CAPÍTULO 2: LA OSCURIDAD

2599 Words
Mis manos recorrieron mi cabellera mojada, y un nudo en mi garganta comenzó a formarse junto a unas ganas poco normales de llorar bajo esa lluvia de agua caliente que abraza mi sensible cuerpo que no hace más que temblar sin piedad, entender por qué me siento así es algo que no puedo, pero con los párpados cerrados suplicó y permito que mi incertidumbre fluya como el mar. Tonta al pensar que así sería porque no hizo más que empeorar, el miedo que siento. Mi piel se erizo, por instinto me rodeé con mis brazos en un abrazo fuerte, ansioso, y manteniendo mis párpados cerrados pude percibir la oscuridad abrumadora que reinó, el agua dejó de caer, dejó de sonar. Todo se sentía paralizado, o al menos eso es lo que parecía. El tic tac de un reloj sonó, pero no tenía ni idea de dónde proseguía o si de su cabeza salía. La oscuridad parece una masa espesa que solo se extiende y aunque no quiero, así lo siento. ¿Esto es real? La oscuridad se siente tan aplastante que por un instante creí que me iba a matar cuando menos lo imagine. Di dos pasos muy despacio hacia adelante y aunque temía que me trague, seguí andando. El frío me congelo, me paralizó. —¿Ya terminaste? La puerta se abrió y la oscuridad se disipó, ¿acaso eso era normal? Mi corazón se aceleró, pero la voz de mi mamá se escucha tan fuerte por encima del agua que agradecí porque me saco de donde sea que provenga esa oscuridad. Agradecí nuevamente en silencio y finjo seguir enjabonando mi cuerpo, aunque ni siquiera sabía dónde me quede antes de entrar a esta cosa extraña. Llevo ambas manos a mi corazón para poder tranquilizar la ansiedad que recorre mi cuerpo de pies a cabeza. —Llegó Miguel y Valentina, si sabes que ya están por venir porque no te alistaste antes. Siempre tienes la mala costumbre de dejar tirada a las personas, rápido. ¡Rápido, Georgi! Sin decir mucho más que lo mismo, cerró la puerta y terminé de quitarme el jabón del cuerpo antes de salir hacía mi cuarto envuelta con mi toalla. No tengo idea de que sucedió, pero al menos ya todo está bien. ¿Cierto? Podía escuchar a mi mamá como se excusaba por mí y aunque debía ser rápida, deseaba salir corriendo donde ella para aferrarme en busca de una pizca de paz mental. Mi mamá con un solo abrazo, o una palabra me hace rabiar o estar en paz, pero ahora mismo es imposible ir en su búsqueda para esta porción de tranquilidad que necesito. La ansiedad de Valentina la puedo sentir a kilómetros, y por un momento todo el miedo de hace un rato se disipó, en su lugar dejó una sonrisa que ni por casualidad la escondí al verme al espejo de cuerpo entero que ocupaba una de las esquinas de mi habitación. Me veo natural. Me veo hermosa. Ni siquiera sé porque estoy sonriendo por eso, pero decido no juzgarlo, señalarlo ni preguntar un por qué. —Tía, prefiero un jugo —de un brinco me di vuelta hacia la puerta que ya estaba abierta con Valentina dentro, apresurando el paso a mi dirección con tanta prisa que no me permitió preguntar o un hola si quiera dar. Al menos estoy vestida y agradezco esto—. Tengo demasiado que contarte, ¿por qué no atendiste el teléfono? —por inercia moví mi cabeza despacio en negación, sin saber que responder porque regresé tan tarde que no me tome el tiempo para revisarlo ni por un segundo en la noche anterior—. Porque no me llegó ni un mensaje si quiera —opte por quejarme, es mejor que decir la verdad y someterme a un cuestionamiento. Me alejé en dirección al espejo para alisar la falda del vestido y volver de nuevo hacía mi mejor amiga, estiro mis manos en su dirección en lugar de tomar sus manos para tirarla hacía mi como ella lo hace al tomar mis manos, gracias al cielo estaba la cama porque tiro de mi tan fuerte que caí encima suyo. Pero con rapidez rodé para quedar justo al lado de ella. —Me despeinas. La empujo con mi diestra y ella en lugar de reírse, pegarme o insultarme se acomodó de costado. Su actitud es nueva, me gusta así pero no celebro demasiado más que una sonrisa. —Anoche salí con Mateo después de tanta insistencia, me llevó a bailar, bebimos y me insinuó que le gusto —mis ojos se ampliaron y el rostro de Valentina se transformó a pura incertidumbre. Me acomode en la misma posición que ella, mi mano se precipitó a su hombro que apretó en consuelo—, pero yo no supe que responder porque es amigo de Juan Carlos —su mirada que estaba en sus manos subió hasta mi rostro, enfatizando con su mano libre el nombre de quien fue su ex-pareja— ¿Te imaginas si se entera que estoy saliendo, bese, o algo parecido a su amigo? No me lo quiero ni imaginar —exhalé un suspiro largo, asentí muy despacio con la cabeza en negativo sin emitir ni una sola palabra—. Entonces rechace lo que sea que quiso conmigo, por supuesto se sintió tan mal que el idiota ni siquiera me llevo a casa porque me dejo tirada. Valentina hizo una mueca indignada, la imite y exhale un suspiro largo, audible. —Oye, pero no entiendo porque aceptaste salir con él si ya te habías negado tantas veces —refute, pero antes que ella pudiera decir algo la puerta de mi habitación se abrió con mi madre con el ceño fruncido—. Miguel las espera, ¿van a salir o ya no? Miguel asomo la cabeza por el marco de la puerta, mis ojos se encontraron con los suyos y aunque deseaba acercarme a saludar, lo evite. Valentina se movió para ir directo al espejo para arreglar su cabello, mis ojos se volvieron nuevamente a Miguel, y saludarlo con una mano. Te amo, leí sus labios, pero en lugar de responder me removí para caminar directo al lado de Valentina para terminar de alistarme de una vez por todas. —Ya estoy terminando. Mi mamá también estaba ahí, justo al lado de Miguel. Vi sus ojos mirarme por su reflejo en el espejo, hizo un ruido burlesco que me irritaba porque sabía que yo me tomo mi tiempo, aunque al final sea un problema que una solución. —Apúrense que necesitan irse antes de que se les haga tarde. Mi madre no tardó en irse y aunque no me gusta aceptar que tiene razón, la tiene. Ya el reloj marcaba las cuatro, ya era tarde para ir a comer que se supone que era el plan de hoy para después ir a la casa de mi novio a mirar películas, bailar o cualquier otra cosa. En definitivo las cosas que hemos planeado puede que no la podamos realizar por mi tardanza, inclusive puede que me hagan un berrinche por tomarme el tiempo, como siempre lo hicieron, pero a estas alturas ya no me importa ya. Miguel se acercó rápido para dejar un beso en mi mejilla y abrazarme por la espalda, apenas me volví para dejarle un beso en la mejilla, acariciando con la yema de mis dedos, sus manos. —Tenemos una hora para llegar al restaurante. —¿A dónde vamos a ir a comer? —pregunté. —Yo quiero ir a bailar —contestó Valentina. —Ayer dijeron que querían ir a comer —Miguel se movió, cambiando el peso a su pierna izquierda antes de dejarse caer en el borde de la cama—. Vamos a comer. —Pesado. Valentina me miró en el reflejo del espejo con ese gesto burlesco que me hacía reír, por supuesto no pude aguantar la risa y aunque no quise me recargue en el cuerpo de mi amiga que me sostenía. Miguel dejó caer la cabeza hacia atrás con un ruido espeso que me hizo volver a su dirección resistiendo el aliento. —¿Ya tienes hambre? Valentina no demoró en romper el silencio con otra exhalación ruidosa, y otra se filtró de los labios de Miguel, podía sentir su frustración, pero me limité a no decir nada. —No. Miguel se quedó en silencio un segundo. Di un par de pasos hacia él, alcanzando su rostro con mis manos y acariciar sus mejillas con las yemas del pulgar con la intención de calmar su frustración, un beso le di a cada lado de sus mejillas y una nueva en la punta de su nariz, a la que arrugo, apretando las manos a los lados de mis caderas. —Bueno sí, tengo mucha hambre. Las manos de Miguel descendieron a mis caderas, y una sonrisa se dibujó en sus labios, yo imite su sonrisa y acaricie su cabello aplastando su rostro en mi pecho. —Entonces, vamos ya. Me volví en dirección a Valentina que ya estaba caminando hacia la cama para tirarse de espaldas haciendo ruidos de queja, llamando nuestra atención. No. Mi atención. ¡Mi atención!, una cría es lo que parece al portarse como lo hace. Mire a ella fijamente con las cejas alzadas y los labios torcidos. No me gusta ni un poquito su actitud, pero tampoco podía decir nada porque los caprichos, y berrinche están por comenzar, algo que no quiero tolerar ni por solo un segundo. Sin titubear sujeté las manos de Valentina para alzarla de un tirón fuera de mi cama. —Es hora de irnos, cariño. —No quiero, necesitamos hablar de Mateo —hizo una pequeña pausa, tirando de mi mano—Lo necesito. —Podemos hablar de él en el camino, te quedas en casa o yo me quedo contigo. Valentina movió la cabeza en negativa y comenzó andar hacia la puerta que abrió de un tirón, sin voltearme a mirar salió por la puerta, la seguí mientras que Miguel cierra la puerta de mi habitación y se frente junto a mi madre que comienza a cuestionar los planes que había creado para nosotras. Me moví con rapidez hacia mi amiga, tomando su mano para guiarla hacia la puerta, despidiéndome de mi madre después que mi novio y mi amiga lo hicieran. —Me volvió a escribir —protesto Valentina. Ignoré por un momento a Valentina que camina hacía la camioneta de Miguel y se sentó en el asiento del copiloto, por obviedad me molesto un poco, sabía que lo hacía por molestar, pero mi novio tenía otros planes porque se puso enfrente mío, rodeándome con sus brazos, sin chistar rodee mis brazos en su cuello antes de precipitarme para dejar un par de besos en sus labios. —Hola, mi amor. Te extrañé mucho. Se alejó solo un poco con una sonrisa en sus labios, su pulgar acarició mi mejilla mientras que una sonrisa se dibujaba en sus labios, imitando su sonrisa me puse de puntitas para alcanzar nuevamente sus labios en pequeños besos. —Amor... Despacio mis labios se cerraron, revise su rostro incómodo y la oscuridad de sus ojos que no me dejaban de observar con desaprobación. Y es que no entiendo, no entiendo su actitud tan cambiante. Tan errática. Sé porque es, no tolera mucho tiempo los intercambios físicos, pero no me importa porque me encanta. —Lo sé, lo sé. —No lo tomes a mal, cariño —sus gestos se suavizaron, sus manos tomaron mi rostro y volvió a besarme, suave pero cariñoso, la otra mano rodeó mi cintura para acortar distancias. Mis manos se aferraron a él con tanta fuerza que los labios de Miguel formaron una sonrisa media incómoda—Amor... —Lo siento. Valentina comenzó a tocar la bocina del auto, y haciendo una mueca estiré mi cuello para poder verle por encima del hombro de mi novio, enojada le hice un gesto que determina una advertencia, pero no me hizo caso, porque sigue tocando la bocina. —Ya vamos —se volvió Miguel a ella para hacerle un gesto que solo una última vez tocó la bocina—, y esta es otra razón por la cual no podemos estar aquí. —Ya sé, pero te extraño. —Me va a dar diabetes, y moriré por tu culpa. Lo empujé despacio después de reírme, pero él sostuvo mis manos de su cuerpo para llevar sus nudillos a sus labios y dejar pequeños besos que me hicieron reír. —Te quiero. —También yo, mucho. Pero es hora de irnos antes de que pida a Zeus que le tiré un rayo a Valentina. —Sería irónico, pero no, por supuesto que no. —Lo haré si seguimos aquí. Lentamente asentí con mi cabeza y lo dejé ir. No voy a negar mi disgusto ante su desinterés de afecto público, es molesto, pero me tranquiliza que tiene sus momentos románticos, esos que me hacen amarlo, otras odiarlo. Toqué con mis nudillos la ventana del copiloto, inclusive le abrí la puerta para que se baje, pero no le dio la gana de moverse, desee bajarla de un tirón, pero sabía que traería disgustos así que evite hacer cualquier cosa más que sentarme en el asiento de atrás. Empuje su cabeza con suavidad y Valentina no demoró en reaccionar porque la mitad de su cuerpo ya estaba contra mí, despeinado lo que había hecho con mi cabello. —Basta, me rehusó a sentarme atrás. Un día que lo hagas tú, daño no tendrás —me refutó. —Me debes una hamburguesa. —No, claro que no. Miguel encendió el auto y después la radio, subiendo el volumen de tal manera que solo nos concentramos en la canción que Valentina de inmediato decidió cambiar, la pelea comenzó apenas la música cambió. —Un día de estos dejarás de salir con nosotros. La advertencia de Miguel parecía en serio, pero Valentina en lugar de responder se limitó a escribir en su teléfono con una mueca que puedo ver por el espejo retrovisor. Mi teléfono se encendió y el nombre de Valentina se veía por encima del fondo de pantalla de mi novio con una sonrisa. Val: [17:17, 2/05/2021]: Tu novio es un imbécil, ¿de verdad quieres casarte con él? Apreté los labios, resistiéndome a responderle, pero más mensajes de ella llegaban: Val: [ 17:17, 2/05/2021]: Va terminar por botarte. Val: [ 17:17, 2/05/2021]: Te será infiel con la primera o primero que se le cruce. Val: [ 17:17, 2/05/2021]: Yo no entiendo, ¡que haces ahí!, es un... ¡IDIOTA! Miré hacía la ventana después de bloquear el teléfono, y enfocarme en cualquier cosa menos en los comentarios irritantes de mi amiga. ¿Acaso importaba?, yo lo quiero en mi vida sea como sea. Y aunque no debería, me quito las ganas de hacer algo el día de hoy. Es una egoísta, y creo que ya no me apetece ser su amiga, pero me es imposible volverlo realidad porque no sé qué es lo que debo hacer para cortar nuestra amistad, o pedirle que al menos pueda cambiar. No soy quien para decirle que su actitud idiota me hace daño, pero es tedioso lidiar con esa personalidad suya tan dominante, tan aplastante. Tal vez un poco de distancia nos haga bien, o tal vez rompa el vínculo entre nosotras, aunque, ¿vale la pena? Creo que no, pero es que tampoco merezco su destructiva actitud hacía mí. No sé qué hacer.
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