Capítulo 9 Salvajes

2125 Words
Asher Amaba el bosque, desde niño me gustaba llevar a mi hermana para jugar y trepar a los árboles. Me sentía parte de ellos, el olor a madera me hacía sentir vivo, sus hojas rozando mi piel me llenaba de un placer inexplicable. Esos días de lluvia cuando la tierra se humedecía e inundaba toda la atmósfera. El frío de otoño que hacía caer sus hojas secas, los colores en el suelo que combinaban con cada atardecer. Los veranos en la playa sintiendo la arena entre los dedos y el agua refrescando el cuerpo. Como extrañaba cada momento, en su tiempo no le tome importancia y ahora me arrepiento. Habían pasado tres años desde que perdí a todo mi familia, tres años donde me volví un pícaro. Vivíamos huyendo de los cazadores, robando las reservas de algunas manadas, enfrentándonos a unos cuantos vampiros. Nos apodábamos los salvajes por vivir en el bosque, sin reglas, sin manadas y sin las órdenes de algún Alfa. Éramos libre de tomar la decisión que quisiéramos, de hacer y deshacer. Últimamente, estaba cansado de esta vida, quería volver el tiempo atrás para disfrutar del atardecer junto a mi padre y de mi pequeña Lea, mi niña de ojos zafiro. —Aún piensas en ella — Me pregunto Chéster, tomando asiento junto a mí. Mientras pensaba en esos ojos, observaba como fluía el agua del río, me llevó al día en que encontré a mis padres sin vida y sin rastro de Lea. —Tengo la esperanza de que esté con vida. Algo dentro de mí me decía que ella estaba en algún lugar feliz, sonriendo o riendo a carcajadas con esa risa tan ruidosa que siempre la caracterizó. —quiero creer que huyo de ellos, que está bien y solo espera que la encuentre. —Si está viva, la encontraremos, pero ya recorrimos medio mundo… Chéster era un buen compañero al que podía llamarle amigo, teníamos la misma conversación siempre, sabía lo que iba a decir, ya que conocía sus palabras de memoria —es muy difícil que aun este viva. —Están listos Me puse de pie ignorando las palabras del Zorro, sé que tiene razón, pero no perderé la fe. Mi madre siempre decía que lo último que se pierde es la fe y la esperanza. Sonreía curiosamente observando como los chicos disfrutaban de esta vida, mientras yo estaba cansada de ella. Hace poco cumplí los 18 años, conocí a mi lobo llamado Skoll, con quien no hablaba mucho. Estaba molesto porque mi mate solo es una niña de 8 años y al ser una niña no podía marcarla como suya. Inari, ella es tan hermosa, sus cabellos como el sol, al igual que sus ojos y no, no eran rojos, ya que así es como alguno lo imaginamos. Eran de un color naranja, que bajo el sol parecía fuego. Sus ojos eran como las llamas que te cautivaban y te perdías en ellos por una eternidad, sus pecas en su piel blanca la hacían ver tierna y no, como lo que en ver da es, una fiera. No tenía el valor de decirle a mi grupo que ella era mi pareja predestinada, el primer motivo por que es hermana de Chéster, segundo porque soy mayor que ella. Tenía miedo de como reaccionarían al saber que un lobo y un Zorro eran almas gemelas. Por ese motivo quería establecerme en Madrisca la ciudad más grande de los lobos donde no te juzgan por estar con otra especie. Aunque no crecí en manada, conocía la historia de mi origen gracias a mi madre y siempre tuve la curiosidad de saber que era vivir entre ellos. Hasta el momento éramos rechazados y con mucha razón, robábamos para sobrevivir, nadie quería a cinco jóvenes huérfanos. Nadie quería lidiar con dos zorros, una pantera, y dos lobos, aunque yo era un híbrido de lobo y hechicero. Siendo yo el mayor, decidí hacerme cargo, Chéster es un año menor, Pamela la chica pantera tenía la misma edad de él, Fénix solo tenía 14 años, luego seguía mi hermosa Inari. Me molestaba ver lo bien que se llevaba con Fénix, pero él no tenía la culpa, aunque mi lobo quería arrancarle la cabeza, yo hacía mi mayor esfuerzo por controlarme, él es un buen chico y cualquiera se perdería en esos ojos fuego. —Vamos Fénix, suéltala — tomé a Inari alejando la de él, no había pasado mucho de mi transformación y me costaba controlar mis celos. —deja de invadir su área. —Ni Chéster me dice nada que es su hermano y tú te comportas como su padre. Dijo tomándola del brazo, mi lobo habló con una voz gruesa y ronca por el enojo “si no la suelta lo are papilla” —Inari será mi novia, yo té esperaré asta que seas mayor de edad. Dijo con una sonrisa en su rostro que deseaba borrar a golpes. —Deja de decir estupideces, le llevas seis años de diferencia. Dije volviendo a separarlos, era hipócrita de mi parte cuando yo le llegó por diez años. —Tiene la misma edad de mi hermana y es como la veo, además que te importa si me comporto como un padre. No quería aceptar que los celos me estaban carcomiendo, por más que tratara de ignorar era difícil, más cuando alguien te habla en la cabeza. —Ya déjela parecen unos acosadores queriendo violar a la pobre niña. Dijo Pamela tomándola del brazo para separarla de los dos. —Par de tarados. Chéster no decía nada, me sorprendía que dejara que Fénix se acercará a su hermana, yo haría cualquier cosa por proteger a la mía de cualquier imbécil que se le acercará. —Creo que hemos caminado mucho, debemos descansar un poco y buscar alimento. Dijo Pamela tomando asiento en un árbol que estaba en el suelo ya muerto. —Enserió Pam solo han sido tres horas. Chéster puso los ojos en blanco, impaciente, la levantó y la subió a su hombro. —Eres tan débil. —Y tu un baboso, bájame bestia salvaje Gritaba y pataleaba por querer zafarse del agarre de él. —La única salvaje eres tu Pam. Golpeó el trasero de Pamela con fuerza, la tiro al suelo y corrió lejos de ella entre risas. Una sonrisa se dibujó en mi rostro al ver como Pamela se le lanzaba en cima y comenzaba a golpearlo. Era una fierra la Panterita y gracias a ella aún seguíamos con vida, era rápida, sigilosa y tuvo entrenamiento de artes marciales, una joyita. —¡Asher! Grito Chéster desesperado. —Quítame a esta salvaje Reía a carcajadas al ver el esfuerzo que hacía por quitársela de encima. —No seas idiota y ayúdame. —Si no aguantas, no la provoques. Trataba de controlar mi risa, mire a Irani quien cruzaba sus brazos molesta. A veces pensaba que ella sentía la misma conexión, por la manera en como me miraba y sabía como manipularme, talvez era así como lo asía con su hermano. Pero nunca vi que lo manipulara como lo hacía conmigo —OK, ok ya voy Dije derrotado por esa mirada que me volvía loco. La tomé de la cintura y la aprisioné en un abrazo para que se tranquilizara. —Alguien viene Dijo Fénix quien se había acomodado en el suelo. —Son dos personas. —Son mujeres Dije agudizando mis sentidos, comencé a sentir un olor a orquídeas, esa era la loción que ami madre le encantaba, la había memorizado a la perfección. Nos escondimos detrás de unos matorrales para ver quienes eran esas mujeres. No logré evitar perderme en los recuerdos al sentir la loción de la mujer, me llevaron a un invierno donde vi a mi hermana dar sus primeros pasos, ella buscaba salir de casa para ver aquella manta blanca que cubría al rededor de la casa. Era tan pequeña y curiosa, al principio caía al suelo, sin embargo, volvía a levantarse asta que logró llegar a la puerta que estaba abierta. Sus ojos se iluminaron al ver como los copos de nieve caía, sus pequeños labios balbucea, palabras sin sentidos, sus manitas buscaban de donde agarrarse para salir. Tocó la nieve causando que su piel se erizara, se asustó al no reconocer lo que eso provocaba. Comenzó a llorar al ver como la manta blanca quedaba pegada en su mano y ropa. “No llores, tu hermano mayor te limpiará” Le dije sacudiéndole “ven, vamos a preparar chocolate y ver películas” En el momento que me descuide mientras preparaba el chocolate, ella movió el mueble donde mi madre tenía sus lociones y maquillaje. Era un mueble viejo, su madera estaba algo podrida, era de esperar que un simple toque y este caería al suelo. Mi madre era conocedora de que tenía una niña traviesa, no hizo por cambiar el mueble. Los vidrios se esparcieron al golpear el suelo, la casa se llenó de ese olor a orquídeas. Comencé a inhalar perdido en esos recuerdos, donde mi madre en vez de reprendernos comenzó a colocar orquídeas por toda la casa para mantener ese aroma que tanto le gustaba. —Ya están cerca Dijo Pam en modo de ataque, podían ser hombres, mujeres o niños, pero ella no confiaba en nadie y siempre estaría a la defensiva. —¡Ahhhh! Grito una de las jóvenes, mientras que la otra se colocaba delante de ella para protegerla. No logré evitar que Pam saliera de los matorrales para atacarlas, ella no era de las personas que acataban las órdenes, ninguno de nosotros lo éramos. —¡Qué carajos!, ¿Qué mierda les pasa?, los pude haber matado. Dijo aún con la guardia en alto, Fénix y Chéster comenzaron a reír a carcajadas. Caminaron asta donde estaba ella. —¿En serio? ¿Cómo acabarías con los cinco? Pregunto Fénix levantando uno de sus brazos. Llegamos a un pueblo escondido detrás de las montañas, rodeado de árboles y de un siniestro Pantano. —Cerré los ojos, cuando los abrí Fénix estaba en el suelo. Contaba Pam como Llewella había pateado el trasero de los dos idiotas que están sentados junto a mí, aun quejándose y avergonzados de que una chica los pateara el trasero. —Ni siquiera me dio tiempo de reaccionar cuando Chéster estaba noqueado. Los familiares de Llewelle estallaron en carcajadas, aunque no eran bien recibidos, los de otras manadas nos permitieron descansar y comer un poco cuando les comentamos que todos habíamos perdido a nuestras familias y que no pertenecíamos a ninguna. —Lamento que mi hija los golpeara. Dijo la madre de ellas, Nalea, una mujer extremadamente hermosa al igual que sus hijas, tenía la piel morena de cabellos rizados color chocolate, sus ojos amarillos era peculiar. Toda la tribu poseían el mismo color de ojos, pero los de ella eran únicos, tenían heterocromía en uno de sus ojos y eso la hacía ver única. —No estamos acostumbrados a ver forasteros en estas áreas. —¿Cómo llegaron aquí? Pregunto el padre de ellas y esposo de Nalea. —Es un camino muy largo y peligroso, no cualquiera sobrevive. —No somos cualquiera Respondió Inari, mirando de mala manera. —Dos lobos y uno de ellos es mitad hechicero, una pantera y dos zorros. —Déjame recordarte nenita, que le patee el trasero a uno de esos lobos y uno de esos zorros. De repente se llenó de una tensión y sentí que Inari se lanzaría sobre ella en cualquier momento. Gracias a la Diosa Luna, fue interrumpida por uno de los hombres de Leone. Tome a Inari de la mano para qué calmará su ira, su rostro estaba rojo y mi lobo aullaba de placer al ver como aquella pequeña se enrojecía. “Solo tiene 8 años depravado” Dije a mi lobo quien saltaba de emoción. —Mi Rey, ellos están aquí. El señor Leone se puso de pie, no muy lejos, vivos a unos hombres uniformados que caminaban hacia nosotros. —Señor, un placer estar frente a usted, mi Rey les da las gracias por recibirnos… Sus ojos se posaron en mí, se acercó olvidando que estaba hablando. —Perdón joven, ¿Eres el hijo de Altagracia? Me puse de pie al instante, ¿cómo conocía a mi madre?, ¿quién era él?. —Tu tío lleva meses buscando tu paradero. Saco su celular y mostró una foto vieja donde estaba con ella. —¿Mi…? ¿Mi… mi tío? No sabía de quién hablaba —¿Mi paradero? —¿Tendrá problemas en el cerebro? Escuche la vos de Kiara la hermana de Llewelle. Yo estaba en shock y quería saber por qué me buscaba ese supuesto tío.
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