-¡Zahir!. . .¡Zabdiel!- gritó Zahra, poniéndose en pie cuándo los vio llegar.
-¡Hijos míos!- exclamó Hayffa, con los ojos llenos de lágrimas mientras corría a ellos y los estrechaba con fuerza. Zahra, saludó a Zahir y luego besó la mejilla de Zabdiel
-¿Cómo. . .cómo les fue?- preguntó con nerviosismo.
Zabdiel, sintió que el nudo en su garganta estallaría, no podía permitirse esto, no frente a nadie más.
-Madre. . . Zahra. . . - suspiró el Jeque- El Príncipe podrá contarles, yo me marchó a mis habitaciones.
-Pero. . .hijo. . .- Hayffa, intentó retenerlo tomándolo por el antebrazo.
-Ahora no, madre- fue lo único que le respondió, cuándo ella miró tanta tristeza en sus hermosos ojos oscuros, sintió que se le partía el alma. . . no habían encontrado a Isabella, y él estaba sufriendo. Decidió que no era el momento para hablar con él, así que lo dejó marcharse.
-¡Esto no puede ser!- exclamó Zahra enfurruñada- nos hemos pasado días en vela al pendiente de él, y se va como si nada.
-¿Discutes el comportamiento de tu Soberano?- le preguntó Zahir duramente, mientras le dedicaba una aterradora mirada de desprecio.
-Yo. . . - de pronto no sabía que decir, aquellos profundos ojos grises la miraban casi con desprecio- yo. . . No su Alteza, nunca haría tal cosa. Alá me libre de semejante acto.
-Amén- dijo Zahir sin creerle ni una palabra y con los ojos fijos en los inquietos ojos de su prima.
Se sumergió en la tina llena de aceite y sales. Cerró los ojos intentando relajar su cuerpo. Aquella zozobra estaba amenazando con arrancarle la cordura, su Isabela. . . ¿dónde estaría?, ¿Estaría bien?, ¿habría comido?.
Sólo rogaba por que no la lastimaran, no sabía cuánto estaría dispuesto a reprimirse de saber que alguien la había lastimado.
Pensó conteniendo las lágrimas, se negaba rotundamente a dejarse arrastrar por el llanto y la angustia, debía ser fuerte, debía estar fuerte para poder encontrarla.
Después de la larga ducha se envolvió en una túnica dorada con bordes rojos, salía hacia la habitación, cuando se encontró con Haimir, de pie junto a su cama.
-Majestad- le hizo una ridícula reverencia
-Hola, Haimir- saludó sin ánimos, no quería ver a nadie, no quería hablar con nadie. Quería dormirse y despertarse de aquella pesadilla.
-Es bueno tenerle en Palacio nuevamente.
-Solo he venido a descansar y recobrar fuerzas, mañana partiré temprano.
-Que Alá, le acompañe y prospere su camino, su Excelencia- Zabdiel, solo asintió- su madre, me envía a informarle que la cena será servida en cuarenta minutos.
-Gracias Haimir, pero no cenaré con mi familia.
-Si me lo permite señor, creo que debería comer algo, necesita fuerzas para estar bajo el ardiente sol.
-Si- reconoció con un suspiro- tráeme algo aquí, cenaré solo.
-Como usted ordene, Majestad- dicho aquello, lo reverenció y se marchó.
Aunque lo intentó con todas las ganas del mundo, no pudo ingerir todo el alimento, solo comió la mitad antes de sentir que estallaría, no tenía ganas de seguir comiendo, su estómago estaba renuentemente cerrado y aunque intentaba decirle que debía comer para tener fuerzas, él se negó a oír. La sola angustia y la idea de imaginar que su amada pudiese estar sin alimentos, le rompía el corazón.
Nazir, entró y se llevó la bandeja, entonces Zabdiel, se dejó caer sobre la gran cama, conteniendo un sollozo, cuando se concentró en el techo de su cama de cuatro postes.
El desierto era enorme, hectáreas de arena y sol, ¿dónde podría buscarla?
Un llamado a la puerta lo sobresaltó. No quería conversar con nadie, ¿era tan difícil comprenderlo? Llamaron, una y otra vez más, estuvo a punto de vociferar una maldición cuándo la dulce voz de su madre calmó sus nervios.
-Hijo mío. . .quisiera que pudiésemos hablar- suspiró resignado. Quizás hablar le haría bien.
-Adelante, madre- el rostro de Hayffa, dejaba en claro su nivel de preocupación. Se sentó en la cama y el Jeque, imitó su ejemplo.
-Tu hermano me ha contado todo, este es un proceso sumamente duro, mi amor- suspiró- y sé lo mal que debes sentirte porque una invitada del reino haya. . .
-¡Isabella es más que una invitada!- dijo cargado de frustración, mirando a su madre directamente a los ojos- ¡la amo, madre!- le confesó- ¡la amo y ella me ama!, se supone que anunciaríamos nuestro compromiso, nos casaríamos y todo iría bien- una solitaria lágrima escapó de sus ojos- ahora todo se ha venido abajo, no hay compromisos, no hay anunció, no está, ella no está y el dolor me está consumiendo, porque después de estar secuestrada en el desierto, nada me asegura que quiera quedarse en Norusakistan, nada me asegura que se sienta segura y tranquila aquí.
-¡Oh, hijo mío!- gimió la madre- ya lo sabía, solo hay que fijarse en la forma en que se miran, solo un ciego no podría ver cuánto de aman. Es horrible que tengan que pasar por todo esto.
-¡Por Alá!- estalló en llanto, liberando todos los extraños sentimientos que tenía dentro de sí. Su madre lo abrazó y lo acunó contra su pecho, los sollozos no se hicieron esperar y pronto la madre lloraba, acompañando al hijo en su dolor- ¿por qué la vida me hace esto?- sollozó- la única mujer que he querido y la apartan así de mi lado. No es justo madre, no es para nada justo.
-Lo siento tanto, mi amor- le confiesa- llora hijo, llora todo lo que sea necesario, luego levántate con nuevas fuerzas, a enfrentar al desierto y a cuánto bárbaro se presente ante ti por recuperar a la mujer que amas. . .
Ese era el mayor deseo de Zabdiel, no había deseo más grande en su corazón, no había petición más grande a Alá que le permitiese recuperar sana y salva a Isabella, no soportaría perderla, era un dolor que sin lugar a dudas no quería experimentar. Solo pedía respuestas a su oración y tener de nuevo a Isabella en palacio.