Capítulo 1

2657 Words
La verdad era que Kel no quería estar allí, antes hubiera preferido morir a tener que seguir un solo minutos más dentro de aquel aeropuerto. La silla en la que estaba sentado era cómoda, sí, pero con aquel chico pasado de peso le era imposible mirar otra cosa que no fueran las gotas de sudor que caían por todo su cuerpo, muy similar al sudor que recorría su cuerpo y se asqueó por tener que esperar un día de verano en un aeropuerto, se ventiló a sí mismo sintiéndose pegajoso y asfixiándose al sentir cómo las gotas de sudor resbalaban por su sien y cuello, también podía sentirlo en su espalda. Odiaba el verano, pero su odio esta vez estaba dirigido al tener que estar aquí. Su pie se movía por su incomodidad y Kel tronaba sus dedos cada que podía, quería irse de allí, volvió a mirar a su alrededor para darse cuenta que no era el único que sufría de este abismal calor. Había escuchado que debido a las altas temperaturas el aire acondicionado del aeropuerto se había averiado y no pudo pensar en que su mala suerte no podría empeorar. Rápidamente fijó su vista en sus converses nuevos, uno de ellos ya tenía una mancha y se detuvo un momento a pensar en cómo había llegado hasta él, y cuando agotó cada una de sus teorías, Kel alzó la vista de nuevo cuando su móvil sonó. Era un mensaje de su padre diciéndole que en unos segundos más un auto n***o llegaría por él. Y en efecto, dicho carro se posó frente a las puertas del aeropuerto y Kel tomó sus dos maletas para comenzar a caminar hacia ellos. Aunque no sabía quién estaba dentro, ¿también estaba su padre? No, claro que no, él no se tomaría semejante molestia. —¿Es usted Kel Stone? Kel alzó una ceja divertido cuando el chofer le miró inseguro, se cruzó de brazos y se dio un repaso también de su vestimenta. Sonrió burlón y se mordió el labio inferior, aquel chico era tremendamente apuesto. —Sí, él es Kel. El chofer desvió la vista de él hasta la ventanilla del auto, Kel hizo lo mismo y se encontró con una mirada negra y vacía, volvió a alzar una ceja divertido y se mordió el labio. Pensándolo bien, le agradecía a su madre por haberlo mandado a la casa de su padre a pasar las vacaciones de verano, volvió a fijar la vista en el chofer que se agachaba para recoger sus maletas y miró que tenía buen trasero. ¡Gracias Dios! —Yo soy Kel —dijo risueño y volvió a pasar su mirada por ambos chicos, conocía a uno, pero al chofer no, pero no importaba, lo iba a conocer dentro de poco—. ¿Y vienen a recogerme? —Tu padre me ha mandado, lamentablemente le ha surgido una reunión y no ha podido asistir —el joven de mirada negra y cabello rubio salió del auto y Kel repasó su cuerpo, seguro y debajo de aquella vestimenta había un cuerpo trabajado y volvió a morder su labio cuando pensó en aquello—. Un gusto, Kel, soy Ross King. —Un placer, King. King, digno para un chico como él. Kel estrechó su mano y sintió una corriente eléctrica pasar por todo su cuerpo, miró la mano de Ross y lentamente bajó la suya, ¿Qué había sido aquello? —Y él es Tony, a partir de ahora será tu chofer personal. A Kel le brillaron los ojos cuando escuchó aquello, ¡De nuevo, gracias Dios! Se giró de inmediato y sonrió pícaro cuando el chofer le sonrió de la misma forma, ¡Bien! Era de los suyos. —Un gusto, Kel Stone —sonrió burlón y estrechó su mano, Tony hizo lo mismo y Kel se aseguró de acariciar sus dedos cuando bajaron sus manos, acción que pintó de un ligero tono rosado las mejillas del chofer. Un chofer más bueno que una dona con glaseado para él solito, bien, ya comenzaba a amar sus vacaciones de verano. Pero había algo que no le gustaba, Kel se giró lentamente y miró a Ross, el chico le miraba con desconfianza y con los puños apretados, como si lo estuviese matando mentalmente, Kel se cruzó de brazos y siguió con su vista al joven chofer, Tony colocó sus maletas en la cajuela y justo cuando se iba a agachar para recoger aquel viejo estuche que contenía a su preciado último regalo, Kel lo tomó y Tony le miró desconcertado. —Esto no se toca —dijo y se lo colgó del hombro—. Es algo personal. —Entiendo, lo siento. —No importa. Ross abrió la puerta del auto y entró cuando Tony se dirigió a su lugar, Kel por otra parte les lanzó una última mirada a las personas que seguían muriéndose de calor y entró también al auto. Durante todo el trayecto, Kel se la pasó mirando por la ventanilla del auto la ciudad, nunca había estado aquí, de hecho, no había estado cerca de su padre desde hacía diez años, cuando al cumplir sus seis años su padre se fue y nunca más volvió. Kel aquél día había estado esperándolo, recordó que salía cada diez minutos a la entrada de la casa para mirar si su auto venía pero jamás lo hizo y al día siguiente tampoco, y el que le siguió. Pasaron semanas, pasaron meses y al final años pero su padre jamás regresó, le había abandonado, le había mentido y traicionado. Y ahora Kel lo iba a volver a ver, ¿qué tenía que decirle? ¿Debía correr hacia sus brazos y pedirle su regalo de cumpleaños? ¿Le debía pedir aquél regalo que le prometió? ¿Siquiera seguía a la venta o lo recordaba? Kel tenía muchas preguntas pero más que eso tenía un profundo resentimiento debido a que durante todos estos años nunca entendió muy bien por qué su padre lo abandonó, mucho menos soportaba saber que el hombre estaba triunfando en el mundo laboral, tenía entrevistas exclusivas, daba charlas motivacionales a los jóvenes y usaba r************* como cualquier persona normal. ¿Entonces si tenía todos los medios por qué nunca le mandó al menos un mísero mensaje? No pedía mucho, algo como “Hola hijo, te mando una pensión para rellenar el vacío paternal que dejé en ti cuando te abandoné”. Pero nada, Kel jamás recibió ni una señal de humo. Según su madre, su padre la había contactado semanas antes para decirle que quería pasar tiempo con él, la verdad Kel no le hallaba gracia a todo esto, ¿por qué su padre querría verlo si él mismo había decidido alejarse de él? Además... ¿en qué pensaba su madre? ¿Acaso no le guardaba rencor o lo odiaba por haberla dejado sola con su hijo? Las calles de la ciudad poco a poco se fueron acabando, hasta que entraron en una colonia y lo único que pudo apreciar fueron casas pequeñas que conforme avanzaban se hacían cada vez más grandes, hasta que las casas desaparecieron y sólo quedó una. Una mansión tan grande como un castillo. El portón dorado se abrió antes de que el carro pudiese llegar y Tony entró tan acostumbrado como Ross pero Kel no pudo evitar abrir su mandíbula por la impresión, ¿aquí vivía su padre? ¿Acaso era narcotraficante y lavaba dinero? ¿Vendía órganos o trataba con blancas? ¿Qué? ¿Qué tenía que hacer uno para poder vivir con semejantes lujos? —Bienvenido a la mansión Stone —Ross habló y señaló la gran mansión blanca. —Carajo, ¿Acaso esto puede ser real? —Kel miró a su acompañante y Ross sonrió, su sonrisa traviesa le hizo dudar acerca de su primera impresión, pero Kel contuvo las ganas de preguntarle que cuál era el chiste—. Pensé que una casa así sólo se encontraba en las películas y libros... —Tu padre ha trabajado muy duro para conseguir todo esto, Kel. —En ese caso si alguna vez me caso y tengo hijos los abandonaré al cumplir los seis para poder vivir cómodamente, una vez que viva en una gran mansión les haré llamar para que vean que nada fue en vano —rió—. Genial, ¿Ésta cosa tiene alberca o algo así? El verano… lo odio. —Sí, contamos con una. Kel no dijo nada más, con eso ya amaba esta mansión. Cuando llegaron a la mansión, Ross rápidamente bajó y se encontró con un hombre mayor, Tony también bajó pero él se quedó dentro del auto a contestar unos que otros mensajes de sus amigos, algo sobre lo traidor que había sido al abandonarlos. No era su culpa, en primer lugar. Él ni siquiera quería ir a pasar las vacaciones de verano a casa de su padre, le tenía gran coraje y rencor, le frustraba saber que era tanto su poder que podía irse y meterse en su vida cada que le diese su gana, primero lo abandonaba, después le obligaba a ir a su casa. ¿Qué rayos pasaba por su mente? —Muy buenas tardes, joven Stone, su padre lo espera dentro. El hombre de unos sesenta años le abrió la puerta y Kel no tuvo más remedio que asentir lentamente y bajó del auto, no sin antes tomar el estuche que contenía a su último regalo; su violín. Su padre se lo había regalado cuando había cumplido cinco años y aunque aún era un violín de tamaño grande para él, Kel lo atesoró con toda su alma, le gustaba tocar el violín, pero desde que su padre se había marchado lo había tocado muy poco, es más, se podría decir que sólo lo necesario. Y eso era cuando su profesor de música decidía que para pasar el módulo debían tocar algo en vivo. Después pasar esa clase, Kel lo desechó totalmente y nunca más volvió a tocarlo así que pensaba que si hoy en día lo intentaba terminaría rompiendo las cuerdas, además de que el violín era muy pequeño para él. —¿Desea que le ayude con sus pertenencias? —el hombre anciano preguntó. —No gracias, puedo yo solo... Ross se encontraba parado justo en la puerta, Kel miró su traje y se dio cuenta de que también era muy apuesto en persona, normalmente en las revistas parecía sacado de alguna mente chiflada de alguna adolescente en busca de su hombre perfecto. Pero daba el caso de que Ross sí era perfecto, tanto que lo comenzaba a irritar. Por otro lado Tony estaba como Dios mandaba; hecho un dios griego, ¿por qué alguien como él trabajaba de chofer si podía tener un empleo como modelo fácilmente? La vida y sus razones siempre serían una incógnita para él. Las grandes puertas de madera se abrieron ante él y Kel entró en aquella mansión cuidando su reacción ante aquella casa de ensueño, pero no tuvo la oportunidad de seguir apreciándola ya que un hombre alto y un poco robusto atrajo toda su atención. Kel miró de arriba abajo al hombre que tenía delante de él, su cabello canoso estaba peinado hacia un lado, su traje azul marino y corbata roja estaban en perfecto lugar, Kel miró sus grandes manos con anillos gigantes y recayó por fin en aquellos ojos azules, eran tan azules como el mismísimo océano. Se cruzó de brazos y dejó caer de mala gana aquella pequeña maleta que traía consigo. —Espero que estés feliz —Kel se mordió la lengua para no decir lo que realmente quería decirle a su padre—. Me has arruinado mis vacaciones de verano. —Hijo... —¡Vamos! ¡No me salgas con estupideces! ¿Qué carajos quieres? ¿Piensas que puedes verme cuando quieras sólo por tener dinero y el poder suficiente como para meterle a mi madre una demanda que ganarás? Sólo dime qué quieres de mí, déjame en paz. Y listo. Su padre le miró dolido, Kel tragó saliva y se mordió el labio para que éste no temblara, no sin antes desviar la mirada, ¿por qué tenía que ser tan explosivo? Odiaba no poder controlar su enojo. —Lamento todo esto, Kel. No te pido que me perdones, sé que hice mal, sé que te abandoné y que rompí todas aquellas promesas que te hice, pero ahora estoy dispuesto a cumplir aquella promesa que te hice aquella vez, ¿lo recuerdas? —Los unicornios no existen, papá, y el perdón... tampoco. Aquella había sido la última promesa que habían hecho, Kel había leído un artículo sobre los unicornios y tras haberle contado a su padre sobre aquellos seres mágicos, éste le había prometido salir en busca de uno el día después de su cumpleaños, pero aquel día jamás llegó y desde aquello, Kel había dejado de creer en la magia, no creía en nada que no se pudiese demostrar con la ciencia, pero lo que más odiaba de todo ello. Era que aún mantenía los pedazos de aquella promesa rota que su padre había roto tras su partida, aún creía en el día en el cual su padre llegaría a casa una vez más... Pero jamás pensó que tras verlo, en su pecho sólo se acumulara rencor y su boca adoptase un amargo sabor a dolor. —Lo sé, Kel, pero al menos déjame reponer todo aquel daño. —¿Para qué? —Kel... —¿Para qué me has llamado? ¿Con derecho de quién? —Hablé con tu madre, ella me dio su consentimiento. —Ah, ya veo... ¿Y qué métodos había usado para lograrlo? Tanto como el señor canoso, como Tony habían desaparecido desde hacía rato, sólo Ross se había quedado a presenciar aquella vergonzosa escena, Kel se encogió de hombros y metió de mala gana sus manos a los bolsillos de su pantalón, miró despreocupadamente sus converses y levantó la vista cuando su padre soltó un suspiro. —Sé que no conseguiré tu perdón fácilmente, y también sé que no puedo reparar todo el daño que te causé, pero quiero que sepas... que tuve mis motivos. Dicho eso, su padre se dio la media vuelta y se fue, Kel se quedó unos segundos parado mirando su semblante y maldijo en voz alta cuando su progenitor se perdió en un pasillo. —Eso fue un poco... duro, ¿no crees? Kel se giró de inmediato para encontrarse con aquellos ojos negros, Ross pasó despreocupadamente sus dedos por su cabello rebelde y Kel no pudo evitar que la boca se le hiciera agua, sonrió de lado, tratando de ocultar todo aquello que sentía y volvió a tomar aquella pequeña maleta. —¿A ti qué demonios te importa? —Tienes razón, a mí no me importa cómo te sientas, o cómo intentes ocultar que nada de esto te duele. Me importa sólo tu padre. —¿Y crees que a mí me importa cuán grande es tu amor por él? Ross sonrió burlón y comenzó a caminar hacia el mismo pasillo por el que su padre se había metido, se giró antes de que Kel le perdiese de vista y volvió a sonreír. —¿Que no piensas venir? Te mostraré tu habitación. —¿Por qué no me muestras otra cosa? —¿Será que se debe a que me irritan los niños como tú? —Es una lástima, me tendrás casi tres meses aquí. Kel le sacó la lengua a Ross, el rubio volvió a sonreír antes de seguir su camino hacia su habitación. Aunque a Kel le interesó más ver aquel trasero que subía y bajaba conforme subía los escalones. —Lindo trasero. —Definitivamente me irritarás más de lo que creo. —¿De verdad? Yo siento que dentro de nada vas a decir todo lo contrario.
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