CAPITULO 2| LA UNICA SALIDA

3161 Words
Habían pasado dos días y Kerem aún no podía sacarse de la cabeza la decisión en los ojos de su esposa cuando por primera vez en un año le miró a los ojos. No es que cruzaran miradas seguido, pero no tenía uso de razón alguna vez, en que ella hubiera sido tan osada. Arabelle era todo lo opuesto a Dilay. Casarse con la mayor de las Yazar habría sido más redituable para él. Dilay era menuda, de cuerpo delgado y rostro sensual, tenía treinta, por lo que era mayor y madura ante los ojos de Kerem. Había conversado más con ella en una semana, que lo que había conversado con Arabelle en un año. Nunca le había llamado la atención. A veces incluso olvidaba que su prometida tenía una hermana, pero el destino le había jugado una mala pasada. ¿Había lamentado la muerte de Dilay? Claro que lo había hecho, pero no le había dolido demasiado, más bien lamentaba no poder haberla follado antes de morir, era una pena que una mujer tan preciosa no fuera su esposa. —Si Alp lo supiera, estaría revolcándose en su tumba, Kerem—soltó Ruzgar, su hombre de confianza y mejor amigo—. Divorciarse en tan poco tiempo generará críticas, todos dirán que estabas esperando solo la muerte de tu suegro para librarte de su hija. Kerem mantenía en sus manos una copa de Whisky mientras con un gesto taciturno pensaba en qué hacer con su esposa. No quería hacerle daño en verdad, porque la consideraba un débil eslabón, pero si le obligaba tendría que hacerlo. —Eso era justamente lo que estaba haciendo. Arabelle es demasiado joven, no me gusta en absoluto y no creo que sea prudente seguirla manteniendo aquí. La posición de Kralice no es para una mujer como ella. Ruzgar no miraba nada de malo en Arabelle. De hecho, era preciosa, con lindos ojos claros y un cabello lleno de ondas, perfecto y esponjoso. Cuando solía salir de la mano de Kerem en algunos eventos donde estaba obligado a llevarla, solía robar miradas, a pesar de que sus vestidos no eran nada reveladores. —¿Es obediente, elegante e inteligente? Si te hubieras acostado con ella como marca la tradición en la noche de bodas y cumplido con tus deberes maritales incluso ahora estuviera embarazada de un hijo tuyo. Yo no veo ningún problema en Arabelle. Kerem apartó su mirada del Whisky. —¿Acaso te gusta mi esposa? —No, no me gusta, eso sería irrespetuoso hacia ti aunque no sientas nada por ella. Era cierto, Ruzgar no tenía sentimientos por Arabelle pero si la apreciaba, pues era una mujer tierna y demasiado alegre que no dudaba en sonreír mostrando su simpatía. Kerem ni siquiera sonreía, al menos nunca con diversión si no siempre lo hacía con un toque de burla y soberbia. —No me opondría si deseas casarte con ella una vez que esté divorciada de mí. Después de todo, yo estoy pensando en dejar pasar al menos dos meses antes de anunciar al consejo mi matrimonio con Feray Demir. Ruzgar hizo un gesto de desagrado. ¡Por una mierda! —¿Demir? ¡Por amor a Dios, Kerem! —¿No te agrada Feray? —Es una zorra. No disimuló su desagrado. —¡Cuidado con lo que dices, Ruzgar! —¿Vas a negarme que te la has follado ya? —No voy a negarlo, me la he follado. —¿Era virgen? El silencio de Kerem lo dijo todo. Ruzgar sabía las reglas, el consejo aprobaba a la mujer del jefe y esta tenía que cumplir con ciertas características para poder ser quien trajera al mundo al próximo heredero y líder de la organización. Ser virgen como solicitaba el Islam, que era la religión que los regía. era una norma vital que no podía dejarse pasar por alto. —No lo era. —Entonces aconsejo como el hombre de confianza que soy, que ni siquiera consideres engañar al consejo. ¿Piensas engañarlos a todos en la noche de bodas como lo hiciste con Arabelle? —No tienes permitido cuestionar mis decisiones. Feray es una mujer apropiada, elegante y de buena familia. Su madre era hermana del padre de Arabelle pero no creo que deba ponerle demasiada importancia a eso. La he escogido como mi futura esposa y no hay nadie que pueda oponerse a mis decisiones. A Ruzgar no le agradaba Feray, era demasiado lasciva y poco agradable ante los ojos de él y de muchos de los miembros del consejo. Libertina, esa sería la palabra correcta para describirla y siendo una mujer así, podría ponerse en duda la legitimidad del heredero de los Gurkan. Ruzgar siempre había obedecido a su amigo y jefe, pero esta vez no podía aceptar su decisión, así que hizo una pregunta: —¿Que hubiera hecho que te fijaras en Arabelle? Esa pregunta lo puso pensativo. ¿Que hubiera hecho que Arabelle le llamara la atención? Tal vez si fuera un poco más mayor y presentará más carácter que sumisión las cosas hubieran sido diferentes. En un año nunca había intentado seducirlo. Él le dijo que no se acostaría con ella y ella le había obedecido, tal vez por miedo, tal vez por respeto a su decisión, o solo tal vez porque no deseaba presionar las cosas. La única verdad era que el carácter de Arabelle no era sumiso, sin embargo, cuando se casó, su padre había sido claro, debía obedecer a Kerem si no quería morir por desobediencia, pues tenía fama de eliminar a quien lo enfadara y eso incluía en el pasado, a varias parejas sentimentales que habían terminado muertas. Eso la había hecho comportarse de esa forma, su padre le había suplicado controlar su carácter si quería prosperar y ella, sabiendo que las peticiones de su padre no eran infundadas, lo había hecho. Kerem no era un hombre con el que se debía jugar. Había obedecido a su padre, pero eso le había perjudicado y la había llevado a aquel borde. Kerem le respondió. —Su sumisión y su falta de carácter me agobia. —Tal vez si hubieras de comportarte como una bestia salvaje delante de ella las cosas fueran diferentes. —No fue mi culpa que estuviera presente cuando maté a los guardaespaldas. Además, como mi esposa, debería saber lidiar con cosas como esas, ya te lo he dicho su debilidad no me atrae en absoluto. La primera semana luego de la boda, Arabelle había presenciado cómo su marido asesinaba a tres guardaespaldas en la sala de su casa. Mirar el sus ojos la inclemencia la había hecho temblar de miedo, pues era la primera vez que miraba como mataban a alguien. Kerem no pudo seguir con aquella conversación. Se puso de pie dejando a Ruzgar en aquel estudio. La enorme mansión tenía un estilo oriental y poseía al menos treinta habitaciones, de las cuales, solo había ocupadas dos. Kerem no tenía hermanos y sus padres estaban muertos. Ejercía autoridad absoluta sobre la Turk y el consejo era lo más cercano a una familia. El consejo estaba compuesto por sus más cercanos lugartenientes, personas que mantenían el control de las setenta y siete provincias del país, unas que dominaba con mano de hierro para evitar infiltraciones albanesas que pusieran en peligro su liderazgo. Mano de hierro. Dominación absoluta. Disciplina basada en temor. Maquiavelo había dicho una vez que era mejor ser temido que amado y Kerem lo tenía claro. Los códigos los ponía el consejo, estos solamente eran basados en cuestiones culturales y sociales que ellos necesitaban mirar en su líder para tenerle lealtad y respeto. Necesitaba tener un hogar musulman como dictaba la tradición y tener una esposa e hijos como era la voluntad de Alá. En cuanto a la forma de hacer poder, todo le era válido, así que había cierta hipocresía, pero la mafia lo perdonaba siempre y cuando esto les generará grandes ganancias. No importaba que clase de negocio fuera, si estaba penado por la ley era casi un hecho que la familia Gurkan lo dominaba. No había nada ilegal que Kerem Gurkan no controlara en Turquía. Su fama de sanguinario generaba respeto, no había nadie que no le saludara con un beso en la mano y luego colocará su mano en su frente, como símbolo de respeto y sumisión. Su lista de amantes era larga, antes y después de casarse, porque la llegada de Arabelle no cambió en absoluto su vida, aunque ahora era mucho más privada que antes. Puede que hubiera quien supiera de sus amoríos con diferentes mujeres de élite en Estambul, pero nadie, absolutamente nadie se atrevía a cuestionarlo, ni siquiera su esposa, al menos no hasta ese momento. Por primera vez en un año, Arabelle le había mirado con enfado y le había reprochado sus aventuras. Kerem metió la mano dentro de su costoso conjunto Armani, pero sin saco, solo con el chalequillo. Tomó un cigarrillo del lugar donde los guardaba. Desde el balcón de la segunda planta observaba la inmensidad de su jardín. Los empleados le ponían demasiado empeño al cuidado de aquellas preciosas y vividas flores importadas y exclusivas. Dió una calada a su cigarillo y entonces miró una persona caminar con un largo vestido amarillo por el extenso jardín. Arabelle necesitaba respirar, necesitaba pensar, así que luego de dos días encerrada en su habitación había decidido que su piel necesitaba color, color que solo el sol de la mañana podría proporcionarle. Vestía un calido vestido amarillo, de mangas acampanadas que le hacían mirar como una princesa de la primavera. El vestido estaba hecho a su medida, tan perfecto, que casi tocaba el suelo. No usaba joyas, salvo el anillo de bodas que siempre tenía que decorar su mano. Kerem la observaba desde arriba, con esos ojos grises cargados de frialdad. No era fea. Pero no era de su gusto. Se había detenido él mismo para no explorar qué era lo que había debajo de aquella ropa. Arabelle no usaba escoté, por lo que el contenido de ese pecho era un completo misterio. A diferencia de su hermana que era sumamente delgada, Arabelle era de complexión grande y curvilínea. Con unos muslos tentadores que podrían hacer sucumbir a cualquier hombre, aunque Kerem se mostrará inmune a esa provocación, provocación que nunca había tenido que sufrir. Cuando Arabelle se dió cuenta de la mirada nerviosa de los jardineros, miró hacía el balcón y se encontró con la imponente figura de su marido fumando un cigarrillo. El dedo anular de Kerem ya no portaba el anillo de matrimonio, pero en los demás dedos si portaba otros que denotaban símbolos de poder. Sus ojos se conectaron por unos segundos y al notar que su esposa le mantenía la mirada, decidió marcharse. Displicencia, ese era el sentimiento que gobernaba en sus ojos dado la forma en cómo la miraba. Arabelle giró de nuevo su rostro hacía el jardín luego de aquellos segundos y tragó saliva. No le había caído nada bien la noticia de sus planes de casarse con su prima una vez que le diera el divorcio. Feray no le agradaba, era todo lo malo del mundo y ella no estaba dispuesta a tolerar que su prima la mirara con desprecio, lástima o algún sentimiento desagradable, pues ella era de esa forma, siempre buscaba humillarla y era por ello que se había convertido en amante en turno de Kerem, sin embargo, la humillación de ser una amante era para ella, no para Arabelle. Sus días se reducían a pensar y a pensar, no tenía claro que era lo que respondería cuando él fuera a su habitación. O bueno, sí sabía que iba a responder, pero no sabía como hacer para que él no se enfadara con ella y terminará mal parada. ¿Kerem era capaz de matarla? ¡Claro que lo era! Horas más tarde, cuando se dirigía a la habitación miró a Ruzgar esperando en las escaleras. Hizo un gesto a los guardaespaldas que custodiaban a la mujer y estos se hicieron a un lado. —Arabelle, hay cosas que me gustaría hablar contigo—dijo aprovechando que Kerem había salido de la residencia y que la guardia de guardaespaldas estaba controlada por el líder de seguridad del que él estaba a cargo. Kerem no sabría que había hablado con su esposa. Arabelle frunció el ceño y asintió. Ruzgar era demasiado cercano a ella, pues era la mano derecha de Kerem y quien le cuidaba la espalda. Desde que Arabelle llegó descubrió que era un hombre conversador que siempre estaba dispuesto a dar su opinión en diversos temas de interés. Para evitar malos entendidos, salieron a caminar fuera, aprovechando que la tarde estaba cayendo y que la seguridad les cuidaba desde una prudente distancia. —Primero que nada, lamento firmemente la muerte de tu padre. —Fue un duro golpe, Ruzgar, papá era lo único que me quedaba y quien mantenía sujeta esta estructura débil que yo llamo “matrimonio”. —Estoy al tanto de que Kerem te ha pedido el divorcio. —Si te lo ha dicho a ti, es que va en serio, eres como un hermano para él. —A pesar de ser como un hermano, no me escucha y en ocasiones tiende a recordarme la posición laboral que mantengo a su lado más que nuestros años de conocernos—exclamó con una ligera sonrisa—. El consejo aprobó como su esposa porque cumples con los requisitos que ellos deseaban, igual que tu hermana, sin embargo, dudo que Feray los cumpla. Arabelle se detuvo. —¿También te ha dicho porque quiere el divorcio? —Lo siento, Arabelle, tal vez estoy teniendo poco tacto para decirte esto. No tengo intenciones de lastimarte pues se que estas pasando por un mal momento. —Kerem quiere las empresas de mi padre, me dará dinero, pero me quitará una parte de lo que me pertenece. No estando unido a mi, deseara ser dueño de la empresa para generar estabilidad—dijo Arabelle sintiéndose un poco desesperada—. Eso sin contar la humillación que significara el divorcio para mí. Seré dejada de lado por mi marido, para que él se case con mi prima. ¿Que he hecho yo para merecer tanto desprecio? No quiero divorciarme, porque perdería todo lo que me queda, mi empresa, el imperio de mi padre y mi posición delante de la sociedad. No le pienso dar el divorcio, aunque me dispare por ello. Ruzgar sabía que si Kerem se quedaba sin paciencia, si iba a dispararle y le daría al consejo cualquier pretexto para compensar su arranque, como cuando perdió un cargamento importante de Opio y terminó matando a los miembros de la seguridad por no informarselo al momento. Arabelle había mirado la alfombra de la sala empaparse de sangre y los cuerpos en aquel lugar. Eso la obligó a cerrar aún más con él, pues el miedo por su marido estaba respaldado por sus acciones sádicas. Ruzgar estaba apunto de aconsejarla al respecto y decirle que si se negaba, era posible que un disparo fuera poco comparado con lo que Kerem podía propinarle. Kerem podía matar a todo el mundo, menos a su propia sangre… Menos a su sangre. Menos a su sangre. Ese pensamiento se repitió varias veces dentro de la cabeza de Ruzgar, quien detestaba de sobremanera a Feray y además quería evitar problemas con el consejo. Feray nunca sería una mujer apropiada delante de nadie para ser la Kralice de Kerem ni en mis años. —No importa lo que hagas o digas, si te antepones a sus deseos va a dispararte, Arabelle, pero hay una manera de que no lo haga, pero es compleja, no solo evitaría que te hiciera daño, si no tambíen mantendrías tu posición y él no tendría ni podría pensar en divorcio de nuevo. —¿Qué opción? Su pregunta fue automática, estaba desesperada, cada vez que el sol se ponía le quedaban menos días y con ella la noche en que Kerem iría por su respuesta y su posición sobre el divorcio se acercaba más. —Tienes que darle un hijo. —¿Qué?—Arabelle no dió crédito—. ¿Has enloquecido, Ruzgar? Llevó un año casada con Kerem Gurkan y si me ha visto más de cinco minutos en todo ese tiempo es demasiado. Es imposible, embarazarme de un hombre que se empeña en decir que no me desea. No le importó decirle a Ruzgar aquello, pues él sabía que radical podía ser Kerem y también conocía las circunstancias de su matrimonio. Ahora no tenía a nadie y Ruzgar era lo más cercano a un amigo, pues siempre que había la oportunidad conversaban de muchas cosas. —Pero puedes hacer que lo haga. —¿Y si me mata en el intentó? Ruzgar no replicó al respecto, era una posibilidad. Su silencio no la tranquilizó. —¿Y si lo logras? —Es más probable morir en el intentó. Si descubre que estoy intentando amarrarlo de esa forma no quedará duda de que va a dispararme. —No debes de tener miedo, maldita sea. Si no haces nada y solo te empeñas en negarte va a matarte, si aceptas el divorcio, te quedaras sin empresa y con la humillación que significa ser la primera “Kralice” en divorciarse del “Mudur” desde hace cinco generaciones, además, aunado, claro, a que se casará con tu prima. El rostro de Arabelle fue un poema. Si no lo intentaba todas las variables eran “perder” “perder” “perder”. Aunado al miedo que le tenía, estaba el hecho del nerviosismo causado por sus sentimientos. Cada vez que dormía en su cama, le tocaba el cabello cuando dormía profundamente y tocar aquellas finas hebras era suficiente para despertar mariposas en su vientre. Si lo intentaba no perdía nada, pues no hacer nada, ya de por sí era una pérdida total. Iba a intentarlo y entonces tomó una decisión, —Voy a hacerlo, Ruzgar, más bien voy a intentarlo. Una sonrisa apareció en los labios del hombre. —Bien, entonces vístete, que iremos a Al Haram. Arabelle palideció. —¿Qué? ¿Por qué tengo que ir a un prostíbulo? —Porque aunque parezca increíble de decir, a Kerem no le atrae la sumisión, le encantan las mujeres vivaces, seductoras y descaradas, porque ponen a prueba su temperamento, creo que tu podrías ser algo como eso si dejas de tenerle miedo pero para eso tienes que ganar confianza. Entonces necesitas conocer a la reina de las descaradas y sedutoras, Fatma Polat, la dama de compañía estrella del Al Haram, para que te dé sus secretos. Arabelle conocería a una mujer que le enseñaría la forma adecuada de entenderse con un hombre y sin duda asintiendo a cada orden que daba, no era la forma, sino una mucho más divertida.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD