-Lo siento lindura. -había dicho Oliver mientras que la tomaba del mentón peligrosamente. -Siento que mis fans arruinaran el momento, pero quiero que sepas que cada punto fue dedicado para ti. -esas y muchas otras palabras habían irritado a Susumu.
Susumu Tsutsumi definitivamente no quería otro armador en su casa y eso lo había dejado muy claro cuando su pequeña hermana tenía 5 años.
-¡QUIERO SER ARMADORA! -gritó la pequeña mientras que veía a sus hermanos jugar.
Hace unos días había ido a un partido a ver a sus hermanos y aunque no entendía bien el deporte quedó maravillada al ver como sus hermanos mayores jugaban.
Sin duda alguna al ser uno de los pocos niños que había en el vecindario ella tenía que convivir y jugar con sus hermanos.
-¡NO! -gritó el mayor. - yo seré el único armador en la familia.
-Pero...
-¡DIJE QUE NO! -dijo antes de empujar a su pequeña hermana y que esta comenzará a llorar.
Su madre apenas escucho el llanto salió y encontró a sus dos hijos varones peleando mientras que la femenina lloraba en el suelo.
Para la mala suerte de Rimu (quién defendía a su hermana) también fue golpeado antes de que su madre supiera todo lo que había pasado.
Desde ese día Ayumu jugaba como líbero, cosa que no le hacía demasiado feliz.
Rimu como el buen hermano que era dejaba que jugara como armador cuando su hermano estaba siendo castigado o algo por el estilo.
Esa fue la forma en la que Ayumu y Rimu siempre estuvieron unidos para molestar a su hermano.
-No vas a salir con él. -gruñó el rubio.
-Voy porqué quiero, porqué puedo y por qué no eres mi padre. -la castaña salió de su casa camino a la estación de trenes no sin antes escuchar como su hermano se quejaba de lo “irresponsable” que era.
Eso de tener citas con personas que vivían demasiado lejos era cansado, costoso y molesto.
Cuando llegó pudo ver al capitán del Instituto Victoriano Josep del Este rodeado de chicas, pero a penas la vio se despidió de ellas y fue a saludarla.
-Estaba preocupado por ti dulce caramelo.
-Parecías ocupado.
-Me estaban consolando. - le guiñó el ojo causando una fuerte carcajada.
La cita parecía ir bien.
Caminaron y platicaron mientras que entraban a diferentes tipos de tiendas y discutían de ropa que creían que al otro le quedaría bien.
No hablaban de nada en especial, esta vez no hablaban de voleibol. Simplemente se conocían sin presión alguna, como si fuera la primera vez que ambos salieran.
Y todo iba bien hasta que a Oliver se le estaba acercando para besarla.
Ayumu estaba recargada en la pared y Oliver tenía su mano en la mejilla de esta mientras que ambos se sostenían la mirada, ambos negándose a ceder y siendo capaces de ver cada célula del cuerpo contrario con solo verle los ojos.
Para ambos este momento era maravilloso, Ayumu sentía que podía escuchar el latir del contrario y ver como este irrigaba cada rincón del cuerpo de Oliver. Oliver no era la excepción, sentía que conocía todo de Ayumu con solo verla a los ojos.
Esto era completamente extraño para ambos y a la vez maravilloso.
-¡Espera!- la femenina puso sus manos para separar ambas caras y cuando vio que el masculino se alejó busco algo en su bolsita, cuando lo encontró lo saco para ver firmemente a Oliver.- abre la boca.- el castaño hizo caso a sus exigencias antes de ser rociado por spray bocal.
-¿Pero por qué?- la miró sorprendido.- ¿huelo mal?
-Uno nunca sabe dónde estuvo tu boca con anterioridad. - se encogió de hombros la pequeña. - hubiera preferido que te lavaras la boca, pero creo que esto es de ayuda. -apenas dijo eso el mayor volvió a su antigua posición.
-¿Eso significa que ya te puedo besar?- su sonrisa era capaz de derretir a cualquiera.
A cualquiera menos a ella ya que la conocía a la perfección.
Lo bueno de tener a Susumu como hermano era que conocía todos los trucos que un chico podía usar en su contra. Pero aun así Ayumu era una chica, y no importaba cuanto truco se supiera de memoria. Simplemente había cosas que le hacían sentir descargas eléctricas en su ser y como si la emoción que cada chica vive en busca de su primer amor estaba guardada, esperando salir en cualquier momento.
-Oliver. - se escuchó una voz masculina detrás de ellos interrumpiendo el momento.
-No puede ser cierto. - se quejó el mencionado separándose de la femenina. -No eres mi tipo. - dijo viendo al capitán de Washizato. - ella si lo es, ¿por qué no te vas y nos dejas en paz? ¡Déjame vivir que no puedo ni respirar!
La furia que mostraba Uaid era tanta que ponía incómoda a la menor, su penetrante mirada gris como la neblina se centraba en el otro masculino, como una bestia que espera atacar para defender lo suyo. Su perfecta mandíbula era presionada con fuerza debido a los celos que sentía, quería tomar a Ayumu y salir corriendo junto con ella para jurarle amor eterno.
Pero sabía que Ayumu no estaba interesada en él y eso le dolía ya que no entendía el porqué, pero en cierta forma lo aceptaba y esperaba que la oportunidad de su vida se abriera ante sus ojos para tomarla y nunca soltarla.
Parecía que en cualquier momento Uaid iba a retar en un duelo a muerte a Oliver y Ayumu se notaba incomoda mientras que en cierta forma se escondía detrás de Oliver en busca de escapar de esa terrible escena.
-¡MIREN LA HORA!- dijo señalando su muñeca, la cual no tenía ningún reloj.- Yo creo que es hora que me vaya a mi casa, así que adiós y nos vemos otro día...
-¡TE ACOMPAÑO A LA ESTACIÓN!- hablaron al mismo tiempo ambos hombres.
¿QUÉ PODÍA SALIR MAL? Claramente todo podía salir mal pero no sabía cómo decirles que no quería estar en ese momento con ninguno de los dos ya que sentía que se iba a armar la tercera guerra mundial.
Dramático, lo sé. Pero para el pequeño mundo de Ayumu era lo peor que le podía pasar en su vida.
Esto era demasiado para su vida de personaje secundario.