RUBÍ
Después de barrer y arreglar la floristería, llevé algunas cosas que aún me servían a mi departamento y eran valiosas. También reporté a la policía lo que pasó, pero más que un reporte y ofrecerme patrullajes para asegurarse la seguridad de mi local, no hicieron más. Llamé para que repusieran los vidrios, y lo hicieron…pero eso fue un golpe directo a mis pocos ahorros. Si esto seguía así mi futuro por ser una florista conocida se iría por el garete.
También me aseguré de llamar a mis pocos clientes para cancelar y avisar que en un par de días no abriríamos. Todo ese trajín me tomó la mitad del día. Yo que pensaba que este día iría perfecto y ahora quería que ya se acabara. Mientras estaba haciendo el cuidado de los daños en mi departamento una llamada irrumpió mi concentración.
Al mirar el contacto, rápidamente contesté sin dudarlo. Un nudo en mi garganta apareció al escuchar su suave voz.
– ¡Hola mi preciosa! ¿cómo estás?
Silencio.
– ¿Hola? ¿cariño? ¿estás ahí? Me estás preocupando.
Silencio.
– Vale, Rubí me estás asustando. Si no me contestas tomaré el primer avión a Tennessee e iré a verte.
– …Cata…
– ¿Estás llorando? Bien, estoy buscando vuelos. Quédate ahí mismo, ya iré a tu lado.
– ¡No, no! Espera, yo…ugh, es solo que…fue un día difícil.
A ese punto fue difícil soportar las lágrimas. Me tomé mi tiempo para explicarle entre lágrimas todo lo que había pasado, desde que inició hace nueve meses atrás hasta lo de ahora. Catalina o como yo le decía, Cata, era la única amiga que tenía desde la infancia. Nos conocimos en el kínder, nuestros padres se hicieron amigos y luego descubrimos que éramos prácticamente vecinos. Eso fue lo que selló nuestra amistad.
Siempre salíamos juntas, hacíamos grupo juntas, comíamos juntas y hasta hacíamos pijamadas juntas. Cuando mis padres fallecieron ella estuvo conmigo cuidándome, apoyándome, haciendo todo para que me sintiera mejor. La muerte de mis padres cayó en la misma época en la que Catalina tenía que ir a la universidad. Ella era inteligente y con un talento muy grande, así que, a pesar de que me dijo que retrasaría su ingresó me negué. La impulsé para que estudiara, para que aproveche la oportunidad que la vida le había dado. Ella fue renuente, pero luego accedió con la condición que nos llamáramos todos los días y así fue. Catalina fue el único sistema de apoyo para mí y aunque estuviera lejos sabía que podía contar con ella para todo, por lo que cuando me preguntó yo no pude soportarlo más y solté todo.
Después de contar todo mi drama y de mucho llanto en el que probablemente mis ojos estuvieron hinchados se hizo un silencio en la línea. Tuve miedo. Catalina era una mujer muy dadivosa, muy amable y educada, desinteresada y mano abierta, si te podía ayudar ella lo hacía con gusto. Pero bastaba que la hicieran enojar para que todo el infierno se desatara, cuando hacían enojar a Catalina era como si el espíritu de la ira se apodara de ella y daba miedo. Ya había visto un par de ocasiones en las que Catalina había cambiado de “chip” y la Catalina oscura tomaba lugar, y debo decir que me daban pena esos pobres diablos que recibían su ira.
– ¿C-Cata? ¿estás ahí?
– Querida, ¿dónde está tu hermana ahora?
Mierda. tragué saliva. Ese tono frío y educado solo indicaba que estaba muy furiosa.
– N-no lo sé. He intentado contactar con ella, pero no lo he logrado. Está no habida.
– Bien, yo investigaré donde está. Tendré una conversación con ella, debe aprender lo que es el respeto y la responsabilidad. Y tú, vienes conmigo.
– ¿Qué? No.
– Sí, no permitiré que esa idiota defina el cómo vivas. No estás sola, Rubí, estoy aquí para ti así que vas a venir y vivirás conmigo. Si es por los pasajes no te preocupes que yo asumiré los gastos.
– ¿Qué? No, Cata, eres mi amiga y te agradezco todo lo que haces por mi y cuánto te preocupes, pero no debes preocuparte, yo lo resolveré.
– …Bien, pero si necesitas algo, cualquier cosa, no dudes en llamarme, aquí estaré para ti ¿de acuerdo?
Mi corazón se calentó y una gran calma se apoderó de mí. Las lágrimas bajaron, pero esta vez no era por dolor o por enojo o preocupación, sino esta vez lloró por agradecimiento. Porque a pesar de todo lo oscuro en mi vida, tenía una luz que me alumbraba, tenía alguien que se preocupaba por mí y que si pedía ayuda no dudaría en venir a mi rescate.
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La conversación que tuve con Catalina fue muy catártica, me ayudó mucho escuchar su voz y desahogarme. Después de hablar un poco más con ella, me centré en hacer el almuerzo y descansar poniendo hielo en mis ojos para que se desinflamen. Me quedé dormida unas cuantas horas y cuando desperté me puse mi ropa de correr.
Solía correr o en la mañana o en la tarde-noche. Siempre me relaja correr cada vez que tengo la mente preocupada o enojada. Ahora ya no estaba enojada, pero la preocupación si me llenaba.
Cualquiera que me viera pensaría que no me gustaba ejercitarme, pero pues, las apariencias engañaban. Amaba correr y, a pesar de mi contextura “llenita” era bastante rápida. Desde la infancia era una persona con huesos gruesos, como dicen por ahí ahora, era una chica “curvy”, y antes de ese término, era llamada “gorda”, pero nunca me había preocupado por eso. A pesar del tonto intento por hacerme sentir menos, yo era más que eso. Nunca me importó y ahora no me importa. Me amaba y amaba mis curvas.
– Qué mamacita que estoy hoy.
Miré mi cuerpo vestido con un conjunto deportivo n***o, con zapatillas negras. El pantalón deportivo acentuaba mis piernas gruesas y mis caderas anchas, el top n***o se pegaba a mis senos prominentes que cubrí un poco con mi polera del mismo color que ahora estaba abierto. Mi cabello color rojo corto y ondeado me daba un toque rebelde que me encantaba. Nariz pequeña y perfilada, labios en forma de corazón, mejillas infladas, mentón delicado, mis cejas bien cuidadas y rojas me daban un aire que, si fuera hombre, me enamoraría de mí misma.
Me preguntaba, si era bonita y tenía buen cuerpo, ¿por qué seguía siendo virgen y estando soltera? Es porque estás demasiado preocupada por otras cosas en vez de pensar en amor. Sí, todo este tiempo desde los 18 años me aseguré de sobrevivir, de pasar el día, de cuidar la casa y a mi hermana e incluso cuando ella se fue, se preocupó por cuidar su negocio y por ser fuerte para no tener miedo por el acoso causado por su casero. Hasta ahora no lo había pensado, pero era en verdad una persona solitaria. Y ahora, a sus 27 años podía decir que no había logrado nada en el departamento del amor. Qué patética.
Tal vez debería empezar a salir en citas. Con ese pensamiento salió de su departamento.
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Mi corazón latía rápido, mi respiración estaba agitada, el sudor era como una segunda piel. Había pasado ya una hora desde que llegué al parque y empecé mi rutina. Desde que cumplí los 18 había construido un hábito de correr en este parque. Este parque que siempre me recordaba mi infancia y mis padres. Este parque quedaba cerca a mi antigua casa, por lo que cuando me mudé seguí con esa costumbre hasta ahora. No importaba si tenía que tomar un bus para llegar, no importaba que luego tuviera que regresar en bus estando sudada.
Una vuelta más y acabaría mi rutina. A lo lejos se veía el sol ocultándose dándole una vista hermosa. Cuando llegué a este parque eran cuatro y media de la tarde, ahora ya eran casi las seis, normalmente cuando solía correr no se demoraba tanto, pero como ese día había sido una ruleta rusa, no se molestaría en la hora y tan solo lo disfrutaría como día libre. Me detuve en una banca y estiré, solo necesitaba hacer eso y podría ir a su casa, tomaría una ducha y luego vería películas.
– Oye, disculpa…
Mi cabeza giró y frente a mí se encontraba una mujer. Tenía puestos unos pantas y un top, ambos negros que realzaban su piel blanca, dejando a vista su estómago plano. Traía puestos unos ¿tacones? Wow, esa chica sin duda tenía un gusto por la moda bastante…curioso, pero ¿quién era yo para criticar? En su piel blanca había una mancha o bueno, tal vez un tatuaje en su hombro derecho, un pavo real bastante bonito a mi parecer. Tenía una coleta alta que sujetaba su rubio cabello, maquillaje perfecto. En fin, era una chica muy bonita una modelo con un cuerpo de infarto. Los ojos azules y suplicantes me volvieron a la realidad.
– ¿Qué necesitas?
– Necesito ayuda, estoy algo perdida aquí y no sé a quién preguntarle. Quedé con mi amigo en reunirnos en un lugar, pero aquí no hay nadie y no estoy segura si este es el lugar correcto.
Miré a mi alrededor y entonces me di cuenta que no había nadie en el parque a excepción de ellas ¿por qué no me había dado cuenta?
– Mira, es peligroso si te quedas aquí sola. Si es cerca puedo acompañarte y esperar a que tu amigo llegue.
La hermosa sonrisa de aquella mujer me hizo sonreír también. Era hermosa y se veía inocente, pero había algo que no me cuadraba, una inconsistencia, una incomodidad. Tal vez era una tontería así que dejé de pensar en eso mientras seguía a aquella mujer. Me condujo hacia una parte del parque donde solo pasaba corriendo, nunca me detenía ahí porque solían sentarse personas que no me daban buena espina. Me detuve y tomé el brazo de aquella mujer con suavidad.
– Oye, ¿tienes que encontrarte con esa persona por aquí? Es algo peligroso estar sola por esta zona.
– Ah, sí. Es solo un segundo, ven.
La rubia tomó mi brazo y me jaló…esa inconsistencia seguía ahí. Intenté hacer fuerza, pero esa mujer, por muy menuda que era me jalaba como si estuviera jalando algo que no pesara nada.
– Oye, oye. ¡Basta!
Fui paciente, lo juro. Pero llegó un momento que mi corazón se sintió desesperado. Jalé mi brazo con fuerza, liberándome. Retrocedí un par de pasos.
– ¿Sabes? Creo que mejor me voy, no puedo ayudarte.
– No, no puedes irte. Te necesitamos.
La rubia me miró y al hacerlo un escalofrío de miedo me recorrió. Esos ojos eran fríos, desprovisto de cualquier inocencia pasada y esa sonrisa se esfumó hace rato. Y esa mirada dorada… ¿dorada? ¿ella no tenía ojos azules? Retrocedí un par de pasos más, esto estaba mal, todo estaba mal aquí.
Mi inconsciente me gritaba escapa, escapa, escapa, escapa. Pero mis piernas no se movían, se negaban a despegarse del suelo, mi mente se desconectó de mi cuerpo. Para cuando la orden ya llegó a mis piernas fue demasiado tarde. Sentí un golpe duro en la parte de mi nuca, me sentí desvanecer, cuando iba a caerme alguien me cargó y todo lo demás se volvió oscuro.