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1663 Words
Había pasado una larga semana desde ese fatídico día, Andras se mantenía callado, pero mantenía una cierta burla en su mirada mientras me hacía sufrir… Sin embargo me reusaba darle el gusto de hacerme renunciar, respiré hondo y subí todas las cajas negras que me pidió que le llevara. No sabía de qué eran, pero eran bastante pesadas. Me recuerdo que me dolía al extremo la espalda y sentía que ni el ascensor ni yo lograríamos soportar ese peso. “Solo dos pisos más, solo uno… ¡ABRETE MALDICIÓN!” fueron mis pensamientos exactos en aquella situación. Miré con profundo odio la puerta metálica del elevador. Salí de allí, descalza, si me ponía los tacones de seguro me rompería ambos tobillos, las cajas, la cara y me quedaría sin trabajo. Hizo mucho hincapié en que tenía, como fuera, pero TENIA que traerlas ya mismo, antes de las nueve, era el quinto viaje esa semana y gracias a que estaba revisando sin previo aviso cada sucursal de la empresa, para ver todo de manera normal sin que se preparen en lo absoluto, había hecho una ola de despidos casi infinita. Estaba eligiendo por si mismo los empleados, parecía que realmente su plan era un rotundo éxito, literalmente estaba exterminando de sus “dominios” a cada rata que no hacía más que aprovecharse y hacer cosas ilegales con las redes de la empresa. Dejé las cajas en mi escritorio, Subí a la oficina de Andras, toqué la puerta. —señor, ya están aquí sus cajas— dije asomando la cabeza como una tortuga. —Bien, entonces refréscate un poco, y arréglate, estás toda sudada y despeinada.— ni un gracias, estúpido. Me alejé hasta mi escritorio de nuevo, mire uno de los doctor del aire, que daba justo en el pasillo en dirección a la sala de reuniones, me quedé, parada bajo el y mientras respiraba más tranquila y me ponía los tacones, me quedé parada bajo el ducto del aire. —¿Y tú qué haces? — la voz femenina me tomó por sorpresa haciendo que mirara a mi costado, era una Barbie, en resumen. —Descansando un poco — contesté, me puse completamente derecha y mi espalda hizo un ruido muy feo, me dolió — El trabajo duele. Apreté los labios y trate de arquearme un poquito más para atrás, sonó como si me hubiese roto la espalda, pero sentí un alivio magnífico. Miré más detalladamente a la chica que estaba junto a mi, sentí un muy mal presentimiento al ver su camisa de botones y su busto exagerado. Alguien perderá un ojo. —¿Tan duro es el trabajo?, ¿El jefe es tal y como dicen? ¡Oh claro que sí, es un monstruo!... Uno muy guapo… ¡Pero eso son los peores! —Oh si, es trabajo es simplemente doloroso cuando tienes que estar día y noche haciendo lo que te pide, sobre todo cuando se le ocurre algo de repente, es bastante exagerado y hay veces que te pone a sudar sin parar, parece divertirle ser cruel. —traté de acomoda mi cabello, ya que me estaba mirando de pies a cabeza. —¿Es así de rudo? —hizo una mueca algo rara. Creo que estaba nerviosa, ¿A qué vendrá? — Trabajar para él es muy duro, y Andras en general es una bestia sin piedad. Me quedé en silencio… empecé a maldecirme múltiples veces en mi mente, la había cagado de nuevo. “! NO OTRA VEZ ¡” pensé. Si le decía algo a Andras encontrarían mi c*****r en un callejón... no… bajo un puente mugriento en la peor parte de la ciudad Ella suspiró y se fue a sentar en una de las sillas de la sala de espera. Fui un momento al baño para arreglarme bien, me tomó unos quince minutos más o menos. Cuando salí había cinco chicas más y un sujeto que lucía muy profesional. …Se reproducían como parásitos. Miré la tableta que tenía una luz brillando intermitente. Esas notificaciones también se reproducían como parásitos. La tomé para ver que clase de tortura me esperaba. Para mi nula sorpresa era una lista de aspirantes a trabajar en el área administrativa, uno en contaduría y alguien de secretaria o secretario. Alguno de estos será. Me acerqué a la puerta de Andras. —Ya están aquí los aspirantes, señor. “¿Está de buen humor?” Parecía que sí. El asintió y dejó la PC tranquila. —Millicent Lamberti… — Dije, una muchacha de cabello n***o lizo muy bien vestida se acercó. —Gracias. Que linda. Me quedé revisando su expediente una vez que me senté. Ella aspiraba a estar en la parte de mantenimiento. Pasaron de uno en uno mientras yo estaba al tanto de si fueron aceptados o no, la única hasta ahora fue Millicent, Tobías, el sujeto que llegó elegante y parecía ser igual de frío que Andras… Y creo que Susan, la cual era una bonita chica baja altura, muy carismática y agradable. Supongo que le agradaron a Andras. Me quedé pensando en qué hacer con los papeles que me trajeron de contabilidad, mientras me acerqué a la puerta a Ver qué diablos pasaba ya que escuché una risita. Me hice con la excusa de llevarle el papeleo de hoy en la tarde ya que bueno, tenía que llevárselo. —Señor, el papeleo de esta tarde ya llegó. — le dejé los papeles en el escritorio. Al salir deje un ligero espacio en la puerta para escuchar. No puedo evitarlo. —señor usted puede comprobar que cada una de las referencias de trabajos anteriores tiene una reseña positiva por parte de mis superiores, de mi no tendrá queja alguna. Estoy a total disposición para lo que usted prefiera. Recalcó estoy a total disposición para lo que usted prefiera. —Ciertamente tiene un currículum impecable. Bueno en ese caso, podrá pasar fácilmente una prueba práctica. —escuché como arrimó la silla, ella creo que hizo lo mismo, también los pasos de ambos, me alejé de la puerta. — si gusta en seguirme, señorita Black. —Claro, pero, Por favor señor, dígame Mei, no está demás, señorita Black le dicen a mi madre. … ¿Qué? Admito ahora que sí, estoy muy confundida, Andras salió con la misma cara de “te metes conmigo y te mataré” de siempre. Ella de la nada se arreguindó de su brazo apretando contra su pecho, bueno, entre los balones blancos que quieren explotar la camisa color n***o por la cual los botones luchaban para evitar sacarle un ojo a alguien cuando salgan disparados como balas. —Si bien a nivel laboral es bueno mantener una relación de confianza y equilibrada con todos por igual, eso incluye al jefe. Con todo respeto señor Andras. Ni siquiera en las entrevistas le dicen por su nombre, siempre es señor Attentäter, ni yo soy capaz de pinchar al oso con el palo de esa manera. —Disculpa, ¿Qué? Andras intento quitar su brazo pero en el momento que levantó la mano un botón salió disparado dándome a mi, (por metiche), justo en el pecho izquierdo. Se sintió muy raro y algo doloroso. —¿Por qué me disparan a mí? Dije con la botella de agua fría en el pecho aminorando la molestia. Ninguno dijo nada. Ella seguía aún con la mano de Andras casi en uno de sus senos por dios, ¿¡Habrá algo más extraordinario que llevar a Andras a estos extremos?!, Creo que va a congelar todo el lugar con su mirada de indiferencia. —Sera mejor que se vaya señorita Mei Black, la vacante ya está ocupada. Me miró a mi. —si, ya el señor de antes… confirmó. Dije confundida. —P-pero usted dijo que le parecía bien mi currículum — dijo bastante alarmada. —Solo lo diré una vez más, de otra manera, te vas o llamaré a la policía por acoso s****l, y no me vengas con tonterías porque hay cámaras, por favor, vete. Parecía estar al borde de su paciencia. La chica se fue molesta cubriéndose con su chaqueta. —¿Esas son las cajas que encargué? — asentí. Quería saber que eran, pero, creí que no estaba de buen humor al momento. —Son semillas de flores. —dijo de la nada. —¿Eh?, ¿Enserio?, No sabía que le gustaba plantar flores. —Me miró con fastidio. Respiró hondo y solo me miró serio. —Son un regaló. Oh, tal vez a Viktoria… no puedo evitar imaginarla arrancando un árbol de raíz, con las manos. —Solo le pido que hoy no hable de nada inadecuado. ¿Puede hacer eso?. Asentí, sintiéndome regañada al ser tratada de “usted” —señor, disculpe mi atrevimiento, pero… ¿Para quién son? Su semblante sé suavizo en cuestión de segundos y sus ojos verdes tenían una mirada algo triste, como si el hecho de ver las semillas de pomelias en esa cajita negra alargada fuera algo muy importante, o al menos, algún recuerdo en específico. El lugar se encontraba en silencio, nadie subía allí muy seguido, así que realmente no sabía que decirle, parecía triste… lo cual por alguna razón… me hizo sentir mal. —Para Riha y Peter Müller, ellos suelen plantar flores y todo tipo de plantas. Guarde silencio, La sangre se me fue a los pies. —Así que aún están juntos. Este soltó una leve risa. —Todas las rosas tienen sus espinas que las cuidan. Son una bonita pareja. Pues claro que los son, su historia es básicamente la ficción perfecta de un amor enfermizo. —No digas nada fuera de lugar…—asentí. —No hace falta que me lo diga, señor, así será. Tenía que conseguir al menos hablar con Riha... Por muy mala idea que fuese, no podía dejar que se quedara así
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