RUBÍ
Tres meses atrás
– ¿estás seguro que no necesitas ayuda?
– Sí, tu solo quédate ahí.
Había pasado un mes en los que descubrí que Damián se había convertido en mi guardia personal. Cuando me enteré en mi interior me alegré, no sabía, pero estar cerca de él me gustaba y me calmaba…eso hasta saber lo irracional que a veces era.
Sin duda nuestras dos personalidades no coincidían bien, pero de alguna manera era divertido poder hacerlo enojar, no supe que trabajar con alguien era tan emocionante y también estaba el hecho que no solo me ayudaba a cargar las cosas o me hacía compañía, sino que también me defendía de los que destruyeron mi negocio, aun recordaba la primera vez que esos matones vinieron a hacer estragos.
Nos demoró una semana poder renovar todo lo necesario, fue más rápido de lo que normalmente me hubiera llevado porque precisamente Damián y los chicos nos dieron tarjetas de crédito sin límite para que gastásemos en lo que quisiéramos. En un inicio me negué rotundamente, no me gustaba depender de otros sin nada a cambio, pero Damián tuvo que explicarme que todo eso componía en la condición de “velar por el bienestar del alma divina”. Solo acepté cuando le hice prometer a Damián que eso sería un préstamo y que lo devolvería apenas pudiera. Y ahora estábamos al fin abriendo nuevamente.
También aproveché para buscar otro lugar para vivir, una cosa era mantener el negocio de mi madre, pero otra soportar también a mi casero en el lugar donde se suponía que debía estar tranquila. Aun estaba buscando un lugar, pero con Damián a mi lado podía tomarme mi tiempo para buscar algo bueno.
– Así que la florista abrió de nuevo.
El sonido de la campana que avisaba un cliente nuevo vino con esa voz burlona. Al instante me tensé, si bien tenía el mostrador como barrera, no estaba segura que tan buena barrera era para este par de maleantes que acababan de entrar y miraban con un brillo malicioso en los ojos todo lo que había comprado.
– Parece que pudiste conseguir el dinero para renovar tu negocio, me pregunto por qué no usaste ese dinero para pagar la deuda de tu hermana desaparecida.
– Ya les dije que no tengo nada que ver con ella, si les pidió dinero prestado búsquenla y no me molesten ¡fuera de aquí!
El maleante 1 rio mientras acariciaba un ramo de acacias que estaban esperando por su dueño. Miré a la entrada de mi tienda buscando a que apareciera Damián quien había ido a sacar la basura ¿por qué se demoraba tanto?
– Uy, la pelirroja sacó las garras. Curiosamente la policía acaba de tener un percance así que me pregunto cómo podrás defenderte de nosotros.
El maleante 2 se acercó y apoyó sus manos sobre mi mostrador, retrocedí un paso, ese idiota estaba muy cerca, podía ver sus dientes amarillentos por tanto fumar, el sudor en su rostro era evidente, y el olor a rancio era más fuerte que mi delicado aromatizante a rosas frescas. El maleante sonrió triunfante por aun tener ese efecto de miedo en mi y es que ¿qué podía hacer? por más que quisiera no podía hacer nada si ellos decidían volver a destruir mi negocio, evidentemente porque ellos eran más fuertes que yo. El maleante 2 alargó su mano grasosa y acarició un mechón de mi cabello que cayó rebeldemente delante de mi rostro.
Mi reacción natural fue un escalofrío de asco que ese hombre evidentemente confundió con excitación. Su voz bajó una octava intentando parecer sensual lo que me causó más asco.
– Tal vez si eres amable con nosotros podamos ser amables contigo…qué me dices, pelirroja.
Un ruido de un jarrón rompiéndose captó nuestra atención. Ese ramo de acacias ahora estaba hecho trizas en el suelo.
– Ups, mis dedos se resbalaron.
La risa de los dos hombres se detuvo cuando la campanilla de la puerta de mi tienda sonó. Un alivio me llenó cuando vi de quién se trataba. Damián entró como si fuera el dueño del lugar. La mirada fría de Damián recorrió todo el local, su mirada se quedó fija en la mano del maleante 2 tocando mi cabello. Su mirada amenazante hizo que retrocediera, pareció satisfecho con esa acción.
– Amigo, puedes irte. Aquí estamos un poco ocupados.
El maleante 1 se acercó a Damián, quiso palmear su hombro, pero no llegó tan lejos. Apenas lo tocó y en un instante se encontraba en el suelo boca abajo y con un Damián sentado sobre él.
– No soy tu amigo, no me gusta que me toquen y no me digas qué hacer.
– Oye imbécil, vete mientras estamos siendo amables contigo. No tienes nada que hacer aquí.
El maleante 1 sacó de su bolsillo una navaja y yo instantáneamente retrocedí buscando algo para poder lanzar. Evidentemente Damián no podía protegerme de dos tipos ¿o sí? Damián se puso de pie con lentitud, como si la amenaza no hubiera sido para él. mantuvo su pie en la espalda del maleante 2 impidiendo que este se levantara, por más que este intentó no lo consiguió, parecía que el pie de Damián pesaba más de una tonelada.
– Lamento contradecirte, no, espera, la verdad es que no lamento hacerlo, pero he de decir que son ustedes los que no tienen nada que hacer aquí. ¿les parece bonito acosar a una mujer que no tiene nada que ver en el estúpido trato que hizo su jefe? Que por cierto, sería un idiota por no averiguar antes de prestar dinero.
– Cuidado con lo que dices, no te permito-
– No hay necesidad. Ahora, váyanse o asuman las consecuencias.
Si bien en un inicio estuve preocupada por ese 2 – 1, después de unos minutos me di cuenta que debía sentir más preocupación por los mismos maleantes que por Damián. Tan solo en uno segundos los desarmó y estuvo un buen par de minutos golpeando y divirtiéndose con ellos. Era como ver a un perro gigante jugar con sus presas, fingiendo que los dejaba ir, pero al último segundo los atrapaba. Yo por mi parte no pude decir nada, ¿qué podía hacer? simplemente me quedé quieta detrás de mi mostrador esperando que Damián se aburriera y los soltara.
– Asegúrense de decirle a su inútil jefe que si quiere cobrar su dinero se ponga a averiguar dónde esta la personas que se lo llevó. Ustedes ya no pueden venir aquí, no se les permite entrar y romper cosas, no se les permite siquiera ser clientes normales, es más, si van a pasar por esta calle usen sus piernas sabiamente y crúcenla o yo me encargaré personalmente que ya no tengan piernas para poder caminar ¿queda claro?
Finalmente, los maleantes se fueron tras una intensa “conversación”
– ¿Dónde dejo esto?
Mi mente volvió de aquel recuerdo tan satisfactorio. Damián se encontraba con unas cajas llenas de canastas de mimbre en sus manos. Lo miré fijamente, tenía una personalidad difícil, pero de verdad se lo agradecía. Gracias a él podía tener una vida más o menos normal.
– Déjalo dentro, por favor. Por cierto, ¿qué sabes sobre Nora? Hace días que no sé de ella y ya la extraño.
– Está bien. Caesar no la deja hacer nada y cambia de guardia cada dos días.
– ¿Cada dos días? ¿por qué Nora cambia de guardia cada dos días? ¿No tener guardias fijos, así como tu conmigo? Oh, no me digas, ¿Se siente mal?
Damián, quien había ido a la parte de atrás de mi negocio mientras conversábamos guardó silencio y ese silencio fue el que me hizo preocupar. Hace algunas semanas dejé de hablar seguido con Nora, no porque así lo quisiera porque después de todo lo que sufrimos juntas, me había encariñado mucho con ella y con Raelus. Era más el hecho que ella estaba pronto a dar a luz y yo tenía que estar remodelando mi negocio, ella no podía venir a visitarme justo por eso mismo y yo no podía ir porque estaba ocupada con los pedidos o con presupuestos. Las pocas veces que podía comunicarme con ella lo hacía por medio del celular de Damián. Ya habíamos pedido celulares, pero hasta que mi querido seguridad no terminara de revisar y hacer que esos aparatos fueran seguros, no podríamos tenerlos con nosotras.
Otra cosa que me había enterado en este tiempo que pasé junto a él fue que era un experto en tecnología. Él fue quien me puso cámaras de seguridad, alarmas y demás para hacer mi negocio y mi departamento seguro, cosa que agradecí enormemente.
– Nora necesita muchos más cuidados, cada uno de nosotros tiene diferentes responsabilidades, no solo como guerreros. Pactamos que lo mejor era que yo me quedara contigo ya que mi trabajo lo puedo realizar en cualquier parte si tengo una computadora conmigo. Por otro lado, Nora, quien aun permanece en la mansión de Caesar y al ser el primer caso de embarazo, necesita más ojos vigilándola, así como cada uno se turna para cuidarla. Los demás no tienen tanta flexibilidad en su trabajo así que por eso rotan tan seguido.
Damián apareció con su teléfono n***o en manos mientras hablaba, no supe por qué, pero que hablara tanto para querer darme una respuesta satisfactoria me hizo sospechar. No lo conocía tanto, pero sospechaba que estaba escondiendo algo ¿tenía curiosidad? Por supuesto que sí ¿Debía preguntar? Sabía que no, por lo que guardé mis preguntas para mí y tan solo asentí con la cabeza cuando Damián me miró en busca de alguna señal.
– Bien, ahora, por favor ¿podemos discutir el hecho de que necesitas mudarte de esa caja de fósforo?
Puse mis ojos en blanco mientras terminaba de limpiar el desorden que se hizo en el día. de nuevo con esa pregunta. Yo le había dicho que buscaría un buen departamento que me gustara, pero según Damián, era fácil elegir un hogar y me estaba demorando mucho en eso.
– Ya te dije que buscar un hogar toma su tiempo.
– No me mientas, no estás buscando departamento. Estas alargando las cosas.
– No te estoy mintiendo, tu mismo miraste que en mi tiempo libre veo avisos.
– Pero no vas a visitar ninguno.
– …Es porque no me gustaron lo suficiente como para ir a verlos personalmente.
– No es cierto y lo sabes. Al final yo sufro porque me quedo durmiendo en un sofá muy incómodo.
– ¡Oye! No es mi culpa que quieras quedarte, te dije claramente que puedes irte y volver. Ya me instalaste cámaras y todo eso, estoy protegida.
– Estás protegida cuando yo estoy aquí. Si te dejo sola posiblemente te encuentre muerta en eso al que tú llamas departamento.
– Qué pesimista eres.
– Soy realista.
– Pesimista y lo sabes.
– No discutiré contigo, como sea debes buscar un lugar decente en estos días o te llevaré conmigo a mi casa.
– ¿Dónde vives?
– Washington, Seattle
– No puedes estar hablando en serio. ¡Son más de ocho horas en carro!
– Entonces busca un lugar pronto.