“Lo lamento Brianna… hoy tampoco puedo ir a verte”, me envió un mensaje de voz mi novio, suspiré bajando la vida ya acostumbrada a ello.
Aunque hoy, era diferente, era nuestro aniversario.
“Esta bien… no te preocupes…”, comenté con los ojos llorosos y el me escribió:
“Mañana iré a verte sin falta, te amo”, al escribir eso, lo leí muy falso.
Días habían pasado sin que en mi cabeza pudiera comprender lo que realmente estaba ocurriendo. Miré a mi alrededor y al frente, dándome cuenta de que mi vida entera había dado un giro inesperado. Volví a mirar al frente con nostalgia, esperando verlo llegar, pero eso nunca sucedió. Esa tarde me había preparado y había puesto mi mejor vestido, pero él no llegó puntual como siempre, ni siquiera con quince minutos de retraso. En ese momento bajé la mirada con los ojos llenos de lágrimas, tratando de convencerme de que no seguiría llorando por su tonta ausencia. Sin embargo, era difícil de aceptar. Habíamos sido novios durante cuatro años y poco a poco nuestra relación se había desgastado hasta un punto crítico. Él ya no apreciaba mi compañía como antes, y eso me rompía el corazón.
Durante todo el tiempo que estuve esperando su llegada, mi corazón se desvaneció poco a poco, hasta que los cristales en él se volvieron demasiado filosos para mí. Caminé con nostalgia, observando cómo las agujas del reloj avanzaban inquietantes. Finalmente, llegué a mi habitación, dejé caer mi cuerpo y cerré los ojos. No sabía por qué, pero me sentía muy inquieta. Los días pasaron y se volvieron eternos, llenos de ansiedad. Siempre esperaba que él apareciera, pero eso nunca sucedía.