—Me tiene que asombrar ver a mi padre en mi oficina luego de llevar un tiempo en la ciudad y que nadie, repito nadie... de la familia haya intentado verme —cruje el cuero cuando me siento en mi silla con el escritorio de por medio entre los dos —. Perdóname si me extraño. —Me lo merezco —murmura. Se hace entre los dos un raro silencio en el que me extraño de verlo tan indeciso al hablar. Parece que está escogiendo sus palabras y no sabe que yo también creo haberme equivocado al elegir las mías. Estando las cosas como están, no debí hablarle así. —Di lo que tengas qué decir papá que tengo trabajo —estoy borde. Lo sé. —Fui yo quién te salvó aquel día, Lara. Dejo mi vista clavada en la suya sin saber muy bien que más decir. Hay una mezcla entre miedo, agradecimiento y rencor en mi. Se

