De solo verla aparecer desde la distancia sentí emoción. Repito, me sentí como el propio puberto fascinado con su maestra de primaria. Verla caminar con dominio total de sus pasos, la seguridad que de ella se desprende me dio más curiosidad. Igual que la noche en la que la conocí, no sonríe, su mirada es inexpresiva, y como suelo captar, percibí la tensión de su cuerpo al escuchar mi voz.
«Seguro la asusté; pero ¿Quién no ha de estarlo, cuando hay un deseo profundo entre ambos?» Pienso mientras voy al mando del volante y el auto se desliza por las avenidas luego de salir del campus de la Universidad.
—¿Estudias allí? —Le pregunto curioso, apenas si tuve oportunidad de obtener su número, el nombre y rastrear su ubicación por intermedio de un viejo amigo.
—No, trabajo allí —Me responde d
