Mujer cuidadosa

1198 Words
—Llévame a mi casa, por favor —Le pido sin mirarlo. Mantengo la mirada fija al frente. Bien sé que de irme a la casa de él me estaría comprometiendo a algo a lo que por mucho tiempo le he huido, he evadido las relaciones, no son lo mío. Reconozco que ya estoy en riesgo estando en su carro, pero más riesgo corro de acceder ir a su casa. El dolor de las piernas y del resto del cuerpo no me ayudan mucho, pero debo poner todo de mi para imponerse ante él. —No puedes caminar —Me recuerda el hombre a mi lado sin quitar la mirada del frente. Según mis cálculos ya pasa la media noche, por lo que tal vez los padres de Zanny estén dormidos, pero no tengo a quien más recurrir. Llamarla para que me ayude sería alertarlo, tampoco puedo llevarlo a mi casa, vivo en los suburbios y es peligroso para él, además que no quiero que me ubique. No quiero que sepa de más de lo que la coincidencia de esta noche nos ha permitido ver del otro. —Quiero y te exijo que me lleves a mi casa —Le dije en tono de voz fuerte, o por lo menos, eso quise transmitirle. —¿Y cómo harás para entrar? Porque supongo que no quieres que te lleve en brazos —Manifiesta él en tranquilidad. —Veré como me las arreglo, déjame en la entrada y yo veré como me las arreglo —Le respondo con brusquedad. —¡Qué obstinada eres! Puedes venir conmigo, no te haré nada —Me dice en un tono de voz pausado—. Te llevaré a donde digas. Así, le di la dirección de la zona donde vive Zanny y solo cuando estuve segura de estar en un lugar que medianamente conozco, le pedí estacionar en la entrada de un edificio que no tiene escaleras para ingresar. Al parecer él advirtió ese detalle. —Con suerte no tendrás que subir escaleras —Me dice estacionándose cuidando de quedar pegado al borde de la acera. No le respondí, sino que cuidando de que él no pretenda hacerlo, con rapidez me quité el cinturón de seguridad, tomé mi bolso, lo cruce por mí cabeza y abrí la puerta. —Gracias por todo 1Le digo y como pude comencé a bajar del auto. —Ya va, te ayudo —Me dice. —No, por favor, puedo y podré sola, gracias por todo —Le dije mientras me llenaba de valor y mentalmente le pedía a mi cuerpo responderme de la mejor forma. —Está bien, después no digas que no te ofrecí mi apoyo —Lo escucho decir detrás de mí. Para ese entonces ya había logrado ponerme de pie. El dolor en los pies es infernal, pero respirando profundo me mantuve en pie, con dificultad me hice a un lado y cerré la puerta. Miré hacia atrás para ver si estaba sola o en su defecto tenía espectador. En la entrada del edificio hay un guardia de seguridad y fingiendo conocerlo para disimular lo saludé desde la distancia, el sujeto me respondió el saludo y volteé a mirar a mi acompañante dominante. —Gracias, te puedes ir —Le digo arqueando una ceja. —Hasta que no entres al edificio no me iré —Me dice en su tono de voz autoritario. —Vete, estoy acostumbrada a andar por aquí a cualquier hora, siempre ando sola —le advierto—. No necesito que me cuiden. —¡Qué obstinada eres! —Le escucho decir y arrancar de golpe su auto. El rechinar de las llantas me mostraban su nivel de enfado. Solo cuando estuve segura de que no se regresaría a comprobar si entré o no al edificio, caminé como pude para quedarme apoyada en el borde de las áreas verdes de la entrada. De tan fuerte que fue el dolor que sentí con el esfuerzo de caminar ese pequeño pedazo, que me arqueé, tal vez eso llamó la atención el guardia de seguridad que al poco rato se acercó a mí. —Señorita, ¿Ese sujeto, le hizo algo? —Me pregunta. Al levantar la mirada veo que es un señor de edad avanzada. —No, no, solo le pedí que me dejara aquí —Contesto al tiempo que siento la erradicación del dolor de mis piernas bajar hasta mis pies. —¿Quiere que llame a alguien para que la busque? ¿Se siente bien? —Sí, estoy bien, solo es un leve dolor de las piernas, pierda cuidado, ya llamo para que vengan a buscarme —Le aseguro. —Bueno, estaré allí —Me señala la ventanita de la recepción—. Si necesita algo avíseme. —Gracias —Le digo forzando una sonrisa. Mientras el señor avanza hacia la entrada del edificio, me paso ambas manos por el rostro como reacción a lo mal que me siento. Sabiendo que en este momento la única forma de recuperar mi dignidad es buscando a la única persona que sé me puede salvar, marco su número. —Dime —Zanny me contesta después que su móvil repicó varias veces. —Ayúdame, por favor —Le digo y escucho al fondo el sonido de la música. —¿Dónde te metiste? —Me pregunta. —Me fui —Le digo en tranquilidad—. Necesito me rescates de donde estoy. No puedo caminar —Le confieso. —¿Cómo que te fuiste? ¿No se supone que estabas descansando? —Me pregunta alterada. —Sí, ven por mi y te explico. De verdad no puedo caminar. Si pudiera hacerlo no te estaría llamando. —Ya, deja de ser tan agria, dime ¿Dónde estás? —Me pregunta—. Déjame ver como le hago para salir de aquí. —Estoy a dos cuadras de tu casa, en la entrada del edificio Trebol de Oro —Le digo luego de voltear a ver el nombre en la fachada. —Espérame resguardada, y piensa bien qué me vas a decir para justificar tamaño desplante, están contando contigo para preparar las bebidas Iara, cómo pudiste salir de aquí sino puedes caminar —Me dice en tono de reclamo. Cuelga la llamada y yo guardé el móvil en mi bolso esperando ella aparezca. Sé que me espera un rosario de reclamos pese a que ella sabe como más nadie el sufrimiento que para mí ha sido padecer de este mal. Recordando al roba corazones, giré la mirada alrededor buscando no verlo por ahí, no quiero ni puedo arriesgarme a que él descubra mi verdadera identidad. «¡Wow!», Exclamo en mi mente al recordar que no sé su nombre, no sé ni siquiera quien es y en este instante caigo en cuenta que si no es porque de pronto sentí un golpe de consciencia termino en la cama de un desconocido, de un hombre del que no sé absolutamente nada. —¡De la que te salvaste Iara! —Me digo en voz alta pero solo perceptible por mí. Resoplo de alivio al comprender que sigo siendo la mujer cuidadosa que he procurado mostrar hasta ahora.
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