Ethan
Estaba hecho un manojo de nervios, caminaba de un lado a otro en mi habitación, mi lobo quería salir de casa y buscar ese olor a fresas con moras, desgarraba mi interior al querer tomar el control, mientras que mi demonio discutía con él por su comportamiento tan salvaje.
Era normal que mi lobo quisiera correr y encontrar a su Luna, esa que tanto esperas encontrar en tu transformación, algo que me paso hace poco.
Solo quería que los dos pararan de discutir, eso me ponía muy estresado y ansioso, cerré mis ojos tomando mi cabeza por el dolor que se instaló al escuchar a los dos intrusos que no dejaban de hablar.
—¡Ya vasta!. — Grite desesperado por el ruido. — Solo cállense. — Había funcionado, los dos dejaron de discutir y sentí que ese silencio me traía paz.
Cuando abrí los ojos estaba fuera de casa en los jardines, no me sorprendí, ya que desde que tenía mi demonio me pasaba con frecuencia.
Su silencio era la confirmación de que mi cuerpo estaba experimentando muchas emociones.
El problema de transportarme era que no lo sabía manejar, solo pasaba cuando tenía una emoción fuerte, mi demonio decía que tenía que practicar para hacerlo cuando quisiera.
—Si lo intento. — Le pregunté a los dos — Si intento transportarme y aparecer en la manada.
“Conoces las reglas Ethan”, dijo mi lobo, “Pero si es para buscarla, te apoyo”.
“Estoy de acuerdo con el perro sarnoso, rompamos las reglas”.
Amorak gruño por como lo llamo mi demonio, me aleje de casa, solo pensando en encontrarla me preguntaba como sería ella, si ella ya tendría su lobo.
“Demonio arquero regresa al infierno de donde no debiste salir”.
“¡Ah!, qué tierno, creedme que prefiero estar bajo tierra que contigo”, respondió mi demonio, “te recuerdo que yo llegue antes pulguiento”
—Suficiente los dos.
Llega al final de los terrenos de mi hogar, me quede pensando en si lo lograría en que haría estando fuera, si lograría encontrarla en que si mi padre se enterrara que consecuencias tendría el desobedecerle.
Necesitaba encontrarle aquel olor de ella, se desvaneció después que mi padre salió de la casa, mi cuerpo necesitaba sentirlo, mi lobo quería poseerla, ella estaba cerca y era mía, tenía que buscarla, era una necesidad a la que no podía ignorar, cerré mis ojos para concentrarme cuando los abrí me encontraba en la cocina de la casa.
Mi cuerpo se sentía débil, estaba un poco mareado por el esfuerzo, como lo dije no sabía controlarlo, pensar en todas las cosas que me alteraban, ayudo a que me transportara, pero no a donde yo quería.
—Maldición. — Me queje tirando la vajilla que había sobre la mesa.
—Príncipe Ethan, ¿se encuentra bien?.
Una de las criadas entro y vio el desastre en el suelo, ese que yo provoque, comenzó a limpiar preocupada porque esa era la favorita de mi madre.
Mi nariz comenzó a sangrar, así que me dirigí a mi habitación.
Más frustrado que hace tiempo, me temía que eso pasara, mi madre coloco un campo de protección, hace años nadie podía salir ni nadie podía entrar si no era por la puerta principal que era rodeada por los guardias.
“Solo necesitas práctica”, dijo Dumah mi demonio, “Eres más fuerte de lo que crees”.
Me estaba volviendo loco, dos días atrás me comencé a sentir impaciente, desesperado, abrumado y eso causo que mi lobo saliera antes del tiempo.
Mi cuerpo cambió de un día a otro y estaba en un cambio constante, yo no era un híbrido cualquiera, era hijo de híbridos, nieto de híbridos, esa era mi linaje, era una cadena en esta familia, desde lobos, hechiceros, demonios, zorros, asta un pequeño conejo.
Me acosté en la cama ya cansado de esos pensamientos, mi cuerpo está comenzando a sentir los estragos de ellos.
Mi cuerpo temblaba, quería controlar lo que me estaba pasando, sin embargo, no lo logre.
Caí en la sala sobre la mesa de vidrio. —¡Carajo!. — Escuche la voz de mi padre.
Volví a la cocina donde aquella criada grito del susto, luego a los jardines no podía controlarlo, de nuevo, no sabía qué me estaba pasando y si era normal.
Me transporté una vez más a mi habitación donde caí sobre mis rodillas. — Ayúdame Dumah. —Todo me daba vueltas, mi estómago quería salir por mi boca y no podía detener el sangrado de mi nariz.
—¿Ethan?. — Escuche los gritos de mis padres y luego nada, todo era oscuridad.
El dolor se detuvo, por fin término me encontraba más tranquilo.
Un dolor insoportable, un pitido en mi cabeza y aquella luz que segaba mis ojos, como me fue posible, comencé abrir los ojos observando a mi alrededor.
—Por fin despierta. — Mi hermana Bree me abrazo con los ojos llorosos. — Pensamos que no lo soportarías.
—¿Qué me sucedió?. —Mi hermana no dejaba de llorar ni de abrazarme, jamás la había visto así y menos por mí. — ¡Hey!, tranquila, estoy bien. —Le dije dándole un beso en la frente.
—Ha pasado un mes Ethan, has estado un mes en coma, creímos que no lo resistirías, nos preocupaste mamá casi pierde al bebe y papá no ha dormido todo este tiempo, todos los días va y viene.
¿Un mes?, ¿qué es lo que me había pasado?.
No solo fue un desgaste por las emociones, fue algo más, algo que me tuvo un mes en coma.
—¿Un mes?. — Pregunte. —¿Qué me paso?.
Mi cabeza comenzaba a doler, mi corazón latía con fuerza, me sentía perdido, tenía preguntas, tenía dudas, solo quería salir y encontrar a la dueña de aquel dulce olor, ese que deseaba volver a sentir.
—¡Mi niño! — Mi madre entro con su vientre más grande, sus ojos no dejaban de llorar mientras se acercaba a mí. — Mi bebe, estás despierto. — Me abrazo al igual que mi hermana, me sentía abrumado, nada tenía sentido.
—¿Qué fue lo que me paso?. —Volví a preguntar.
—Llamaré a tu padre, salió un momento dijo que volvería temprano. — Mi madre buscaba en mis cosas y lo único que deseaba era que me respondieran.
—¿Mamá?, ¿qué me paso?.
—Bree ve trae mi celular. —Mi hermana salió corriendo de mi habitación y mi madre saco una cadena de mis cosas. — Esta medalla me la regalo tu abuela para controlar las emociones.
La coloco en mi mano dejando un beso en ella. — Mi bebe no tienes idea de cuan preocupados estuvimos.
—Lo siento mamá, pero no sé qué me paso.
—Aquí esta mamá. —Bree entro corriendo con el celular de mi madre junto a Daciana, mi otra hermana.
—¡Ethan!, papa dijo que dormías y que no sabía cuando ibas a despertar.
Mi pequeña hermana me abrazo con fuerza, ella no lloraba, tal vez no sabía lo que me había paso, solo me sonreía. — Me alegra que por fin despiertes, no te vuelvas a dormir por mucho tiempo.
—No lo haré pequeña. — Mi madre se alejó para hacer la llamada.
—Bree, ¿sabes lo que me paso?. — Estaba a punto de colapsar, no escuchaba ni a Amorak ni a Dumah como antes trate de comunicarme con ellos, pero no los encontraba, la conexión estaba bloqueada.
—Tu papá está por llegar, ya estaba de camino.
Mamá se sentó por mis pies y ahí estaban las tres mujeres que más me importaban, verlas tan triste me rompía el corazón.
—Estoy bien mamá, ya estoy bien.
Mi cabeza solo pensaba en ese día donde quería salir y buscar a mi Luna, terminando con mis fuerzas desgastando mi cuerpo.
Daciana hablaba sin parar, no es que me enojara lo parlanchina que es mi pequeña hermana, sin embargo, tenía dolor de cabeza por los las preguntas que rondaban en ellas, esas que aun mi madre no contestaba.
—Daciana, dejemos que tu hermano descanse. — Le dijo mi madre tomando a mi hermanita y saliendo de la habitación.
Me giré cerrando los ojos por el inmenso dolor, la cabeza me pulsaba, parecía que iba a estallar y de la nada el dolor desapareció.
Otra vez esa oscuridad, esa paz.
Bree
No quiero ser una princesa, esto de ser la hija del rey Alfa no es lo que yo deseo.
Quiero tener una vida normal, asistir a una escuela, tener amigos, ir a fiestas, tener novio y todo lo que conlleva.
Sin embargo, soy la segunda hija de mi padre, una princesa que se encuentra encerada en un castillo sin dragones, solo perros sarnosos o como las personas los llama licántropos.
Yo soy uno de ellos, aunque aún no estoy segura si la parte de mi madre predominara o será la parte de mi padre, mi hermano mayor es híbrido de lobo y demonio.
Odio todo a mi alrededor, excepto mis hermanos, que son mis amigos, las únicas personas con las que puedo interactuar.
Salía al jardín donde me gustaba pasar el tiempo mirando la nada con su paisaje pintoresco, esos que me imaginaba cuando el sol se escondía y la luna aparecía, era el único lugar donde me sentía libre.
Me sentaba debajo de un árbol junto a sus raíces y me quedaba ahí imaginando que sería de mi vida si hubiera nacido como una simple loba sin los títulos.
—Señorita, no es bueno que este a estas horas de la noche fuera de casa. — No tenía idea de quién era aquel hombre, eran tantos guardias que no los conocía a todos y, ya que cambiaban cierto tiempo, nunca me daba el tiempo de conocerlos a demás, mi padre les prohibía estar dentro de casa o platicar con nosotros.
Solo conocía al personal dentro de casa que no eran muchos, ¿por qué existía esa ley?, ¿por qué teníamos que vivir en anonimato?.
No podíamos mostrarnos ante la manada, era una ley muy estúpida.
— ¿Por qué?. — Pregunte con un tono prepotente, no era una persona que me sintiera poderosa y que usara mi título.
Me gustaba convivir con el personal, me llevaba muy bien con ellos, sin embargo, este era mi lugar tranquilo donde nadie me molestaba y de repente llega él a invadir mi espacio, mi voz solo salió con fuerza sin siquiera quererlo.
—Solo… em… bueno… es que… — Decía aquel hombre, note su nerviosismo y me causo gracia. — Es peligroso, señorita, su padre se molestara si se da cuenta de que está fuera, no es bueno que una jovencita esté sola cuando hay tanto peligro afuera.
—No estoy sola, tú estás conmigo. — Mi padre, me importaba un comino que se molestara, no pasaba con nosotros como lo haría un padre normal, si no fuera porque mi hermano tuvo un desgaste, él no estaría en casa.
Amaba a mi padre el que estaba en casa, no el que mantenía a la manada.
Hace un mes que ha estado más presente de lo que ha estado toda nuestra vida, ese día cuando casi perdemos a mi hermano me di cuenta de que estoy perdiendo mi vida aquí, así como mi hermano que no aguanto tanto estrés.
—Además, estoy en el jardín, no fuera de los terrenos. — Me puse de pie para verlo mejor, por la oscuridad de la noche no lograba ver su rostro.
Retrocedió cuando estaba cerca, era un joven, talvez tendría unos diecinueve o veinte, su mirada estaba hacia abajo con respeto como lo hacían todos.
—Eres muy joven para estar aquí. — No conocía a los guardias, pero estaba más que segura que la mayoría pasaba los 30, ya que su experiencia en lucha era mayor que la de un joven de menos 20. — ¿Qué edad tienes?, ¿19?.
—No, señorita, tengo 17, y estoy aquí gracias a mi padre.
—¡Diecisiete!, ¿qué no para estar en la guardia debes ser mayor?.
Estaba sorprendida, tenía la misma edad de mi hermano.
Me pregunté como mi padre aceptado. — Disculpe, señorita, insisto que no debería estar fuera.
Me acerqué más a él, asta quedar cara a cara para ver sus ojos. — Llámame Bree. — Sus ojos miraron los míos, le di una sonrisa y me dirigí a la casa.
Aquella en la que no quería estar, mi padre ya estaba en la habitación de mi hermano, al igual que mi madre y mi pequeña hermana.
—Tu lobo se combinó con tu demonio, algo que no pase hace años. — Llegue en el momento en que mi padre le explicaba a mi hermano lo que sucedió. — Se unieron y eso ocasionó que convulsionaras y que tu cuerpo no lo resistieras por el hecho que apenas y tenías tu transformación.
—¿Qué quieres decir con que se combinaron?.
Mi hermano era un lobo n***o con enormes alas, al igual que mi tatarabuelo, o es lo que mi padre dijo, un lobo que posee el poder de un demonio sin necesidad de estar en la forma del humano.