Capítulo 5

1182 Words
Capítulo 5 Abril – 3,390 a.C. Tierra: Villa de Assur Coronel Mikhail Mannuki’ili MIKHAIL Dentro de la casa del Jefe, el techo era lo suficientemente alto como para que un hombre estuviera de pie sin golpearse la cabeza. Un segundo guardia estaba parado con los brazos cruzados, una gran bestia fornida de hombre con tanto pelo en sus brazos como en su tupida barba. Aunque era más bajo que él, obviamente no era un hombre a quien molestar. —Soy Varshab —dijo bruscamente—. El Jefe te verá. Lo condujo a través de una cortina hacia una habitación de colores brillantes. Tapices intrincados se alineaban en las paredes. En el piso debajo de ellos, una alfombra de fieltro de colores descansaba debajo de sus botas. Rodeando las cuatro paredes, gruesos almohadones yacían alineados en el piso. En el centro, habían dispuesto un trozo de tela limpio para sentarse. Allí, frente a una bandeja llena de una bebida caliente y humeante, se sentaba el padre de Ninsianna, junto con una versión más vieja y más canosa de Jamin. El Jefe e Immanu se sentaron muy juntos, pero por la forma en que ambos se ubicaron, rígidos y formales, parecía como si estuvieran sentados en extremos opuestos de la galaxia. —Señor —Mikhail le dio un saludo al estilo de la Alianza. —Tome asiento —el Jefe señaló un cojín. El fornido guardia se colocó cerca de la entrada. Mikhail se acomodó cuidadosamente para no aplastar sus plumas. Los ángeles preferían reunirse en lugares con altura por la simple razón de que se sentía incómodo arrastrar las alas sobre el suelo, sin mencionar la inconveniencia de acicalar la suciedad de sus plumas. Immanu tomó una taza de arcilla marrón y le sirvió al Jefe una taza de té con deliberada seriedad y luego le sirvió una taza a Mikhail. Cada uno de ellos tomó un sorbo, estudiándose unos a otros por encima del borde de la taza. La mezcla sabía a madera, con un poco de sabor afrutado. Mikhail estudió el atuendo del Jefe: un faldellín de cinco flecos y un chal artísticamente teñido de rojo sobre los hombros de una manera que lucía casual. Alrededor de su cuello, un torque dorado lo destacaba como el Jefe. Sus muñecas lucían pulseras de oro, las cuales eran más que simples brazaletes, ya que podían detener un cuchillo. Su cabello y su barba brillaban como la piel de una nutria de río, apretadamente enrollada en sus rizos de cabello graso y adornada con cuentas. Era toda una demostración de riqueza para reunirse con el Jefe de una tribu enemiga. —Entonces, cuénteme cómo fue que casi mató a mi hijo —preguntó sin rodeos. No hay nada como ir directo al grano... —Me atacaron —dijo Mikhail—. No tuve elección. —¿Por qué no trató de negociar? —el Jefe preguntó. —No hablo Halifiano, y ellos no hablaban nada de Ubaid. —Entonces, ¿por qué no habló con mi hijo? Mikhail estudió la expresión del Jefe. No sería buena idea explicar que no tenía absolutamente ningún recuerdo de esos eventos, desde el momento en que los Halifianos lo atraparon en la red, hasta que se dio cuenta de que sostenía su espada ensangrentada contra la garganta de Ninsianna. Pero tampoco diría una mentira... —No vi a Jamin hasta que Ninsianna me dijo que parara —dijo con sinceridad. —Entonces, ¿él no le atacó personalmente? No puedo recordar... —Estaba oscuro. Yo no aitheantas, uhm —luchó por encontrar el termino perfecto—. No vi a Jamin hasta que Ninsianna arrojó su cuerpo sobre el suyo. —Reconocer —Immanu tradujo—. No lo reconoció hasta que Ninsianna señaló su presencia. El Jefe le lanzó a Immanu una mirada, como diciendo ¡¡te lo dije!! Cualquiera que haya sido la conversación antes de su llegada, Immanu no la compartió. Pero obviamente había sido excepcionalmente tensa. —¿Y antes de eso? —preguntó el Jefe—. Dijo que su lanza de plata casi hizo que su pelo se incendiara. ¿Mi antena subespacial? ¿Cómo podría explicar la teoría de la radiocomunicación de micro-agujeros de gusano a un hombre todavía atascado en la Edad de Piedra? —Arroja palabras —tocó sus labios— como cuando se lanza una lanza —echó la mano hacia afuera—, hacia un amigo en las estrellas. Al arrojar palabras, crea mucha luz. No tenía idea de que Jamin estaba en el techo. Los ojos del Jefe se iluminaron con curiosidad. —Explíqueme cómo funciona este rayo —Mikhail exhibió una expresión ilegible. Esa misma voz subconsciente que se negó a decirle su propio nombre le advirtió no darle a esta gente su tecnología. Hasta ahora, la humanidad había demostrado ser en gran medida hostil. —Es como magia —dijo Mikhail cuidadosamente, para no mentir—. Sé un poco sobre cómo funciona, pero no todo. Un destello de molestia empañó la expresión del Jefe. —¿No lo recuerda? —Si sé algo, mi cuerpo simplemente lo ejecuta —dijo con sinceridad—, pero si me detengo a pensarlo, no recuerdo nada. —¿Espera que creamos eso? —la voz del Jefe sonó con ira. —¿Que no recuerdo? —Sí Mikhail se miró las manos. —Si yo fuera usted, no creería en lo que le digo —tocó su cabello, que aún tenía un punto delgado donde Ninsianna había cosido su cuero cabelludo—. Pero es la verdad. Se encontró con la mirada del Jefe. —¿Si recordara, nos lo diría? —preguntó el Jefe. —No —dijo suavemente—. Mis armas son muy malas. Si le doy este conocimiento, me temo que lo usarán contra sus enemigos. —¡Querrá decir sus enemigos! —respondió el Jefe, con firmeza. —Los Halifianos no fueron mis enemigos hasta que Jamin los trajo para atacarme. —¡Lo dijo usted mismo! —dijo el Jefe—. ¡No vio a Jamin hasta que trató de ayudar a Ninsianna a escapar! Una conmoción interrumpió el momento, antes de que Mikhail pudiera responder. Varshab, el fornido guardia, asomó la cabeza por la cortina. —¿Señor? —dijo Varshab—. Behnam está aquí para verle. —Dile que espere —respondió el Jefe, con autoridad. Varshab miró a Mikhail. —No. Necesita hablar con él ahora. Con un bufido molesto, el Jefe Kiyan se levantó de su cojín y se movió a la otra habitación. Aunque era más bajo que su hijo, se movía con la calma de alguien que hacía mucho más que sentarse en su cojín principal y sólo emitir órdenes. Mikhail vislumbró a un anciano arrugado pero ágil. La cortina se cerró detrás de él. En la otra habitación, voces silenciosas hablaban justo por debajo del nivel de su audición, excepto por una sola palabra reconocible: Ninsianna. Mikhail miró a Immanu, quien había estado sentado rígidamente durante toda la interacción. —No le agrado —dijo Mikhail. —Lo ha puesto en una posición terrible —dijo Immanu— elegir entre mí y su único hijo. —¿Elegirlo? —Sí —dijo Immanu—. Jamin ha aliado a todos los hombres de esta aldea en su contra. Le dije que, si se negaba a hablar con usted y tomar su propia decisión, Ninsianna no sería la única persona que se iría. Mikhail arqueó las cejas con sorpresa. —¿Usted lo hizo hablar conmigo? —Sí. —¿Cuánto tiempo han sido amigos? —Cuarenta y siete años. Mikhail exhaló... —Lo siento. —No es necesario —la voz de Immanu sonaba irritada—. Es mi culpa. Nunca debí haber presionado a Ninsianna a ese compromiso. —Pero… El Jefe dio un paso atrás a través de la cortina antes de que el alado pudiera terminar de hacer la pregunta. Se sentó sobre su almohadón con un golpe. Les dio a ambos una expresión agria. —¿Me garantizarás su buen comportamiento? —hizo un gesto enojado desde Immanu a Mikhail. Las espesas cejas de Immanu se alzaron con sorpresa. —Sí. Por supuesto. —Entonces llévatelo —dijo el Jefe Kiyan—. Puede quedarse el tiempo suficiente para reunirse con los chamanes, ¡y luego lo quiero fuera de mi pueblo!
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