Todos nos reunimos en el colegio esa misma tarde del 24 de septiembre, luciendo bastante apesadumbrados por todo lo que estaba pasando, es que era algo que nunca había pasado antes, al menos no que yo supiera. Hiro se acercó a mí con sigilo y me sorprendí por alguna extraña razón. También me sentía un poco mal, porque desconfiaba de él, dado que lo había visto la noche anterior con el profesor. ¿Cuánto tiempo estuvo con él?
—¿Soñaste con él? ¿Soñaste con su muerte? —Recordé lo que le había dicho la otra vez, no profundicé mucho e intenté no sonar lo suficientemente loca, muchas personas tienen sueños que predecían cosas, ¿no?
—¿Y si fuera así? —le pregunté.
Él me miró fijamente, sin saber cómo proseguir en la conversación que yo deseaba nunca hubiera empezado.
—Te vi anoche con el señor Stevenson —le dije y esperé alguna reacción por su parte.
—Anoche nos encontramos, ¿eso es un problema? —dijo confundido. —Espera… —vi enfado en su expresión —. ¿Estás sospechando de mi? —preguntó ofendido y yo no dije nada —. Como sea, la policía lo sabe y eso es suficiente. No necesito darte explicaciones —, dio media vuelta con una nueva expresión, lucía herido por mis palabras, y entonces se marchó.
—¿Estás bien? —Peter preguntó de camino a mi casa, se había ofrecido a acompañarme como todo un caballero al verme tan decaída —. No estés triste, no me gusta verte así —se acercó más a mí y tomó mi mano.
—El señor Stevenson… Simplemente no lo entiendo —dije.
—Si, era un buen hombre, aunque nunca haya sido bueno conmigo… Creo que yo no le agradaba.
—Bueno, supongo que no debiste haberte copiado de Ben —lo regañé y reí por su expresión consternada.
—¿Tus padres están en casa? —preguntó y yo negué.
—Solamente mi abuela —añadí.
—¿Crees que le molestara si me quedo un rato? —preguntó y me sorprendí, entonces con una gran sonrisa le dije que de seguro podría quedarse tanto como él quisiera.
Muy poco después llegamos a mi casa y me sentí nerviosa de inmediato; pero, tomé la decisión de que simplemente actuaría como si nada y por nada del mundo lo llevaría a mi habitación. Por ello, nos quedamos en la sala de estar y terminamos viendo una película que pasaban en la televisión. No vi a mi abuela por ninguna parte y concluí que estaría tomando una siesta. A mitad de la película la abuela bajó y nos encontró muy concentrados en la mejor parte, y demasiado cerca para su gusto.
—¿Quieren algo de comer? Hare unos pastelitos los dos nos volvimos a ella, muy interesados —. Supongo que eso es un si.
Cuando terminamos la película nos reunimos con mi abuela en la cocina y comimos unos dulces pastelitos con leche, me sentí como si fuera una niña de nuevo y me pregunté si Peter sentiría lo mismo. Ella no dejaba de mirarnos con una sonrisa llena de suficiencia; pero, podía notar en sus ojos que había algo más. El teléfono móvil de Peter interrumpió el momento y él se disculpó antes de retirarse a la sala para contestar, fue ahí donde noté que mi abuela lo miraba con mucha atención.
—¿Es el hijo de Mónica y Joseph? —dijo con tono serio —. No importa… —dijo al verme confundida, realmente desconocía el nombre de los padres de Peter —. Debes tener cuidado con ese chico, Cariño —la miré sorprendida —. El chico no me parece confiable. No me mires así, sé lo que digo y deberías prestar atención. Estar cerca de esa familia nunca trae nada bueno y aunque parezca un buen chico, puede que Peter no sea diferente. Créeme, hay toda una historia que se remonta a su padre y su tío, dos hermanos nefastos —me sentí un poco incomoda y no supe qué decir ante aquello; pero, me negaba a creer que Peter no fuera una buena persona; sin embargo, no iba a discutir con mi abuela.
Salí de la cocina apenas vi una oportunidad y encontré a Peter cerca de la puerta con una mirada extraña, no me notó hasta que estuve a su lado.
—Debo irme —dijo con firmeza.
Me preocupé en ese momento, ¿y si había escuchado a mi abuela?
—No te preocupes, no es nada malo. Mi madre llamó y me pidió que fuera a casa, con todo lo que está pasando no quiere que me quede afuera hasta muy tarde —explicó —. ¿Qué tal si… salimos el viernes? Podemos simplemente caminar un rato y…
—Me encantaría —dije, aliviada de que no fuera lo que pensaba.
Peter se marchó luego de una corta despedida con mi abuela, lo vi irse con una sonrisa; pero, sus hombros lucían decaídos. Yo lo ignoré, no sabía que le habría dicho su madre, simplemente esperaba que todo siguiera con normalidad.
—¿Me ayudarías a hacer la cena? —preguntó mi abuela y estuve de acuerdo —. Lo siento, tal vez estoy siendo una anciana tonta interponiéndose en el amor joven… —me miró con un niño al hacer una travesura.
—Solamente te preocupas porque no rompan mi corazoncito —bromeé y la abracé —. Sin embargo, tengo curiosidad… ¿qué quisiste decir con…? —no estaba segura sobre si debía preguntar.
—Oh, eso, no debí haberlo mencionado —dijo pensativa —, lo que estoy a punto de decirte no debes comentarlo con nadie, no es bueno hablar de ello, se supone que ya quedó en el pasado.
—Está bien.
—Hace un tiempo, los hermanos Blake, el padre y el tío de Peter, eran muy nombrados en el pueblo, empezaron haciendo travesuras inofensivas hasta convertirse en los delincuentes del lugar. Los llamaban, los gemelos del infierno, nada bueno sucedía cuando estaban cerca y entonces, un día se mudó Mónica, tu madre solía quejarse de lo bonita que era, como también de su personalidad altanera. Los dos gemelos también se fijaron en ella…
—¿Qué sucedió entonces? —pregunté impaciente.
—Una gran tragedia, se dice que los dos gemelos peleaban en casa sobre la paternidad de Peter cuando comenzó el incendio, en el que uno de ellos murió.
—Espera, ¿la paternidad…?
—Nadie sabe de quién de los dos es hijo, además, el incendio está rodeado de misterio y… eso es todo, no vayas a decirle nada de esto a Peter, es un asunto muy delicado —me advirtió.
Esa noche cocinamos un poco de pastas a la boloñesa y esperamos hasta que mi madre y Joe llegaron, fue una de las mejores noches que tuve en mi vida, y fue también la última. Sabía que la burbuja estallaría en cualquier momento, simplemente no pensé que el estallido me derrumbaría de golpe.
No podía dormir, no importa cuánto lo intentara, simplemente me revolcaba en la cama y apartaba las mantas de vez en cuando. Al final, me rendí a eso de las tres de la mañana y baje a la cocina por un poco de agua. Al bajar, escuche vasos moverse y una lucecita proveniente del refrigerador. Cuando estuve en la puerta, vi su cabeza girar, alejando la vista de la comida congelada.
—¿No puedes dormir? —pregunté.
—¿Te desperté borreguito? —preguntó Joe al mismo tiempo.
Nos reímos silenciosamente y negué con la cabeza.
—Supongo entonces que los dos no hemos podido dormir —concluyó —. Siento no estar alrededor últimamente, han sido… días difíciles —lo vi regresar una botella de cerveza a la nevera y cambiarla por leche mientras me hablaba.
—Lo sé, entiendo —dije.
—Saca las galletas, muero por un poco de azúcar. Sabes dónde las esconde tu abuela, ¿cierto? —compartimos una sonrisa de complicidad y fui directo a la despensa donde se guardaban los granos —. No sé porque nunca se me ocurrió —comentó al verme —. Ah, también siento mucho lo de los vasos, no volveré a dejarlos tan fuera del alcance para ti —dijo refiriéndose a mi último accidente.
—No fue tu culpa, debí ser más cuidadosa —no lo miré, preferí concentrarme en sentarme para comer en el mesón de la cocina.
Joe nos sirvió leche a los dos y yo sitúe las galletas entre nosotros, vi que había dejado su teléfono encendido como una linterna para iluminarnos. No era una buena idea encender las luces de la sala de estar o la cocina, puesto que a mi madre le encantaba dormir con la puerta abierta y cualquier destello de luz podía despertarla, más aún porque su habitación estaba cerca de las escaleras.
—¿Pasa algo? —me preguntó Joe después de terminar su primera galleta de chispas con chocolate.
—Joe… —me le quedé mirando por unos segundos —. ¿Qué harías si supieras que algo malo va a pasar…? —, no se me ocurrió como terminar aquella oración —. Olvídalo —sacudí mi mano, restándole importancia a lo que estuve a punto de decir.
—Imposible, ahora como podre dormir si estaré preguntándome sobre lo que estabas por decirme —dijo dramáticamente y le sonreí de vuelta.
—Tengo miedo —dije de golpe y él me miró un poco más serio —. ¿Como se supone que detengas algo que va a suceder, si no tienes el poder suficiente para hacerlo? —pensé en voz alta —. No creo ser la indicada… —terminé con una largo suspiro.
—¿De qué estás hablando? ¿Es sobre un chico? Escuche que sales con uno llamado Peter —me miro de reojo y me sonrojé de inmediato.
—Ya van dos en un día —susurré —. Por favor, no me digas que ya revisaste todo su historial y quién sabe qué más.
—Claro que no, con lo ocupado que estoy… —me sentí aliviada —. Simplemente le ordené a alguien que lo hiciera y luego me diera el resumen —sonreía con malicia.
Me sentí frustrada y un poco enojada, dejé caer mi cabeza sobre la mesa mientras lo escuchaba reír. Nos detuvimos cuando la luz se encendió de repente y fuimos descubiertos por mi madre, quien tenía sus manos sobre sus caderas y nos miraba con una de sus cejas enarcadas.
—Mamá… —dije.
—¿Sabías dónde escondía las galletas? —me miró con un gran cambio en su expresión —. No importa, ¿qué hacen despiertos a esta hora? —regreso a su expresión de acusación —. Tu debes trabajar y tu tienes colegio mañana —su dedo índice fue de uno al otro.
Los dos nos miramos y luego de asentir nos levantamos al mismo tiempo, limpiamos toda la evidencia, escondí de nuevo la bolsa de galleta y seguimos a mi madre a las escaleras. Cuando posé mi cabeza sobre la almohada caí dormida al instante, pero la inquietud se hizo presente hasta en mis sueños. Estuvo allí incluso cuando llegó el viernes y salí con Peter, olvidando por una hora que el mundo podía ser un lugar terrorífico mientras sujetaba la mano del chico que siempre me había gustado. Fuimos a la sala de juegos, jugamos en las máquinas y Peter ganó un gran oso de peluche azul para mi. Entonces, cuando regresé a casa deseé con todas mis fuerzas que todo fuera normal y no volviera a soñar con un futuro solitario.
Pero nadie escucho mi deseo.