Primer momento parte 6

1503 Words
Primer momento Parte 6 Los pensamientos abordaban a una pequeña Diyarly, recordando aquellos momentos felices con sus padres, y quería refugiarse allí; en sus recuerdos más importantes para ella y para su corta edad lo más relevante que había vivido era el brutal asesinato de sus padres. A su mente venía aquel día que fue con su padre y su hermano a la ciudadela, para vender leña, estaba muy emocionada porque nunca había ido a allí y fue muy complicado para que su madre confiara en dejar ir a la pequeña. — Aún estas muy pequeña, además eres una dama no debes que estar involucrada con los trabajos de tu padre, eso es para hombres Diyarly y tu lugar es estar en casa para ayudarme con los quehaceres — le decía muy seguido la madre de la niña a ella. — Mamá ya no soy tan pequeña y me puedo cuidar sola — terca a lo que decía su madre responde la pequeña Diyarly. — Quisiera creer eso — con una sonrisa y una mirada de amor la abraza. — Mamá-a-a-a por favor — haciendo puchero queriendo convencer a su madre. — Hija, el mundo está llena de personas despiadadas y cualquiera te puede dañar haciéndote creer que no lo hará. Deberás saber diferenciar entre quienes debes confiar o no — aconsejaba la madre, dejando clavada en su memoria de por vida esas palabras. Tan solo tenía 7 años cuando fue con su padre y hermano a la ciudadela, realmente ella no podía recordar demasiado de su niñez temprana, pero si atesoraba los momentos junto a su madre, aquellas risas y cosquillas, o aquellas vez del invierno en que a pesar de las dificultades seguían optimistas. Debido al exceso de nieve el tejado de paja de centeno se vino a bajo debido al peso, y necesaria semanas en poder reparar aquel techo el padre. Y en esas noches de frío que entumecía a los pequeños, la madre contaba historias y abrazaba para darles el calor necesario para que no muriese de frío. Todo lo que hacía la madre por ella era para protegerla, y ella lo sabía pero a su corta edad parecía no entenderlo, pero aun así no podía frenar su ansiedad de curiosidad, así que le permitía ciertas libertades, y esa vez era la de ir a la ciudadela. El padre ya tenía cortado la madera que llevaría a la ciudadela a vender y los pequeños estaban listo y esta vez si iría la pequeña Diyarly. — El trayecto a la ciudadela es largo hermana — le dice el hermano a su hermanita que se notaba bastante emocionada. — Llegaremos cuando el sol esté en su punto más alto — los interrumpe su padre mientras azotaba la mula para que siguiese caminando. — Te dije, es largo el camino — dice el hermano. — Tryon, no me molesta caminar, cuando salgo con mamá a buscar bayas, caminamos mucho y yo la acompaño sin agotarme — muy relajada dice la pequeña Diyarly. — Si tu lo dices, entonces lo creeré — entre risas y en tono sarcástico le responde a su hermano. Así anduvieron por horas debajo de aquel abrazador sol, y después de mucho caminar por fin ven a la distancia las altas torres del castillo del rey, que eran muy visibles desde lejos, ya estaban por llegar y se notaba en entusiasmo en la pequeña. — Diyarly, recuerda que solo venimos a vender una madera y después de vuelta a casa — déjala en claro el padre a su hija. — Si, yo se papá. Ya estando en la entrada la cara de la pequeña se torno de emoción a desagrado al ver hombres y mujeres en la entrada de esta misma ciudadela, pidiendo comida o algo de dinero, mientras dejaban entre ver sus deplorables cuerpos, incluso algunos tenían yagas abiertas llena de gusanos, eran considerados los muertos vivientes de la gran ciudadela, y eran los marginados de la sociedad, repugnantes seres que era la desaprobación del rey, el cual no permitía que esto entraran en la ciudadela, y tenía soldados que custodiaba la entrada y si alguno intentaba entrar sería asesinado. Ya estando donde los mercaderes ofrecían sus productos, algunos hablando lenguas que ellos no comprendía, y ofrecían comida, cosas brillantes muy posiblemente baratijas, telas y especias importadas desde el oriente. Su padre se colocó en un sitio junto a una cantina, y era allí donde siempre se colocaba. — Este lugar es horrible siempre salen hombres ebrios en busca de peleas — dice Tryon a su hermana. — ¿crees que nos hagan daño? — dice la niña nerviosa con las manos en su cabeza. — Papá no permitiría eso, además es un hombre muy grande intimidaría a cualquiera — muy serenamente dice el hermano. — ¡ya viene el invierno-o-o-o! Lleve la leña para tener fuego en noches de frío — dice el padre a la multitud que pasaba por afrente. No muchos prestaban atención a lo que decía aquel hombre, y fue así durante horas ya cuando el sol empezaba a bajar el padre dice que deben irse, si no quieren que el camino lo tomen de noche, ya que este camino era peligroso por las noches por los ladrones que buscaban a cualquier despistado o turista para robarle todo lo que llevase. — Chicos ya nos vamos, este no fue nuestro día — dice el padre a los chicos. — Otro día será padre — responde Tryon a su padre mientras recoge la madera. — ¡papa! ¿Que tal si llevamos pan? — pregunta la pequeña Diyarly a su padre. — Hija mía no te dinero para comprar pan — tristemente le responde a su hija la cual pone una cara muy triste. — Si piensas ir y hacer una cara de hambre a un mercader y pedir pan… adelante hermana — le dice Tryon a Diyarly. — No le digas estupideces a tu hermana — dice el padre al oír la conversación de los pequeños. — ¿eso funciona? — muy ingenua pregunta la pequeña. — Obviamente si eres lo suficientemente tierna y adorable, y tu hermana mía eres ambas — dice su hermano muy convencido de lo que dice. — Ni tu hermana hará parecer que es una huérfana, y tu no seguías diciéndole esas cosas — tajantemente dice el padre a Tryon, mientras lo mira fijamente a los ojos. — Perdón padre — responde Tryon agachando su cabeza. — Hijos, no tenemos dinero pero eso no puede arrastrarnos a mendigar pan y suplicar bocado, en vez de pedir se debe buscar como trabajar y conseguir el dinero para comer — aconsejaba su padre a los pequeños. — Ahora nos vamos y mañana será nuestro día — por último dice el padre, y empieza a atar a la mula a la carreta. — Siempre dice eso — le susurra Tryon a Diyarly. — ¿de que hablas? — pregunta en voz baja la pequeña. — Lo de que mañana será nuestro día, eso siempre lo dice —responde Tryon sin que su padre le escuche. — Esperanzas Tryon, siempre hay esperanzas — dice el padre al haber oído los murmullos de sus hijos. Mientras todos se ríen seguidamente de esto. Ya yendo de vuelta a casa, los niños se hallaban cansados de caminar y la pequeña empezaba a murmurar. — Diyarly, ven sube a la carreta — le dice el padre a la pequeña. — Y eso que aun faltan para llegar — dice de manera burlesca Tryon. Ya el sol se ponía en el horizonte y aún estaban en camino, cualquier mínimo sonido era de terror para los pequeños, asustado Tryon le pide a su padre si podía ir también en la carreta. — Entonces sube Tryon, y ¿no me digas que eres un cobarde? — le pregunta el padre a su hijo. — Solo estoy cansando — responde con una cara nerviosa y sin parar de voltear hacia atrás. — Yo no estoy criando un cobarde y mi hijo no es un cobarde, ¿Quién protegerá de su madre y hermana si me llegase a pasar algo? — encara seriamente a su hijo y pregunta con su cara mostrando algo de enojo. — No soy un cobarde, padre — responde francamente el pequeño. — Eso espero — con una sonrisa le dice el padre a Tryon. Después de ya algo pasada la noche al fin llegan a casa y encuentran a su madre preparando cena. — ¡Madre! ¿Qué preparas? — pregunta Tryon a su madre. — Pescado del arroyo — responde la madre al pequeño. — Mama, la ciudadela queda muy lejos — dice la pequeña Diyarly a su madre. — Si hija el camino es bastante largo, te dije que realmente no era bueno que fueras — dice la madre en son de exhortación. — Si, además habían muchos hombres muy enfermos — cuenta la pequeña a su madre y esta mira amenazantemente a su marido.
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