IV

1349 Words
Connor.   Mientras voy camino a la escuela pública, no dejo de pensar en cómo haré funcionar mi programa. Pocos chicos han aceptado mi ayuda y eso es una pésima señal. Quizás unos diez estarán sentados en mi salón al final del día. Los otros quince se excusaron, o ya estaban visitando a algún especialista. Alguien con el título en la mano. Y nadie dejaría el profesionalismo por un joven inexperto y más nervioso que sus pacientes. Al entrar a la escuela me siento automáticamente desanimado. Las cosas no son como quería. La mayoría de mis pacientes solo tienen una leve condición de ansiedad genética, y no puedo hacer demasiado. Tres de ellos son muy sensibles, pero no veo nada grave en sus expedientes. Al final del día, cuando mi primera sesión con ellos termina, alguien entra al salón y cierra la puerta. Al voltearme veo a Charlotte Rockwell de pie mordiéndose el labio con cierto nerviosismo. Una semillita de esperanza en sembrada en lo más profundo de mi ser.   -      ¿Has cambiado de opinión? – pregunto con una sonrisa. Ella rueda los ojos. -      Dijiste que eras bueno escuchando. Y necesito un consejo – desvía la mirada – No es nada realmente importante, pero… -      ¿En qué puedo ayudar? Toma asiento – le pido. Ella asiente y se deja caer con cansancio en el pupitre frente a mí. Juega con sus dedos, y es incapaz de mirarme. -      Es algo tonto la verdad – ríe nerviosa – no debí venir – se pone de pie y yo la detengo casi desesperado. Quiero escucharla, ayudarla. Siento que es lo único que quiero hacer ahora. -      No digas eso. Por favor. Quiero ser de ayuda. Adelante. ¿Qué sucede? -      Sé que tienes que tratar cosas serias y bueno…esto es algo bobo – hace una mueca – Problemas amorosos… -      Continúa – sonrío por lo sonrojada que está -      No sé si sea un verdadero problema, y menos si es amoroso… pero, hay alguien… -      ¿Te gusta alguien? -      No. Digo, no sé. No creo. Pero… él está viendo a alguien y estoy molesta. -      Celosa – ladeo la cabeza – estás celosa. -      No – se apresura a decir – es mi amigo. Simplemente… creo que a él le gusta esta chica y no me lo ha dicho. Digo, ni siquiera me ha hablado desde ayer. Está súper ocupado con ella y eso me molesta. ¿Es normal? -      Es normal sentir atracción por tus amigos. No te preocupes – me encojo de hombros. – Y es fácil controlar los celos. Te enseñaré… -      ¡No estoy celosa! -      Déjame – río. Me agacho hasta estar a su altura y la miro fijamente. Ella parece un conejito asustado y nervioso. – Dame tus manos. -      ¿Para qué? -      Confía en mí. La veo poner los ojos en blanco y me da las manos. Su piel es suave, y cálida. Suspiro. -      Cierra los ojos. Ella lo hace, sigue teniendo esa expresión algo asustada, pero veo que sus mejillas han tomado un color normal. -      Piensa en el chico. En tu amigo. Recuerda las cosas que sabes de él. Sus secretos. Su risa, su llanto… todos los momentos memorables en la amistad que llevan. Siente su confianza en ti, siente su cariño. Recuérdalo. -      Lo veo… puedo sentirlo – sonríe levemente sin abrir los ojos. -      Ahora piensa. A esa chica la ha conocido hace poco. No ha pasado por nada importante con ella aún. No han compartido secretos, risas y llanto. Simplemente miradas y algunas sonrisas coquetas y vacías. Ella nunca podrá sentir lo que tú sientes, y él nunca encontrará en ella lo que hay en ti. No te sientas amenazada por una noviecilla de corto tiempo. Tú eres compañía de tiempo completo. -      Supongo que sí… -      Ahora, Charlotte, quiero que vayas allá fuera y salgas a divertirte. No pienses en tu amigo por un rato. Déjalo estar, tiene que vivir su vida también. Relájate, sal con algún otro amigo, y mañana hablarás con este afortunado amigo tuyo del que estamos hablado, y te comportarás como siempre. Él agradecerá el espacio, y sus lazos serán más fuertes. Una amistad mucho más poderosa e inquebrantable. Ni siquiera una chica bonita y coqueta podrá separarlos. Ella abre los ojos con lentitud. Sus largas pestañas podrían crear un huracán si quisieran. Me mira a los ojos y noto por segunda vez que ella ha creado una muralla en ellos. No quiere ser descubierta… suelto sus manos, y con el fantasma de su tacto en mis palmas me alejo de ella.   -      Gracias, Connor. -      Cuando quieras, Charlotte – sonrío. Ella se ha puesto de pie y está por salir del salón. -      Creo que sí sabes escuchar – dice casi como un susurro antes de irse. Veo la creciente sonrisa brotar de sus labios y no puedo evitar suspirar. -      Es porque la forma en la que hablas es preciosa, Charlie – digo para mí, porque sé que ella no puede oírme.     Muevo el vaso de cerveza barata que tengo frente a mí. Chris, Wenzel y Omar están riendo, no sé de qué. Estamos en un bar poco recurrido del centro, ya casi es media noche, y ellos siguen muy motivados mientras ven la repetición de un partido y charlan. Pero yo no puedo concentrarme en nada que no sea mi logro de hoy. Charlotte confía en mí. O al menos lo intenta y eso me hace tremendamente feliz. Me siento satisfecho. Ahora comprendo a lo que se refería mi madre cuando me decía: “No hay nada mejor que la sensación de estar haciendo lo correcto” Y creo que eso es lo que estoy haciendo. Lo correcto.   -      ¡Connor! -      Ah – Omar está hablándome y acabo de escucharle decir mi nombre en toda la noche. Los tres comienzan a reír. -      ¿Qué sucede contigo, rubio teñido? -      No molesten – ruedo los ojos. Chris es quien ríe ahora. -      Está distraído porque le gusta una de sus pacientes – se burla y bebe un poco de su cerveza. – Se ha teñido el cabello para conquistarla. -      ¿No te cansas de decir estupideces? – gruño. Omar y Wenzel se ríen. -      Bromeaba amigo – Chris menea la cabeza sin dejar de sonreír. – Ya escúpelo. ¿Qué sucede contigo? ¿Es Caroline? -      ¿Caroline? ¡Claro que no! No tiene nada que ver con ella – ruedo los ojos. Caroline es mi ex novia, es guapa, amable, y jodidamente sexy. Pero no pensaba en ella. Llevo días sin pensar en ella. – Es solo que estoy cansado. El programa es agotador. -      Escuchar los problemas de adolescentes raros y locos… ¿Es cansador? – se burla Wenzel. A veces me odio por tener amigos tan ignorantes y superficiales. -      No están locos ni son raros – aclaro con exasperación – Son personas con problemas, algunos serios. -      ¿Qué problema serio podría tener un niño? – se burla Omar – ¿No poder pasar álgebra? ¿Haber roto con su novia? ¿No poder combinar su ropa para encajar en la escuela? Boberías, a los quince nadie tiene problemas de verdad. Y si los tienen, es la edad. -      En momentos como estos me dan ganas de darte un puñetazo, amigo mío – me pongo de pie dispuesto a irme. No soporto escucharlos hablar como cavernícolas insensibles. – Y algunos de ellos tienen muchas más complicaciones que nosotros cuatro juntos. Aunque no lo creas, o lo entiendas. La mayoría de ellos, también, son más inteligentes que tú. Buenas noches. -      ¿Te vas? – Chris me detiene. -      Me has ofendido – dice Omar arrugando la nariz. Pero está lo suficientemente ebrio como para que le ofenda o le importe realmente. -      Tengo sueño… -      Si es por lo que hemos dicho… estábamos bromeando, Connor – Wenzel me mira arrepentido – sabemos que tu trabajo es importante. ¡No escuches al tonto de Omar! -      Ya da igual – me encojo de hombros – adiós.      
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD