Capítulo 14 parte 2

1013 Words
Nunca entendí el porqué las mujeres que eran acosadas no hacían nada y se congelaban en el lugar. Ahora lo entendía. Mi cuerpo se congeló porque mi cerebro quedó en blanco. No supe cómo reaccionar y estaba segura que mentalmente quisiera hacerlo mi cuerpo no me lo permitía. No reacciones o será peor, si reacciono ¿qué sigue después? Entre miles de preguntas una imagen tomó fuerza, la imagen de un hombre serio vestido por completo de cuero y con tatuajes, con una mirada desinteresada, pero que conmigo era caballero a pesar de quejarse una y otra vez. Damián, ven rápido. – Esto parece un caso serio de acoso de parte de arrendatario. Esa voz, el alivio inmediato llenó todo mi cuerpo. Tuve que apoyarme en mi puerta porque de lo contrario estaba segura que podría caer ya que mis piernas no me respondían. Giré mi cabeza a ver a aquel hombre, mi guerrero peligroso estaba no muy lejos grabando todo con su celular lo que hizo que el señor Valdez retrocediera como si estar cerca de mí le quemara. Parecía tranquilo, pero este corto tiempo que lo tenía cerca lo sabía, Damián estaba muy enojado, si las miradas mataran doy por asegurado que mi casero ya estaría muerto ahora mismo. En vez de darme miedo, me sentí conmovida, aliviada, agradecida, mis ojos se llenaron de lágrimas no derramadas porque sí, me negaba a dejar que ese viejo me viera llorar. – Pero qué- – Creo que ahora tenemos razones suficientes para poder mudarnos ¿cierto? – Pero el contrato- – El acoso es una denuncia grave. Tengo conocidos en la comisaría que me deben favores y estoy seguro que un anciano no podría soportar unas cuantas horas en la carceleta ¿o sí? – ¿Me estás amenazando? – No, estoy dando una advertencia y tengo pruebas claras del acoso. Un brillo de incertidumbre corrió por las facciones de mi casero, pero pronto volvió a su actitud de buen vecino, aunque sabía que solo era una fachada. – Solo fue una confusión pequeña, no te lo tomes a mal, jovencito. La pequeña Rubí no puede irse porque es aval de su hermana. – ¿Ella firmó? – ¿Qué? – Estoy preguntando si “la pequeña Rubí” firmó algún documento aceptando ser aval de su hermana. – No, pero- – Entonces no tiene ninguna obligación de asumir una deuda que no es suya, no tienen nada que pruebe lo contrario. Yo, en cambio, tengo pruebas de usted siendo un asqueroso viejo verde queriendo coquetear con una mujer mucho más joven así que le recomiendo que mejor se vaya a buscar a sus abogados porque tenga por seguro que los míos se comunicarán pronto. Vi por primera vez el rostro del señor Valdez ponerse blanco y luego cambiar a un rojizo parecido al de mi cabello. Se veía muy enojado, pero se detuvo, murmuró algo entre dientes y se fue. Damián soltó un suspiro y quitándome las llaves de mis manos abrió la puerta tomando mi cuerpo con cuidado antes eso. Con cuidado me levantó como una princesa. Por un momento quise decirle que pesaba mucho, pero al ver la manera fluida con la que se movía guardé silencio. Tampoco lo miraba a los ojos, mi vista estaba fija en mis manos, no sabía por qué, pero una gran vergüenza me invadió, vergüenza por dejarme intimidar de esa forma, vergüenza por no hacer nada. Yo que tanto hablaba que podía sola, que no me iba a pasar nada y ahora tuve que ser rescatada por este hombre malhumorado. – No fue tu culpa, no debes avergonzarte por no haber reaccionado. Es culpa de ese viejo maldito, yo me encargaré de él así que no te preocupes más. Eso fue todo, las lágrimas que antes logré reprimir fluyeron una tras otra por mi rostro. Cuando llegamos a mi dormitorio yo ya era un desastre. En todo momento Damián guardó silencio, me dejó con mucho cuidado sobre mi cama y me acostó. – Trata de descansar. Yo estaré afuera así que cualquier cosa que quieras dímelo. Se iba a retirar, pero mis manos lo retuvieron. Me aferré fuertemente a su manga negándome a soltarlo. Sabía que racionalmente no era necesario que él estuviera conmigo, sabía que Damián estaría afuera y que nada ni nadie me iba a tocar si él estaba fuera, pero en mi corazón y en mi cuerpo no era así. – Por favor, no te vayas. Quédate aquí conmigo, por favor. Damián guardó silencio, un silencio que se me hizo muy largo. Yo sabía que tal vez para él mi ansiedad y miedo no eran fundados, no había razón para actuar así y ya estaba esperando su negativa cuando el suspiro vino. – Está bien. Me quitaré la chaqueta ¿bien? Suéltame un segundo. Al contrario de todo lo que pensé, su toque, su suavidad al hablar conmigo, sus movimientos lentos y suaves, como si tratara con un animal lastimado me conmovió. Lo solté y él se puso de pie quitándose la chaqueta de cuerpo y poniéndola sobre una silla. Pude ver claramente sus tatuajes subir por sus manos, llenando sus brazos y perdiéndose en el polo gris manga cero que vestía, me pregunté cuántos tatuajes tendría en total ¿podría tocarlos algún día? No dejé de mirarlo, ni cuando se quito su chaqueta, ni cuando se quitó las botas y las medias quedando descalzo. Con cuidado abrió las mantas y se metió dentro, yo hice lo mismo del otro lado. No me importó que tal vez ninguno de los dos tuviera ropa apta para dormir, no lo necesitábamos. En silencio me acerqué a él y me acurruqué. Froté mi rostro sobre su amplio pecho, oliendo su aroma terroso y mentolado, llené mis pulmones de su aroma, lo necesitaba. Damián no dijo nada, al principio se congeló, lo sentí, pero después se relajó poco a poco. Con cuidado me abrazó descansando su mano en mi espalda, subía y bajaba con cuidado y así, poco a poco mis ojos se fueron cerrando.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD