estaba seguro si ella quisiera seguir adelante con su compromiso, era egoísta pero deseaba fervientemente que Isabella no deseara romper el compromiso, porque si no con ello rompería también su corazón. Saberse expuesta a este tipo de situaciones era espantoso, y saber que él no pudo protegerla lo estaba consumiendo. Quería gritar de frustración. -Excelencia. . . Excelencia. . . - la voz de su hermano lo trajo de vuelta. -Si- le dijo frunciendo el ceño, intentando ajustar el galope de su caballo, al de su hermano. -Si no vamos a volver a Palacio, deberíamos acampar. -No- dijo firme- no descansaremos hasta encontrarla, no volveré a Palacio sin ella- dijo mirando los grises ojos de su hermano, tan similares a los de su padre- no acamparé, nadie descansará hasta que la encuentre. -Majestad. . . sé la preocupación que debe sentir. . . -¡Ni la imaginas!- respondió con vehemencia mientras fruncía el ceño. -Puedo imaginarlo por la turbación en sus ojos pero, los caballos y los hombres necesitan descansar, Señor. Además, sabe perfectamente que no podemos pasar la noche cabalgando, moriríamos. Piénselo Majestad. Zabdiel, maldijo internamente. Su hermano tenía razón, deberían detenerse, la noche comenzaba a caer, pronto no verían absolutamente nada, la temperatura comenzaría a descender y los animales nocturnos harían acto de presencia. Con mucho pesar en su corazón, dio la orden de detenerse y acampar. Isabella. . . Isabella, se quedó observando el contenido de aquella vieja cacerola, no era nada apetitoso pero, su estómago comenzaba a resentir la falta de alimento. Observó a aquel hombre, al que todos llamaban Maishelah, mostraban gran respeto hacia él. Era un hombre sumamente atractivo, como lo era aparentemente todos los Norusakistanies, obviamente no tenía nada que hacer frente al Jeque, pero tenía su encanto. A pesar de ser un Bárbaro que la había secuestrado se mostraba amable y parecía no querer estar en aquella situación. -Es mejor que coma- le dijo él, sobresaltándola- sabe aún peor cuándo se enfría- Inmediatamente ella comenzó a comer, él tenía razón, no era un buen sabor. Todos esos hombres se encontraban alrededor de la gran fogata y comían ansiosos su porción del alimento, algunos le dedicaban unas miradas que la hacían estremecer. Si tan solo pudiese cerrar los ojos y despertar de aquella horrenda pesadilla. Se llevó un segundo bocado de aquello, cuando la susurrante voz de Maishelah, la sobresaltó. -No se mueva. . . -Porqu. . . -Hágame caso Rosa Inglesa- le dijo- no mueva ni un solo musculo. Se acercó a ella con sumo cuidado, extendió su mano directamente hacia su pierna. Isabella, tuvo la necesidad de retraerse. . . ¿qué pretendía aquel hombre? -No se mueva. . . - le repitió y ella cerró los ojos para abrirlos nuevamente. Cuándo vio lo que él iba a tomar, quiso gritar; un horrible escorpión, caminaba sobre su pierna. Isabella, ahogó un grito. Maishelah, lo tomó con sumo cuidado y luego en un rápido movimiento lo arrojó a la fogata. -¡Santo Dios!- gimió ella, dejando caer la cacerola de sus manos. -El desierto está lleno de muchos especies, no le agradaría saber de cuántas especies estoy hablando Rosa Inglesa, lo cierto es que todas podrían matarla; una hiena, un lobo, una serpiente, un escorpión o sus primos hermanos los alacranes-Ella lo miró horrorizada, con sus enormes ojos abiertos de par en par.- pero no debe preocuparse, afortunadamente yo las protegeré de todos. Hasta de las bestias que son mis propios hombres- le dedicó una gran sonrisa. -Gracias. . .- le dijo turbada. -Bien. Creo que ha llegado la hora de descansar un poco- se levantó y volvió con una manta- cúbrase, y manténgase lo más cercana al fuego, no quiero que la pique ningún animal. Intente dormir un poco, está segura. ¡Hey!- les dijo a sus hombres- haremos guardias, de a cuatro hombres por turnos. ¿quiénes serán los primeros cuatro?- algunos hombres levantaron la mano, entonces él señaló a cuatro de ellos- bien, los demás pueden descansar. Recuerden dormir con un ojo abierto, en el desierto nunca se sabe y tenemos como prioridad cuidar a la Rosa Inglesa. La Rosa Inglesa. . . Isabella, recordó que una vez el Jeque, la había llamado así. . . Zabdiel, su amor. ¿la estaría buscando?, sería lo más seguro e Isabella rogaba porque la encontrara pronto. Llevaba solo unas horas separada de él y ya lo extrañaba con toda su alma. No se imaginaba una vida sin él a su lado. Un escalofrío la recorrió al recordar aquel día en que las tres hermanas fueron raptadas, solo una había vuelto a casa, la vida de las otras dos había sido truncada en el desierto. ¿Qué suerte correría ella? ¿La de Raffeileah, que fue escogida como mujer de unos del clan raptor? ¿La de Azhohary, que fue vendida a otro clan? ¿La de Marhiahm, que fue encontrada y pudo volver a casa? O quizás no corriera con ninguna de esas suerte, y fuese vendida a una casa de placer, pensó sintiendo que moriría de horror. Zabdiel. . . El Jeque, se encontraba sobre unas mantas descansando mientras concentraba su vista en el cielo estrellado de Norusakistan. El cielo parecía brillar más que nunca, lo irónico era que en su interior era el día más oscuro de todos. Se había negado a probar bocado. No tenía hambre y estaba seguro de que aunque quisiera no podría tragar alimento. Solo se preocupó en beber mucha agua, para mantenerse bien hidratado, no se podía permitir una deshidratación en plena búsqueda. Suspiró entristecido, las lágrimas acudieron a sus ojos para nublarlos, pero parpadeó inmediatamente, no lloraría. Isabella, no estaba muerta y él la recuperaría aunque le fuera la vida en ello. Isabella. . . Se despertó sobresaltada al escuchar una conversación. -Es mejor que te vayas, Samarck. . .- le decía Maishelah, a un hombre alto que estaba frente a él. -Pero por Alá, Maishelah, hemos sido buenos el uno con el otro siempre, no sería la primera vez que acampáramos juntos. Seriamos más y podriamos protegernos mejor, los unos a los otros, sólo somos diez de mis hombres y yo. -No, esta vez no podrá ser, Samarck- le negó rotundamente. -¡¿Por qué?! Solo buscamos solidaridad, compañía y un buen fuego. Isabella se sentó mirando angustiada la escena. ¿Quiénes eran aquellos hombres?, ¿le permitiría Maishelah, quedarse con ellos? De pronto aquel fuerte hombre giró su mirada hacia ella, Isabella supuso, que por el movimiento que había hecho. Unos oscuros y llameantes ojos se fijaron en el ella, luego su boca se curvó en una cínica sonrisa. -Ya veo por qué no quieres recibirnos Maishelah, bonita mercancía. Sería una excelente compañía esta noche. Te la compro- le propuso mientras la miraba fijamente.
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