NARRA DARIAN —Lo siento, alteza—La mirada del doctor no parecía trasmitir una buena noticia, cada palabra que salía de su boca solo lograba ponerme de nervios, mis dedos presionaban con fuerza el cuello de su abaya como si con aquello la presión que tenía en mi cuerpo retrocediera de su inminente colapso, él no podía decirme eso, el no podía decirme que ella había muerto. Me negaba a aceptarlo. —Es posible que la princesa no resista la noche—Respire de nuevo con lo que a duras penas podía llamar tranquilidad—Aunque lo que estoy por decir suene a ofensa alteza es una suerte que la princesa no hubiera estado embarazada, un embarazo y la ingesta de ese veneno hubiera sido una combinación letal, hubiéramos perdido al heredero y a la princesa a causa de una hemorragia severa. Afloje mi agar

