– Mh, Damián…
Eso fue todo, mi mano bajó hacia una nalga de Rubí, comencé a masajearla con descaro. Ahora yo fui el que soltó un gemido ante tanta suavidad. Si así se sentía teniendo ropa puesta no quería imaginarme qué se sentiría tenerla piel con piel. Una de sus manos subió a mi nuca acariciándome, raspando con sus cortas uñas mi piel, ¿seguía dormida? No lo sabía, no era que importara mucho. Mi cabeza bajó hacia el suave cuello de Rubí, dejando besos, chupando, queriendo marcarla como mía, la deseaba, la necesitaba.
Mi celular sonó y con eso todo mi cuerpo se congeló. ¿Qué demonios estaba haciendo? Me alejé rápidamente de ella, tropezando mientras salía de la cama como si me quemara estar ahí. Rubí se había sentado sobre la cama mirándome confundida, se le veía deliciosamente excitada, muy confundida y agitada. Mi cuerpo quería hacer que volviera a ella, que terminara lo que estaba haciendo, pero no le hice caso.
Debería parecer muy gracioso estando ahí parado, con una erección de muerte y agitado a más no poder, pero eso era mejor a cometer el pecado que estaba a punto de cometer. Caminé hacia mi chaqueta de cuero y busqué mi celular que se había silenciado por un momento y volvía a sonar. Tomé mi móvil entre mis manos temblorosas y salí de la habitación sin mirar atrás, no podía verla ahora mismo o volvería a ella.
– Dime.
– Suenas ronco y agitado lo que me hace preguntar ¿recién te levantas y corriste para tomar tu móvil o te metiste en la cama de esa ardiente pelirroja y yo te interrumpí?
– Deja las estupideces Adrián y di lo que tengas que decir.
Una risa divertida llenó el móvil y yo solo quería tener el poder de meter mi mano a mi celular y ahorcar a Adrián.
– Está bien, está bien, era una broma hombre. Tú no duermes hasta tarde y ciertamente no te he visto interesado en alguna mujer. Seguro has estado ocupado con otras cosas.
No supe si me sentía aliviado o ciertamente insultado por esas palabras. Me irritaba pensar que no me creía capaz de sentir atracción hacia mi pelirroja…¿mi pelirroja? Solté un suspiro en un intento por calmar esas ganas que tenía de volver a su habitación y terminar lo que sea que estábamos iniciando.
– Si solo llamaste joder, te informo que no estoy de humor. Di lo que tengas que decir o sino cuelga.
– Hombre, debes relajarte un poco. Como sea, te llamaba porque debes ayudarnos a tomar algunas decisiones. La gatita finalmente tuvo a su hijo, pero no despierta así que, como imaginarás, Caesar no se despega de ella y el puesto de toma de decisiones está vacante. Yo me ofrecí para ser el líder interino, pero al parecer ni Kaelus ni Raelus estuvieron de acuerdo.
– ¿No está Basil ahí? Incluso sin mi Kaelus puede tomar algunas decisiones.
– Eh, sí, Basil a sido encargado de cuidar al hijo de la gatita y Caesar, creemos que siendo el primer niño nacido entre un alma divina y un guerrero inmortal debe estar mucho más protegido. Con respecto a Kaelus... lo intentamos, lo juro. Con el caso de Hera averiguamos algunas cosas y cuando hablamos de cómo proceder…bueno, dejémoslo en que Kaelus dio una idea poco ortodoxa que incluso yo pensé era malo y ya me conoces.
Solté un suspiro cansado, al menos con respecto a la seguridad del bebé decidieron bien. ¿Cuánto habían discutido hasta que me llamaran? Alejé mi móvil para ver la hora y, mierda. ¿Era mediodía? ¿había dormido más de cinco horas seguidas sin despertarme? Eso nunca pasaba.
Yo solía tener el sueño muy ligero antes y después de ser inmortal. Antes porque un hombre con bastantes enemigos no podía darse el lujo de dormir plácidamente y ahora, porque desde que recibí a Hades el frío en mi corazón y mi cuerpo no me permitía descansar adecuadamente, además de tener sueños con la muerte y mis batallas pasadas, simplemente no podía dormir, pero ahora había descansado como nunca lo había hecho. ¿Rubí tenía algo que ver con eso? tal vez ¿al ser un alma divina me permitía calmar el lío en mi interior? Guardé silencio pensando en todo esto sin fijarme que Adrián seguía en la línea hasta que escuché su voz molesta llamarme una y otra vez.
– Damián ¿estás ahí? ¿Estás haciendo otra cosa? Damián, no colgaré hasta que me contestes.
– Cállate. Aquí estoy…¿para qué me necesitan?
– Gracias a los dioses, te estoy enviando la información que logramos recolectar en la noche. Rastreamos a la familia de Elizabeth Murphy justo después de descubrir su cuerpo y extrañamente todo está en calma lo que nos hace pensar que tal vez Franklin Murphy aun no conoce el destino que tuvo su adorada hija o-
– O lo sabe y no le importa porque más miedo le tiene a Cronos que vengar la muerte de su querida hija.
– Bien, mándame eso y ya veré qué hacer cuando lo termine.
– Está bien, por cierto ¿La pelirroja está bien?
– ¿Por qué preguntas?
– Es solo, ya sabes…tal vez solo tengamos compatibilidad con las almas divinas así que pensé que quizá podríamos salir con esas almas y ver qué pasa.
Apreté mis dientes con fuerza, ¿Adrián estaba diciendo lo que creía que estaba diciendo? Ira pura me invadió al solo imaginarme la sola idea de dejar ir a Rubí con Adrián.
Jodidamente.Nunca.Pasaría.
– Deja de decir tonterías y céntrate en lo que tenemos que hacer. Las almas divinas no son juguetes para divertirse y luego botarlas cuando te cansas.
– Bien, bien, no te enojes. Solo era una broma.
Pero yo sabía que no era completamente una broma. Adrián era un coqueto por naturaleza, había visto innumerables veces a un Adrián coquetear, llevarse a la cama a muchas chicas y luego dejarlas para no llamarlas nunca más. Siempre era solo una noche, siempre era solo una vez, nunca era algo serio.
Si tal vez Adrián podría ser igual de serio que Caesar con Nora…¿podría entregar a Rubí? Por supuesto que no, mi mente negó tajantemente aquella pregunta, no estaba dispuesto a entregar a Rubí a nadie.
Porque ella es mía.
Esa revelación me asustó, ¿Había tenido alguna vez esta actitud posesiva con alguien? Nunca en todos mis años de vida tuve esta actitud, al menos no con alguien. Siempre tuve presente que cualquier persona podría traicionarte, en especial traicionar a alguien con quien eres más cercano porque ese tipo de personas saben tus secretos, tus anhelos, tus debilidades. Así que nunca profundicé relaciones. Incluso ahora con mis compañeros, a pesar de pasar mucho tiempo, siempre tuve un pequeño recelo.
– ¿Damián? ¿Todo está bien?
– Sí, solo envíame lo que tengas que enviar.
– Sabes que puedes decirme lo que sea ¿cierto?
Guardé silencio. Ahí estaba otra vez, el intento de Adrián porque querer que me abra a él. Desde que nos unieron como compañeros, él siempre intentó acercarse, siempre siendo hablador, siempre ofreciéndose para el trabajo manual, siempre intentando ser cariñoso ¿y yo? Yo solo quería alejarme porque ese tipo de muestras de cariño eran raras, no estaba acostumbrado, por más que todos lo intentaran, por más que fueran amables, por más que tuvieran buenas intenciones. Mi recelo estaba presente y no sabía si eso cambiaría pronto.
Adrián solo suspiro al no recibir respuesta, así había sigo por siglos.
– Escucha, Damián. Solo quiero que sepas que no somos tus enemigos. Sea lo que sea estamos juntos en esto.
Colgué la llamada y me senté en el sofá. La erección y el dolor en mis pantalones había desaparecido dando a lugar a un dolor más profundo y más persistente en mi corazón. Algo que nunca había experimentado, que nunca había conocido. Al no saber catalogar esa sensación extraña, opté por hacer lo que siempre solía hacer cuando no entendía algo. Enterrarlo al fondo de mi mente y esperar a que con el tiempo descubriera de qué se trataba o lo olvidara.