La pequeña más obstinada

1665 Words
Llegada la semana y con ella, los días de trabajo rutinario, para el día lunes desperté con la intención de retornar a mi casa en los suburbios, de lunes a viernes trabajo en una de las cafeterías de la universidad donde estudia Zanny, y como allí conocen mis malestares, apenas llamé a la encargada, entendió a la perfección mis excusas para no asistir al trabajar ese día. Aunque ya puedo caminar, aun siento dolor, por lo que decidí terminar de recuperarse en casa. —¿Estás segura de quererte ir? —Me pregunta Zanny con preocupación. —Sí, amiga, igual necesito ver que ha pasado con Isaac, no me llamó ayer en todo el día y temo que se meta en problemas —Le digo. —Estés allí o no se meterá en problemas, no entiendo porque insistes en proteger a quien no quiere madurar. No es un niño Iara —Me repite por enésima vez mi amiga. Guardo silencio porque sé que ella tiene la razón, solo que me es difícil darle la espalda. Es mi hermano, y aunque sea un vicioso, no puedo hacerme la de corazón de piedra y echarlo al olvido para vivir una vida más cómoda. De no ser por él, viviría con Zanny y sus padres, muchas veces me han pedido que me quede en una de las habitaciones que tienen desocupadas. —Dame un aventón hasta la parada de los jeeps, por favor —Le pido poniendo mirada de cordero degollado. —Vamos, que conste, no te insisto más —También me repite por vez incuantificable. Siempre, cada vez que me sucede algo y termino pasando días en su casa me repite lo mismo, siempre dice que es la última vez que me pedirá irme a vivir con ellos, pero su corazón es tan noble que vive preocupada por mi suerte. Zanny es la hermana que la vida y los tropiezos constantes me han dado, en cada uno de ellos me confirma su amor incondicional. —Bueno, llegamos —Me dice al rato estacionando no en la parada de los jeeps si no en la puerta de mi casa. Como me tomé un per de analgésicos que la madre de Zanny me dio me siento algo somnolienta, apenas recosté la cabeza del espaldar del asiento me adormecí, y el movimiento del automóvil no ayudó en nada para mantenerme despierta, para variar Zanny que siempre acostumbra a hablar como perica, venía en silencio. —Despierta Iara, no creas que te voy a llevar en brazos, hasta adentro —Me dice moviendo levemente mi hombro izquierdo. —Ay, disculpa —Me excuso y miro alrededor para ubicarme en dónde estoy—. Te pedí llevarme solo hasta la parada —Me quejo. —No tuve corazón para despertarte —Me dice mirando al frente—. Mira, antes de que se me olvide, le di tu número de cuenta a la Katiuska, ¿La recuerdas? —Me pregunta girando al cabeza para mirarme. —No, no sé de quien me hablas —Le digo casi con un signo de interrogación en el rostro. —Es la organizadora del evento —Quedo igual, no la ubico—, la que organizó la celebración el cumpleaños de Dimitris. —Ah, hubieras comenzado por ahí, ¿Para qué se lo diste? —Le pregunto extrañada. —Hoy va a pagar a todos los que trabajaron en el cumpleaños. —Pero, si no hice nada, más bien estoy apenada porque me les fui —Le digo. —Cierto pero trabajaste una hora, y ese tiempo tiene su valor, ella me preguntó como cobrabas tu trabajo y yo le dije que por horas, de alguna forma tenías que salvar la noche —Me dice sonriéndose. —¿Y cuánto le dijiste que era mi hora de trabajo? —Le inquiero con los ojos entrecerrados. —Sume la hora y la especialidad del servicio que en esa hora prestaste —me explica—. Le dije que eran … De solo escucharla me asusté, el monto era elevado, para mí no justificaba ese breve rato, y además me dio temor, la habilidad de Zanny para sacar provecho de las situaciones. Me dijo el total y quedé con la mirada cuadrada. —Quita esa cara, es un dinero extra, te dije que lo recibiríamos —Me recuerda—. Otra cosa, hablé con las chicas, Anne y Suly, sobre tu hombre misterioso y me contaron que él estaba en la mesa de los padres de Dimitris, lo que me dice que si no es familiar de él, es bien cercano, porque esos señores no permiten que se les acerque cualquiera —Me dice haciendo gestos de rechazo, tal cual lo haría un creído de la alta sociedad. —¡Ay Dios! —Exclamo sorprendida—, ¿Te imaginas que sea hermano de Dimitris? —¿Cuál es el problema? Ni que hubieras dormido con él —Me responde Zanny con naturalidad. Guardo silencio, lo cual le da la justificación a mi queja. —Iara ¿No me digas qué…? —Pregunta al tiempo que suelta el cinturón de seguridad para girar el cuerpo al frente de mi costado. Al ver que nada la digo me sacude por el hombro— I.a.raaa —Aduce como forma de persuasión. —No, o sí —Dudo—. En realidad, no —Me corrijo—, no pasó a mayores. —Ahora sí que no te estoy entendiendo, cuéntame todo lo que llevas dos días ocultándome, eres una desleal —Me acusa en forma dramática. —¿Supiste cómo se llama por lo menos? —en lugar de hacer lo que me pide, para complicar más mi situación con ella, de mis labios se escapa la interrogante que ha rondado mi cabeza por estos días. —Tienes la desfachatez de reconocer que casi duermes con un perfecto desconocido —Me dice fingiendo seriedad. —Bien como lo dices, casi, no sucedió, el sentido común siempre está conmigo —Le digo y me quito el cinturón de seguridad para bajar de su auto—. Hablamos luego, llegarás tarde a clase y no quiero ser la culpable de que pierdas el semestre. —¡No es justo! —Se queja. —Lo que no es justo es que llegues tarde por mi culpa, hablamos ahora —Le digo y me bajo del automóvil. Al otro extremo de la ciudad, reunido con dos posibles clientes y conocidos desde hace mucho tiempo, Denzel se encuentra totalmente distraído. Su cuerpo parece estar ahí sentado al frente de los dos ejecutivos, pero su mente desde hace un buen rato, para ser específicos dos noches un día y media mañana se quedó en ese lugar donde dejó a la misteriosa mujer pequeña que lo lleva pensativo. —Entonces ¿Qué propones? —Le pregunta Miguel De Oliveira, un portugués, dueño de una de las principales empresas que representan a la principal cadena de frigoríficos de varias ciudades el país. Tiene el monopolio en el rubro de productos de primera. AL ver que no le respondo dio un leve golpe en la superficie de la mesa de juntas—. ¿Denzel? —Ah, disculpa, estoy algo distraído esta mañana —Me excuso con pena, primera vez que me pasa esto, al menso en una reunión tan importante. No soy de los que mezcla el placer con el trabajo. Aprendí a separarlos, pero hoy extrañamente no me siento yo, el Denzel apático. —Nos dimos cuenta —Me responde Josian Irish—. Mejor reprogramamos esta reunión. Nos llamas y vendremos. Eso sí no la postergues en el tiempo, sino nos iremos con la competencia. —No creo que lo hagan, ustedes buscan calidad y atención permanente y no todas las empresas pueden alardear de ese plus como la mía —Les digo poniéndome de pie—. Discúlpenme. Amanda los estará llamando. Después que Miguel y Josian abandonaron la sala de juntas, me dejé caer en el sillón que vengo ocupando desde hace hora y media. Me sorprendo de mi mismo pues de no se porque ellos son más amigos que socios, hubiera quedado como un irresponsable, y eso que no se enteraron del lugar adonde se fue mi mente. Desde el sábado en la noche ando volando como el puberto que queda prendado de su maestra de primaria, solo que en mi caso, no fue algo platónico, sino que al recodar los besos y las caricias que superficialmente le di me vi volando nuevamente. Esto me viene pasando en forma repetitiva, al extremo de causarme excitación dolorosa y una salivación agónica al querer probar nuevamente sus labios y no poder hacerlo posible. «Debes ubicar a esa mujer» Me dice el subconsciente. Como si me hubiesen empujado, inclino mi cuerpo y estiro la mano para pulsar el botón del intercomunicador. —Amanda, ven a la sala de juntas por favor —Le ordeno y cuelgo. Pensativo recuesto mi espalada en el sillón y dejo caer la cabeza hacia atrás al sentir el efecto electrizante que me viene martirizando desde ese día. —Aquí estoy señor —Se anuncia Amanda parada delante de mí. No al escuché entrar mucho menos abrir la pesada puerta de vidrio. «Definitivamente estoy grave, debo buscarle solución a esto» Pienso mientras me acomodo para mirar a Amanda. «Ella es la solución», Como una tortura el subconsciente me recuerda de manera certera. —Necesito que me ayudes a encontrar a una mujer —Le digo a Amanda que se mostró sorprendida. Nunca le había pedido nada similar. —Solo dígame su nombre, descripción física, una dirección, algo que me pueda ayudar para ver por donde comienzo con la búsqueda, señor —Apunta Amanda. —Lo único que sé es que es la pequeña más obstinada que he podido conocer —Le digo dejando escapar un pensamiento. Amanda terminó por no poderse contener y arqueó una ceja ante la curiosidad de mi petición.
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