Capítulo 10

1233 Words
El Jeque, se encontraba sobre su amplia cama, mirando a un punto fijo, recordando la suavidad de aquellos labios que se habían entregado sin reserva, él había estado ansioso por beber de ella, se había recriminado aquel impulso durante los primeros segundos, pero al sentir como ella cedía bajo sus labios, sus recriminaciones y autocontrol se habían ido a la nada. Isabella, era realmente hermosa. Sus grandes ojos color Jade, lo estaban amenazando con robarle la cordura, aquella mirada se debatía entre el deseo y la inocencia, entre la picardía y la pureza. Ese hermoso cabello dorado con reflejos rojizos, caían hermosamente sobre sus hombros, su exquisito cuerpo se veía perfecto sin importar lo que llevase puesto. Bien pudiera ser un corriente pantalón lleno de la arena del desierto de Norusakistan, una hermosa túnica jade o aquellos sensuales pantalones. Todo, absolutamente todo, revelaba una silueta sensual y provocadora. Aunque aparentemente ella no se fijaba en eso, no parecía percatarse de la sensualidad cargada de inocencia que irradiaba. Comenzaba a considerar las insinuaciones de su madre y su hermano, quizás Isabella Stone, fuese la más indicada para ser la Soberana de Norusakistan; hermosa, elegante, empática y capaz de llorar por Norusakistanes que no conoce, carismática, decidida y valiente. Isabella Stone, parecía llenar las expectativas necesarias y además de eso, despertaba en él una pasión que poco a poco amenazaba con salirse de control. Sería fácil imaginarse casado con ella, viviendo a su lado...durmiendo a su lado... despertando a su lado. En aquel preciso instante deseaba correr a su lado, aunque solo fuese para verla dormir. La pasión corría a través de las venas del Jeque. Los Norusakistanes, eran conocidos en el mundo por ser amantes tan ardientes, como el mismo desierto, estar en sus brazos era como sentir las abrasadoras llamas del calor del oriente, y lo único que deseaba en aquel preciso momento, era mostrarle a Isabella su ardiente pasión. Después de pensarlo por largo rato, pensó que se tomaría unos días para ver cómo se desenvolvía Isabella, en aquel país, si tenía buenos resultados, quizás Norusakistan tuviese reina antes de lo pensado. Isabella, no podía dormir. El beso del Jeque, la había turbado hasta sus cimientos. Pensó que Norusakistan, le tendría muchas cosas preparadas; arena, aventura, calor, lucha, pero... jamás se imaginó estar en los brazos del Jeque. Aquello si era sorpresivo, verse envuelta por ese abrazo, con aquellos carnosos y exquisitos labios sobre los suyos, reclamando las profundidades de su boca. Quizás para el Jeque, fuese solo un beso más, a una mujer más, pero lo cierto es que para Isabella, aquel beso había sido único y había despertado cada fibra de su piel. Obvio que había besado a algunos chicos antes, de hecho había compartido alguna que otra caricia subida de tono, pero nunca había experimentado la fuerza de un cuerpo masculino contra el suyo, imaginar que esa primera experiencia pudiera darse con El Jeque, la hacía estremecer de puro placer. Nunca había tenido mucho tiempo para hombres, citas y esas cosas, por lo general ella estaba siempre en algún lugar remoto, fotografiando paisajes, arriesgando su vida en lugares oscuros y lúgubres, lo cierto es que nunca pensó que llegaría el día en el que lamentaría su falta de experiencia, pero había llegado. Quizás si El Jeque Zabdiel, la comparaba con algunas mujeres, debería parecerle sosa. Su piel era blanca, muy blanca y delicada, su cabello llamativo, según había entendido eso no era bueno, su cabello no era largo, lacio y precioso, no poseía la piel bronceada y menos contaba con aquella exquisita apariencia seductora, misteriosa y atrayente que tenían las mujeres del oriente. Seguramente si se detenía un momento a compararlas, estaría en clara desventaja. Quizás había sido tonto emocionarse solo por un beso, por muy ardiente que hubiese sido, bien decía la frase: "Los Norusakistanes, llevan el calor del desierto en la piel y la pasión liquida en las venas" Seguramente aquel beso solo había sido un arrebato. El desayuno se llevaba a cabo en silencio aunque para El Príncipe y su madre, no pasaban desapercibidas las miradas que El Jeque e Isabella, se dedicaban, él parecía relajado, ella parecía nerviosa y tensa. Entonces tanto El Príncipe como su madre, se preguntaban; ¿Había pasado algo entre ese par? ¿Por qué se mostraban de aquella manera? -Excelencia...-Isabella, fue la primera en hablar aquella mañana. -Sí, Isabella- aquella profunda voz aterciopelada y ronca, le había acariciado imaginariamente, así que ella se estremeció. -Yo...- comenzó pero no había podido terminar. -¿Isabella?- Zahir, no pudo contenerse así que soltó la pregunta- ¿desde cuándo ha dejado de ser la Señorita Stone?- preguntó burlón. -Desde que decidí llamarle por su nombre de pila- respondió Zabdiel, sin inmutarse. Mirándo retadoramente a su hermano, cómo queriéndo instarlo a contradecirlo. -Mmmmm... Majestad, ¿cuáles son sus intenciones con Isabella Stone?, no nos iría bien una guerra con Inglaterra, solo porque su Excelencia, no pudo resistirse a esos ojazos verdes. -Zahir...no me provoques-frunció el ceño- amanecí de buen humor hoy. ¿Eran ideas suyas o El Jeque, la había mirado al pronunciar aquellas palabras? Sentía que estaba terriblemente ruborizada y no era cómodo estarlo. -Excelencia... -prosiguió El Príncipe. -Si continúas, te exiliaré, sin importar que madre llore de por vida.- la aludida rió. -No lo haga, Majestad. Es mi hijo más pequeño- aparentó un tono preocupado y dramático, sin poder evitarlo rieron los cuatro. Después de reír, todo quedó nuevamente en silencio. -Yo... me gustaría fotografiar algunos lugares. -Yo podría mostrarte el Palacio - se ofreció Zahir. -Ni pensarlo, hermano. Seré yo quien le muestre Palacio a Isabella. -Bien... bien, adelante, Majestad. Está usted en su casa- le dedicó una sonrisa burlona. El Palacio era realmente hermoso, un lugar exquisito con una decoración elegante y majestuosa, Isabella fotografiaba sorprendida aquel lugar tan magnifico, tan imponente que intimidaba, dejando volar el lente de su cámara de un rincón a otro, pareciendole uno más hermoso que el otro. El Jeque, le indicaba algunos lugares que podían servir para fotografiar, y ella casi siempre seguía su recomendación. En un par de ocasiones le pidió que posara junto a alguna puerta, junto a algún cuadro importante, y aunque se negaba al principio, El Jeque, siempre terminaba cediendo. Isabella le pidió al entrar a aquel salón que fungía como oficina del Jeque que se ubicará en los ventanales que estaban abiertos, él obedeció muy seriamente, la luz matutina le bañaba dándole un aire de sobrenaturalidad, se veía majestuoso e imponente. Cómo esos antiguos Jeques de la historia que parecían pequeños dioses, hermosos como ángeles. Isabella, no dejaba de activar el flash, distraída se mordía el labio dedicada a la tarea de intentar captar su mejor ángulo, pero lo cierto es que todos los ángulos parecían ser perfectos, pues a su parecer todas las fotos eran hermosas. -Me gustaría fotografiarlos juntos. -Mi hermano ama las fotos- dijo con una sonrisa. -Espero que su madre también lo haga, me gustaría tomarle un par de fotografías. -Mi madre estará encantada de ayudarte, te lo aseguro. -Bien, tomaré un par de fotografías más. Sería maravilloso si se coloca junto al escritorio, con una mano sobre la silla y mira hacia el escritorio. -No sé si... -Quedará maravilloso- sonrió y una chispa dorada brilló en sus ojos. Zabdiel, tomó la postura que ella indicaba y la vió volver a concentrarse en su trabajo.
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