Capítulo 17

1114 Words
RUBÍ Era bastante tarde cuando llegamos a la mansión de Caesar. Después de lo que pasó con la carta no dijimos más y solo nos centramos en trabajar. Lejos de pensar que no iba a haber movimiento por lo tarde que era, pero a pesar de mis pensamientos, la mansión estaba muy despierta. Damián y yo nos miramos un tanto extrañados. Tomé delicadamente a una empleada que pasaba llevando unas sábanas limpias. – Hola, ¿está pasando algo en la mansión? – Oh, señorita Rubí. No va a creer lo que pasó, la señora Nora al fin despertó y el maestro Caesar nos mandó a mover algunas cosas para que la señora y el joven maestro Constantine estén más cómodos. – ¿Constantine? – Sí, es el nombre que la señora y el maestro le dieron a su bebé. Un suspiro de alivio que no sabía que contenía salió de mí. Al fin Nora podría tener un poco de normalidad, enterarme que incluso nombró y conoció a su hijo me llenó de alegría. Tenía tantas ganas de poder ir, pero sabía que ahora no era el momento. Dejé ir a la empleada y caminé junto a un silencioso Damián hacia mi habitación. Desde que comenzamos a vivir en esta mansión siempre me acompañaba hasta que cerraba la puerta de la que era mi habitación. – ¿No irás a verla? – Nah, ella debe estar con otras cosas en mente. El fin de semana iré a verla, no quiero abrumarla. Damián se detuvo cuando llegamos a la puerta de mi habitación. Su mirada me taladraba, como si quisiera decirme algo, como si quisiera asegurarse de algo, pero al final solo soltó un suspiro murmurando una escueta despedida. Tan solo le dediqué una sonrisa antes de abrir mi puerta y meterme dentro. ------------------------------------------------------------ – ¿En serio esa perra se atrevió a escribirte eso? – Sip. No recuerdo muy bien qué decía la carta, pero básicamente era eso que te conté. Al parecer asumir su deuda es lo que debe hacer la familia. – Es una descarada ¿Cómo se atreve a pedirte eso después de lo mucho que te has sacrificado por ella? Un hábito que tuve desde que me pasó todo aquello era llamar a Catalina, ella había sido mi ancla a la realidad. Aunque no le conté todo con respecto a los guerreros y el asunto mitológico, le conté algunas cosas, omití otras y mentí descaradamente en unas pocas. Me sentía mal por hacer eso ya que Catalina había estado para mí desde niña, pero meterla en un asunto que ponía literal su vida en juego…no me iba a arriesgar eso. – ¿Por qué no lees la carta que te mandó? – Porque no la tengo, ya no existe. – No me digas que la rompiste. – No, yo no la rompí. Damián lo hizo. – …Damián rompió tu carta. – Sí. – Y tú lo permitiste. – Estuve de acuerdo con eso. Estaba muy enojada y me pareció buena idea que Damián lo haga. – Mh…¿sabemos ya en dónde estamos con el hombre con aire de peligro? – ¿En dónde estamos? – Ya sabes lo que quiero decir con eso. No sabía si había hecho bien, pero le conté lo que había pasado con Damián esa noche, los besos, las caricias, conté todo con lujo de detalles, incluso la abrupta interrupción. Al parecer mi historia fue del gusto de Catalina porque cada vez que nos llamábamos siempre me preguntaba por cómo avanzaba “mi relación” con el hombre con aura de “peligro”. No había una relación, no había ningún avance, pero a Catalina le parecía ideal que le contara todo con lujo de detalle para analizarlo todo, así era ella y no creía que cambiaría algún día. – Escucha, Cata. No hay nada entre él y yo, y no creo que haya nada entre nosotros. Lo que pasó tal vez fue solo el calor del momento. Él está centrado en otras cosas y yo igual. – Pero se gustan. – Claro que no. Solo pasamos tiempo juntos porque debemos pasar tiempo juntos. – Mh, aun no entiendo porqué él tiene que estar todo el tiempo contigo teniendo él y sus amigos una empresa. ¿A qué me dijiste que se dedicaba? – Ehm, él es ingeniero informático. En la sociedad se encarga de todo lo relacionado con lo digital así que viene a estar conmigo. – Aun no entiendo por qué tiene que estar todo el tiempo contigo. – Bueno yo…es que él…mh, cómo decirlo… – Rubí, ¿sabías que eres mala para crear excusas? Yo sé que me estas ocultando cosas. – Cata lo puedo explicar, lo prometo- – Rubí, cálmate. Eres mi mejor amiga, mi hermana elegida. No habremos salido de la misma madre, pero te amo muchísimo y no te voy a culpar o reclamar por querer guardar cosas para ti. Estoy segura que lo que guardas para ti es por algo y eso no significa que no me quieras. Además, todos tenemos nuestros secretos, lo entiendo. – Cata… – Solo quiero que sepas que voy a estar ahí cuando tú lo necesites. Ya sea que me quieras contar sobre lo que no puedes decir ahora o cualquier otra cosa, yo voy a estar ahí para ti siempre ¿de acuerdo? El nudo en mi garganta se formó, la calidez en mi corazón me hizo sentir agradecida, protegida y sobre todo amada. Ella estaba lejos, pero la sentía tan cerca, como si los kilómetros que nos separaran no fueran nada. Algún día, me prometí que algún día le contaría todo, cuando todos estuviéramos a salvo, cuando no hubiera alguien persiguiéndonos, acechándonos. – Gracias, Cata. – Oye, oye, sabes que no debes decir eso. Solo hago lo que debo hacer. Además, aceptaré tu agradecimiento presentándome a alguno de esos amigos del chico peligro de los que me hablaste. ¿De verdad son tan atractivos? – Pues sí, son todos muy atractivos, unos más que otros. – No pues, mejor no te pregunto quién te parece más atractivo porque seguro dirás que el más atractivo es el chico peligro. Solo reí, porque tenía razón. Ahora que lo pensaba con más calma, todos los chicos que vi hasta ahora eran muy atractivos, “pero sin duda el más guapo es Damián” esa realización me sorprendió. Revisé nuevamente en mi mente rostro por rostro y me di cuenta que, a pesar de aceptar que todos los guerreros eran atractivos, ninguno me movía como Damián, ninguno me alegraba como Damián, ninguno como él. Entonces me puse a pensar ¿de verdad me gusta Damián?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD