– ¿Sabes, Rubí? En un momento yo también me pregunté por qué soportaba tanto, pero creo que llegué a un punto en el que no podía soportar más.
– Nora, entonces el hijo que esperas no es de Miguel. Si asumo todo lo que nos contaste entonces…
– Sí, Raelus. El hijo que llevo en mi interior es de Caesar.
– Eso es…vaya. Las Moiras nos dieron a entender que nosotros como guerreros no podíamos tener descendencia, pero luego esas mismas diosas nos hablan sobre almas divinas que hay que proteger. ¿es seguro decir que ustedes como almas divinas sean las únicas en ser compatibles con nosotros? Como sea, eso significa que eres el primer caso de embarazo con alguien como nosotros. Cronos debe pensar que no podemos tener descendencia y no lo tomó como posibilidad, debemos hacer que siga en la ignorancia. Lo que significa que debemos irnos ya con mis hermanos.
– Raelus ¿no escuchaste lo que te conté? Caesar y los tuyos piensan que soy una traidora, si con Cronos estuve en una celda ¿qué me asegura que no volveré a estar en una cuando vuelva a él?
– Porque ahora yo te protegeré. Si no quieres estar con él, lo entiendo, pero al menos deja que te proteja, es mi deber proteger a ambas en todo momento. Déjenme hacerlo. ¿no quieren ir con ningún hermano mío? Está bien, pero por lo menos dejen que los llame para que nos recojan y vayan conmigo a mi hogar donde las tendré cuidadas y no les faltará nada. Las protegeré de Cronos y si hace falta, también las protegeré de mis hermanos.
En toda esa interacción yo guardé silencio, Nora y Raelus tenían cada uno un punto válido, Nora había escuchado algo que le hizo perder la confianza en los que decían que la protegerían y Raelus estaba seguro que sus compañeros, sus hermanos de pelea serían incapaces de hacerles daño. Incluso jurando que nos protegería de ellos, lo que me hacía sentir alivio. Tomé la mano de Nora con delicadeza y ella de inmediato me prestó atención.
– Cariño, deja que Raelus llame a sus amigos ¿sí? Te prometo que, si se portan mal, yo misma los golpearé.
Nora resopló intentando soportar la risa que quería salir. Yo también sonreí, pero luego me puse seria lo que provocó evidente curiosidad en esos ojos.
– M e avergüenzo de esto, pero he de admitir que no estamos a salvo aquí. Prometo que luego te lo contaré todo ¿bien?
La mirada dudosa de Nora me estudiaba, pero lentamente asintió lo que me hizo sentir aliviada. Miré a Raelus quien al ver mi mirada no dudó en tomar el teléfono de mi departamento y realizar una llamada. Una vez terminó aproveché y yo hice la mía. En medio del secuestro me habían quitado mi móvil así que estaba incomunicada por lo que tenía que dar señales de vida a una persona que muy seguramente estaría preocupada.
Un timbrazo. Dos timbrazos. Y alguien contestó en la otra línea. No pude hablar porque ya Catalina estaba gritándome preocupada.
– ¿¡Sabes lo preocupada que estaba!? ¿¡Sabes cuán a punto estuve de reservar un vuelo e ir a verte!? ¡celular apagado!
– ¡Lo siento! ¡lo siento! ¡estoy bien!
– ¡Dime ahora mismo dónde rayos has estado y más te vale que digas la verdad ¡
– Entiendo que estes molesta y preocupada-
– Oh, no sabes cómo estoy ahora.
– Catalina.
– ¿Por qué no me quieres decir la verdad? ¿qué escondes?
– No es nada.
– Rubí, cuando mientes tu voz sube una octava. Deja de mentirme.
– Yo no-
– Bien, no me digas nada. Reservaré un vuelo y cuando llegue a ver si me mientes en mi cara.
– ¡Me secuestraron! ¿bien? ¡me secuestraron, pero estoy bien!
En mi departamento se hizo silencio. Al mirar a la pequeña sala, Raelus y Nora me miraban sorprendidos, de seguro no esperaban que hiciera esa declaración. Les dediqué una sonrisa tranquilizadora y vocalicé diciendo un “todo está bien”. En el teléfono también se hizo silencio.
– ¿Catalina?
– Estoy reservando un vuelo ahora mismo. Vendrás conmigo y no hay lugar a reclamos.
– Catalina, estoy bien. No pasó nad-
– ¡Y una mierda que no pasó nada! ¡eso me dijiste en la mañana y ahora estamos discutiendo que te secuestraron! ¿¡Fue el casero idiota!? Lo castraré con una cuchara y lamentará haber nacido.
– ¡Catalina, no! No fue el casero. Te prometo que te explicaré todo, pero ahora no es buen momento. Alguien viene a recogerme, tendré que irme de este departamento, pero no quería irme sin avisarte antes que estoy bien.
El silencio reinó nuevamente en la línea y conociendo a Catalina sabía perfectamente que esos engranajes en su cabeza estaban trabajando a más no poder.
– Rubí, ¿estás metida en algún problema de mafias o algo así?
Solté a reír, sin duda amaba a la loca de Catalina diciendo cada cosa en los momentos menos esperados.
– No, no. Catalina ten la seguridad que estoy bien. Apenas todo pase yo te hablaré, te lo prometo.
Un tercer silencio se hizo presente y yo solo esperé y crucé todos mis dedos para que Catalina, la mujer más impulsiva del mundo no tomara el primer vuelo hacia aquí y se metiera en lo que no podía meterse. Era mi soporte, mi mejor amiga y mi única familia, y porque la quería mucho no podía permitir que ella se metiera en estas cosas, no quería que ella arriesgara su vida y su trabajo por mis cosas divinas. Finalmente, después de lo que me parecieron horas, oí un suspiro resignado.
– De acuerdo, ¡pero debes llamarme apenas te asientes! ¡y quiero una actualización todos los días diciendo que estas bien!
– Te lo prometo.
– Y Rubí.
– ¿Sí?
– Cuídate ¿sí?
– Lo haré. Te quiero.
– Yo también.
Después de colgar, me quedé un buen rato observando el teléfono, me perdí en mis pensamientos hasta que escuché la voz de Raelus.
– Rubí.
– Lo sé. No puedo decirle la verdad a mi amiga o la metería en problemas, soy consciente de ello. Ya veré qué le invento, pero me comunicaré regularmente con ella y eso no es negociable.
– Puedes hablar con quien desees, Rubí. Me alegra de cierta forma que entiendas el peligro que corre tu amiga si llegas a mencionar lo que sabes.
Asentí con mi cabeza en silencio. Era la primera vez que le escondía algo a Catalina, es decir, le había escondido mi marca de nacimiento porque ridículo y no me gustaba mucho cuando era niña y cuando crecí no le tomé importancia porque era una tontería. Pero era la primera vez que escondía algo tan grande como esto y me sabía muy mal, no me gustaba mentir y odiaba que me mientan, y aquí estaba yo engañando a mi mejor amiga, prácticamente mi hermana.
Es por su seguridad, es por su seguridad. Seguí repitiendo eso en mi cabeza una y otra vez con la esperanza de creérmelo. Necesitaba creérmelo.