- Estaré fuera por una semana. Cuida de mi hija. El rey Gilberto ya se había acostumbrado a las prolongadas ausencias de la reina Nadelina. Supuso que las monarcas casi nunca gozaban de tiempo libre debido a sus múltiples responsabilidades en el cargo. Pero a veces deseaba que, al menos en las pocas veces que se veían, pudiesen hacer algo más que solo ir a la cama. - Tu cuerpo es magnífico. Aún recordaba esas palabras. Ella siempre lo admiraba por sus fuertes brazos, su brillante cabello y su intensa mirada. Gilberto sabía que era hermoso, pero sentía que esa era su única cualidad. Una reina digna nunca se dejaría llevar por las apariencias, o eso le dijeron. Al final, ella terminaría cansándose de él y buscaría a otro mucho más joven. “Esto solo entorpecería mi pro

